Hace unos meses estaba escuchando la cadena Ser, creo que era el programa A vivir que son dos días en el que de vez en cuando charlaban sobre series televisivas. Se disponían a analizar el polémico final de Los Soprano. En cuanto escuché lo que iban a hacer apague la radio porque no quería que me reventasen el desenlace. Afortunadamente en estos meses nadie me había desvelado el final de la serie y la pasada semana finiquité la mejor serie de televisión de la historia.
La última secuencia es una estampa de la familia que disfruta de un momento de paz y buen rollo tras pasar por todo tipo de situaciones. En un restaurante pequeño están Tony, Carmela y el ya no tan pequeño Anthony. Se intercalan planos de las personas que están en el local. Piensas que cualquiera de ellos se va a levantar de su sitio y le va a volar la tapa de los sesos a Tony. Incluso estuve casi seguro de que así sería cuando la cámara muestra un plano de un tipo que entra al baño. Me vino a la mente la escena de El Padrino en la que Michael Corleone mata al policía corrupto y a Sollozo. Pero no, no hay homenaje a la peli de Coppola. Es un final abierto que no cambia mi opinión sobre la serie. Posiblemente la mejor serie de la historia.
El final de Los Soprano causó estupor en muchos hogares estadounidenses. Fue seguido por millones de personas de las cuales muchas pensaron que se había ido la señal por unos segundos ya que termina con un plano medio en el que se ve a Tony Soprano disfrutando de una comida. Tony mira hacia la puerta por donde suponemos que va a entrar su hija a la que en montaje paralelo hemos visto maniobrar hasta aparcar correctamente el coche. Corte brusco a negro. Difícil dejar contentos a tantos seguidores.