La Santísima Trinidad. Al menos en mi casa. No recuerdo un día sin risas y sin intentos de danza y baile (aunque sean furtivos). Durante la pandemia incluso el asunto con el cante se me fue de las manos. Pero no hubo damnificados ni traumatizados. Al menos eso parece. O disimulan muy bien. En cualquier caso cuando vienen mal dadas (y la muerte de un ser querido es la peor de las tesituras) suelo recordar al finado evocando su sonrisa, su intentos de baile y sus ocasionales cánticos. Y he utilizado finado porque esa palabra se la escuché a mi tío en más de una ocasión. Y siempre en un contexto de risa. Conectaba mucho con su sentido del humor. Nos retroalimentábamos ja ja.
Se me agolpan muchos recuerdos de la infancia pero también de la edad adulta. Durante muchos años mis padres y mis tíos tuvieron a medias un negocio familiar y nos juntábamos a menudo en Navidades en la casa de unos o de otros. Predominaban las risas. Me lo pasaba pipa con mis primas y mis tíos. Siempre. El año que por lo que sea no estábamos juntos lo echaba de menos. En más de una ocasión terminé viendo una peli a altas horas de la madrugada con mi tío cuando ya casi todo el mundo se había ido a la piltra. El cine era otro de nuestros puntos de unión. Me acuerdo una tarde en Castro dando una vuelta y tomando unas cañas hablando mucho tiempo de cine. Evocando escenas de las películas de Berlanga con las que nos partíamos de risa. Plácido, El Verdugo y unas cuantas de La Vaquilla con la que nos desternillábamos y que también recuerdo ver juntos. Especial desternille con aquella en la que en plena contienda por los altavoces de las trincheras se escuchaba en la España de Franco el menú es y decían unos jugosos manjares mientras en el bando republicano apuraban unas latillas de sardinas ja ja.
En asuntos cantarines mi tío solía venirse arriba en bodas y celebraciones diversas apurando temas de Los Brincos y unas cuantas canciones clásicas del rock´n roll de los cincuenta y sesenta castellanizadas y popularizadas por bandas nacionales. Disfrutaba cantando la versión castiza de Sumertime Blues esa es la que más recuerdo, una interpretación apasionada y contagiosa igual que su risa. Era de esas personas que cuando reía la onda expansiva de sus carcajadas llegaba muy lejos. Me gusta recordarle así. Incluso diez días antes de morir le vi, y aunque ya estaba muy débil en esencia le reconocí, con ganas de salir adelante, con esas pinceladas de humor y agradeciendo mi visita. Le dije que le queríamos mucho y el me contestó: Nos vemos . Y estaba seguro de que así sería.