Me acabo de calzar Sweet Oblivion y Dust así seguiditos. Dos
de los discos que más he pinchado en mi vida pero que hacía un tiempo que no
escuchaba. En realidad no demasiado tiempo porque Screaming Trees son una de
esas bandas en cuyo legado los años no han hecho mella. Todo lo contrario. Les
han engrandecido. Por lo menos a mis oídos. Son una banda fundamental, sobre
todo esos dos discos. Hace años tal vez mi favorito era Dust. Hoy en día no
puedo hacer distinciones, los adoro por igual. Mientras los escuchábamos Susana
no hacía más que decirme qué bueno es este tema,es mi favorito, llegaba la
siguiente y decía que era esa y luego el otro y el otro. Brutal.
Mientras sonaba Dust estaba leyendo la entrevista con Gary
Lee Conner (tramposamente indicada como Screaming Trees) en Popular 1. Está muy
interesante y en ella Gary señala que la época en la que grabaron Dust fue la
más conflictiva para el grupo. Tardaron mucho en finalizar el disco y
prácticamente estaban todo el día a la gresca. Pero madre mía lo que salió de
todo aquel caos. Es gracioso lo que cuenta Gary sobre el mellotron que suena en
varios temas (por cierto ejecutado por Benmont Tench). En un primer momento a
Gary se le llevaban los demonios cuando escuchaba el mencionado instrumento en
las mezclas pero al final acabo reconociendo que el productor Drakoulias sabía
muy bien lo que se hacía y todos los arreglos que se le ocurrieron no hicieron
más que beneficiar al disco.
Dust despierta en mí la poderosa nostalgia y cierta
melancolía ligada a momentos muy concretos de mi vida pero por encima de todo
es una imponente colección de canciones que el tiempo no ha hecho otra cosa que
glorificar más.Le comentaba a Susana el otro día medio en
broma medio en serio para polemizar que los discos de los Screaming Trees
aguantaban mucho mejor el paso del tiempo que algunas otras obras de grupos más
famosos de su generación. Todos sabemos quiénes son. Es una percepción y como
siempre cuestión de gustos al fin y al cabo. Pero a ver quién es capaz de
resistirse a este álbum. Las diez canciones son excelente y la producción de
George Drakoulias digna de mención.
Aunque todos los temas sean buenos, de hecho como he escrito
antes es la clase de álbum que según van sonando todas te van pareciendo tus
favoritas, algunas canciones directamente te traspasan: Sworn and broken, Look
at you, Traveler… Difícil igualar eso. Vale, he elegido tres medios tiempos.
Ok, no problem. Te puedes dejar llevar igualmente por las intensas Halo of
Ashes, All I know o Make my mind. Y para finalizar hay que subir el volumen y
escuchar atentamente la despedida con esa Gospel Plow. Por cierto, alguna vez
he mencionado que Barrett Martin es uno de mis baterías favoritos del mundo
mundial. Pues eso.