Uno de los aspectos más divertidos y en ocasiones gratificante de mi trabajo es recomendar novelas a los clientes. Una de las que con más entusiasmo nombro es Un millón de gotas de Víctor del Árbol. Este autor, que ha tenido mucho éxito en Francia y que poco a poco se está haciendo un nombre en el panorama literario hispano, ha escrito una novela esplendorosa sobre la condición humana y sus miserias y contradicciones.
La novela tiene un arranque portentoso últimamente condición prácticamente indispensable para que un servidor continúe leyendo pero eso puede ser un fallo mío que tal vez debería de ser más paciente. Un millón de gotas no se limita a un inicio espectacular, ni mucho menos, mantiene un nivel similar en sus casi 700 páginas. Es como esas grandes novelas de Dostoyevski, Tolstoi o Gorki plagadas de personajes. Es un trabajo ambicioso con una compleja trama pero por encima de todo maravillosamente escrita. Los personajes resultan creíbles y la trama también lo cual no deja de ser perturbador.
La trama recorre la vida de unos cuantos personajes desde el año 1933 hasta 2002. En ese periodo de tiempo el autor nos habla de sucesos como la Guerra Civil, la lucha entre alemanes y soviéticos y se detiene especialmente en la Rusia de Stalin y en aberraciones tales como los campos de trabajo de Siberia y concretamente en las personas que fueron enviadas a la Isla de Nazino. No tenía información sobre este lugar y lo que allí sucedió es otro de los episodios más lamentables de la historia de la humanidad.
Leo en la biografía del autor que Víctor del Árbol trabajó veinte años como policía autonómico de Cataluña pero yo creo que este hombre era un escritor que trabajo de policía y no al revés. Mi fascinación por esta novela viene de lo que cuenta y de cómo lo cuenta. En alguna entrevista he leído al autor comentar que su pretensión era que el lector fuese una persona distinta tras finalizarla, que le removiese de tal forma que se plantease numerosas cuestiones y conmigo lo ha conseguido de largo.
Aquí la sipnosis.