Tal día
como hoy hace setenta años se exhibió por primera vez en el Teatro Hollywood de
Nueva York Casablanca. Fue una especie de preestreno para hacerlo
coincidir con la invasión de las tropas aliadas de la costa norte de África y
la captura de la ciudad de Casablanca. La película fue bien considerada tanto
por parte del público como de la crítica pero ha sido el paso del tiempo y sus
continuos pases televisivos en todo el mundo la que la han convertido en un
referente cinematográfico.
Recuerdo
ver la película hace muchos siendo un canijo y posteriormente en el pase
televisivo de Qué grande es el cine donde emitieron un documental realizado
por el presentador de dicho programa José
Luis Garcí. Aquel espacio de Garcí
fue una bicoca para descubrir grandes películas. A veces en el coloquio se les
iba la pinza un poco y siempre había algún contertulio muy pedante pero también
otros que sabían transmitir con sencillez su pasión por el cine.
Casablanca es una película sencilla y que
toca la fibra del espectador porque contiene todos los elementos básicos de las
buenas historias. Todo gira en torno al amor,
la justicia, la libertad, la fidelidad, la nobleza de espíritu. Y si,
puede que esté poblada de arquetipos pero en mi casa funcionan de maravilla.
Ese Humphrey Bogart cascarrabias, cínico que no parece ir con nadie pero que en
el fondo es un tipo noble y romántico, Claude
Rains el rey de las réplicas ingeniosas, la clase de actor que cuando
aparecía en pantalla robaba el protagonismo al más pintado, otro tanto de lo
que ocurre con el atormentado Peter
Lorre. Ya sólo por la interpretación de estos tres merece la pena ver esta
película.
Hace unos
años en Bilbao pusieron Casablanca en versión original en el
Teatro Arriaga. A pesar de que era tarde y a la mañana siguiente tenía que
madrugar quería volver a gozar de aquella película en una pantalla grande
oyendo las voces originales de los actores. Y reconozco que volví a flipar con
aquellas escenas memorables como cuando en el bar de Rick los nazis están todo
bravucones cantando una canción alemana y el personaje de Victor Lazlo que está
arriba con el de Rick observando la escena desciende unas escaleras y pide a la
banda del local que interprete el himno francés. Los de la banda piden permiso
a Rick que asiente. Nos la pusieron en primero de carrera para explicarnos el
montaje cinematográfico. Sigue siendo una de mis escenas favoritas de todos los
tiempos.