Hace un par de días como suelo hacer habitualmente salí cuando estaba a punto de anochecer a dar una vuelta por la margen izquierda del Nervión. Mientras caminaba a toda pastilla en mi zona el cielo comenzaba a clarear mientras en la otra margen predominaba el negro. Rayos, truenos y relámpagos caían por doquier en la margen derecha a escasos kilómetros. Pensé en volver a casa por si el temporal se acercaba por aquí pero seguí a todo trapo mi camino hasta Santurtzi. Todo el viaje me deleite con el fenomenal espectáculo que se desataba en la otra margen. La banda sonora era que ni pintada para la ocasión: Dark Side Of The Moon. Disco que en los últimos días he vuelto a escuchar obsesivamente. Jamás me canso de semejante obra de arte.
Cuando sonaba Time me acordé de cuando tuve la inmensa fortuna de ver a Pink Floyd en Anoeta el 25 de julio de 1994. Tenía veinte añitos y recuerdo que al acceder al estadio le comenté a mi tío Julio que era de los más jóvenes que andaba por allí. Sin duda bajaba la media de edad. Con esos años tal vez sea más común escuchar música más cañera. Estábamos en plena era grunge y todavía con muchos ramalazos de hard rock y con bandas como los Black Crowes, Jayhawks o Cracker en plena forma. Poco después de aquel concierto fui con mi primo Oscar y su amigo David a ver a Red Hot Chilli Peppers a Las Ventas en Madrid. Ese dulce batiburrillo era lo que predominaba y puedo escribir que muchos años después el tema sigue igual, es mas he ampliado mis horizontes de forma natural, sin forzar, con conexiones musicales de lo más variopintas y absolutamente enriquecedoras.
Mientras sonaba Time pensé en lo rápido que se pasa el tiempo. Es inevitable tener esa sensación. La letra de la canción es certera a más no poder en ese sentido. Lo explica perfectamente. Tal vez sea la edad, quizá ese día estaba más melancólico que de costumbre o simplemente es inevitable que cuando te acercas a una determinada edad pienses tanto en lo que dejas atrás sin perder la perspectiva de que tal vez lo mejor esté por llegar. Aferrarse a esto último es el mejor combustible posible. Huyo siempre de ese lema tan extendido de que cualquier tiempo pasado fue mejor y procuro disfrutar cada día de los pequeños placeres que están a mi alcance e imaginar los que no están. Es de lo poco que no nos pueden arrebatar. La imaginación al poder, siempre.
Además, mis inquietudes musicales no tienen fin y son una fuerza poderosa. Me gusta la perspectiva de ir a tal o cual concierto con los amigos, tener en el horizonte cercano las visitas de Joe Henry, The Hangmen o Screamin´Cheetah Wheelies. Pensar en que tal vez vea uno de esos bolos que recuerdas para siempre y que rememoras con pasmosa facilidad. O descubrir música con Maialen y Unax, esa es una sensación la mar de excitante: comprobar como el goce con la música es algo que comparten con Su y conmigo de forma contagiosa. Hay un sinfín de sensaciones por vivir... Cuidado, que si tus hijos tienen en sus listas de reproducción Persephone es que están a un nivel superior ja ja.