Hace
unos años antes de ir a NY coincidí en un centro de internet de mi pueblo con
un tipo que venía de allí. De hecho vivía en esa ciudad. Trabajaba como
camarero, se buscaba la vida en más empleos, sobrevivía, según me contó ante mi
insana curiosidad. Le comenté que iba a ir allí el siguiente mes y me dijo que
para el turista es una ciudad muy atractiva y que me iba a llevar una buena
impresión. Y así fue. Se confirmaron todas mis referencias cinematográficas y
musicales y lo viví como un sueño. Sin duda era algo preestablecido, mi
predisposición me llevaba a aquel resultado pero como todo en la vida se podía
haber torcido. Afortunadamente no fue así.
Pero
antes de ir este chico ya me había hablado del reverso de la moneda. De una
sanidad publica deficiente. De una ciudad impagable e impasible, acostumbrada a
los homeless al igual que a los turistas. A una malversa aceptación de que los
hechos son así. De que al que le toca le toca y ahí se queda en la puta calle.
No hay glamour en esa parte, esa en la que según me contó aquel chico las ratas
salían a altas horas de la madrugada. Ratas de todos los tamaños. Supongo que
como en todas las ciudades del mundo el txiringito está montado así. Es
inevitable. Y esa percepción no es diferente de la de cualquier gran ciudad del
mundo.
Me he
acordado de mi viaje a NY tras ver de nuevo una película que (como no) tenía a
sus calles como un reclamo más. Ni me acuerdo cuál era. NY ha sido y sigue
siendo el decorado por antonomasia del cine contemporáneo. Es evidente que la
fascinación que siento por esa ciudad tiene su raíz en el embrujo que han
producido miles de películas en mis retinas. Y así fríamente analizado es algo
frívolo. Pero hay cosas que es mejor no analizarlas. Conviene dejarse llevar.
El
principal responsable de esta sublimación por esta urbe es Woody Allen. Pero claro, Allen
nos muestra siempre una ciudad de postal, propia de una clase alta que se
maneja por lugares chics y que dispara la imaginación de tipos vulgares como yo
y millones de incautos de este mundo. Con el tiempo y una vez visitada la
ciudad mi pasión tal vez haya disminuido pero mentiría si dijese que no me
gustaría volver. Aunque con todo lo flipado que soy con la cultura
estadounidense hoy en día reconozco que hay unas cuantas ciudades que me
producen tanto o más morbo que NY: New Orleans, San Francisco, Boston, Memphis,
Chicago, Nashville, Seatle o Philadelphia.
Pero
aunque la puerta de entrada al universo neoyorkino viene de la mano amorosa de Allen reconozco que luego me causa
igual de impresión y fascinación por otros motivos las miradas que de la ciudad
tienen Spike Lee y Martin Scorsese y cómo no, Paul Auster en la literatura. Con
mención especial para Lou Reed que
es uno de los tipos que mejor ha contado la gran urbe. Así que con todo este
batiburrillo en la cabeza he empezado a escribir sobre la cuestión. No llegaré
muy lejos conociéndome pero es un inicio. De momento unos que no pueden faltar
si hablamos de NY son Fun
Lovin´Criminals. La banda sonora perfecta para esas calles.