lunes, 21 de noviembre de 2016

Marta Jiménez. Yo, Bill Murray

De ser el primer rostro en rompe-taquillas como Los incorregibles albóndigas, El pelotón chiflado o Cazafantasmas a actor fetiche de los directores indies por excelencia como Wes Anderson, Jim Jarmuch o Sofia Coppola hay un trecho importante. Para la mayoría imposible. Para muchos inalcanzable. No para Murray que se ha movido como pez en el agua a lo largo de su extensa carrera en ámbitos tan diferentes. Y lo ha conseguido a su manera. Una forma extraña de ganarse la simpatía de numerosos aficionados y el respeto de muchos directores con marchamo de artistas. 

Groundhog day (aquí titulada Atrapado en el tiempo) supuso un punto de inflexión en la carrera de Bill Murray. La cinta dirigida por Harold Ramis suponía la sexta colaboración entre el director y el actor pero a diferencia de las cinco anteriores Atrapado en el tiempo tuvo mejores críticas y cosechó un buen éxito comercial. Hoy en día es una película icónica en la carrera del actor y recurrente en el acervo popular. Uno de esos filmes que no ha perdido la magia, todo lo contrario, su valor ha aumentado y está más vigente que nunca. Curiosamente esta película enemistó a dos amigos, Ramis y Murray que no se reconciliaron hasta muchos años después. 

Murray tiene una legión de seguidores por todos los rincones del planeta. Desconozco si existen biografías del actor en inglés pero he disfrutado de la lectura de Yo, Bill Murray escrito por Marta Jiménez y editado por Banda Aparte Editores (gran nombre, por cierto). Como se nos avisa en la portada con el cachondo y certero subtítulo: Esto iba a ser la biografía autorizada de Bill pero no le encontramos. Ahí radica uno de los puntos que hacen diferente a Bill respecto al resto de actores hollywodienes. Al parecer Murray no tiene agente desde hace años y localizarle para que acepte un papel en una película es todo un reto. Se dan jugosos ejemplos de ello.

Murray ha construido una carrera alocada con momentos sublimes y películas malísimas pero su carisma permanece intacto. Marta Jiménez nos lo cuenta de forma divertida en Yo, Bill Murray. La autora se hace eco de las hilarantes anécdotas protagonizadas por Bill a cual más cachonda y sorprendente y las salpica con acertados comentarios sobre una filmografía irregular pero con momentos sublimes. Circulan muchas historias sobre Murray por las redes sociales aunque el actor no tenga cuenta en twiter, ni facebook ni nada que se le parezca. Se dice que tapa con las manos los ojos a los transeúntes y cuando estos se dan la vuelta el actor les espeta: Nadie va a creerte. O cuando entra en un restaurante y roba patatas fritas a cualquier comensal repitiendo de nuevo: Nadie va a creerte o como cuando se presentó en las obras de la nueva sede de The Poets House en NY ataviado con un gorro de albañil y se puso a recitar un poema de Emily Dickinson ante la atónita mirada de los obreros...

A Murray la critica no le empezó a tomar en serio o algo parecido hasta que apareció en Lost in Translation de Sofia Coppola, film que gozó en su día de mucho prestigio y que reconozco no me entusiasmo más allá de la interpretación de Bill Murray. Pero el actor debe su fama a cuando a principios de los ochenta lo petó con los alocados flilmes dirigidas por Harold Ramis. Muchos años después de la mano de Wes Anderson apareció en unas cuantas películas que han tenido siempre un aura divertida y el apoyo de cierto sector crítico. 


La autora del libro apunta que Murray tiene la habilidad de haber elegido a lo largo de su carrera jugosos papeles secundarios casi cameos provistos de diálogos certeros que le han hecho la aparición estelar de la película en cuestión. Especialmente destacados los de Ed Wood (Tim Burton) o  Craddle Will Rock (Abajo el telón) de Tim Robbins y absolutamente disparatado pero con un encanto singular el de Space Jam donde hace de si mismo. En realidad según la crítica siempre hace de si mismo a lo que el actor responde que es lo más complicado que hay en la vida. 

Uno de los aspectos más interesantes de Murray es su carácter huidizo e imprevisible. Tras el pelotazo con los Cazafantasmas en 1984 desapareció del mapa cuatro años, algo poco habitual, por no decir inaudito. En pleno éxito y cuando podía haber seguido la inercia de esa película se piró a Francia a estudiar Filosofía y a vivir sin prisas, sin llamadas telefónicas, ni nadie que le diese la brasa. No recuerdo desde cuando no tiene agente pero una de sus máximas es: Las personas que realmente tienen interés en ti acaban encontrándote tarde o temprano. Rock´n roll!!!!