A priori la sala de arriba del Kafe Antzoki no parece el lugar más adecuado para conciertos pero goza de un excelente sonido y un ambiente intimo y acogedor e incluso ayer sazonado con pinchos para el personal. En ese pequeño escenario había tenido la suerte de gozar de los bolos de Marcus Bonfanti y The Black Halos. Ayer se sumaron a la lista Nicole Atkins y Dylan Leblanc. Iba más por ver a Nicole Atkins cuyo último disco Goodnight Rondha Lee me ha cautivado en las últimas semanas. A Dylan Leblanc le escuché por primera vez en un podcast de Radio 3 (Guitarras para flotar) cuando buscaba información sobre Ray Lamontagne. Esas chulas conexiones musicales que te llevan de un artista a otro.
Nicole Atkins ofreció un corto pero intenso y emocionante concierto. En principio pensaba que venía sola en acústico pero afortunadamente Leblanc le prestó los músicos y la tipa se vino arriba en seguida con una excelente voz. Una de esas personas que parece cantar sin esfuerzo, llegar a todas las notas sobrada, a la que le sale todo de forma natural, fácil. Cayeron unos cuantos temas de su último álbum, yo diría que las cuatro primeras. Y hubo de todo, medios tiempos contenidos, y un par de canciones furiosas con la banda ofreciéndole un soporte perfecto.
Dylan Leblanc saltó por los aires lo que me esperaba de él. Comenzó como un jodido huracán, en plan Neil Young desatado y en esa tesitura se movió buena parte del concierto. También se abandonó a desarrollos instrumentales más atmosféricos y tranquilos y en las dos vertientes me gustó mucho. Terminó con su tema Cautionary Tale que es uno de los primeros temas que escuché de él. La banda The Pollies ofreció un soporte sonoro perfecto tanto a Atkins como con Leblanc con batería, guitarra, teclados y cello, ahí es nada. Y se apreciaban todos los instrumentos. Cada vez disfruto más de estos conciertos en las distancias cortas.