Pasé una buena época de mi adolescencia y más leyendo compulsivamente todo lo que caía en mis manos de Stephen King. Supongo que como muchos adolescentes de todo el mundo. Recuerdo que una profesora de literatura del instituto no le tenía demasiado aprecio a la literatura de este hombre. Es más para ella no llegaba ni siquiera a esa categoría. A mí sin embargo siempre me gustó. Disfruté como un enano con las lecturas de entre otras La zona muerta, Ojos de fuego, Ojos de dragón o Misery. Y uno de mis libros favoritos es Rita Hayworth y la redención de Shawshank. Y por supuesto la maravillosa película que se basó en este libro, Cadena perpetua.
La prosa de King es efectiva, sencilla y entretenida, muy entretenida. Muchas veces este adjetivo es usado de forma peyorativa. Entretenida sin más, se suele escuchar. ¿Cómo qué sin más? El entretenimiento es básico y este hombre sabe como proporcionarlo. Y tal vez al afrontar las novelas de esa forma, con esa bendita pretensión, la de entretener me refiero, consigue eso y mucho más, logra que reflexiones sobre muchas cosas que suceden en este mundo.
Pero, bueno está claro que para buena parte de la crítica seria King no es nadie. Su pecado vender muchos libros. Y repetir muchas veces la misma fórmula. ¡Ni que fuese el único! Siempre me ha parecido que Stephen King es a la literatura lo que los Ramones o AC/DC al rock´n roll. Precisamente junto con Marah dos de sus bandas favoritas e imprescindibles también para mí. Lo último que se de él es que está preparando un musical con John Mellencamp. ¡Stephen King además de escribir bien rockea!