Reconozco que me siento muy cómodo en el género negro. Tanto en el cine como en la literatura me ha proporcionado entretenimiento a raudales (que no es poco) y en las mejores ocasiones incluso respuestas a interesantes cuestiones. Es un cajón en el que caben muchas variables. La última novela que me he leído es Adiós en Azul a la que llegué enredando entre las novedades del género en la biblioteca de mi pueblo. Leí en la contraportada que su autor, John D. Macdonal es el creador de The Executioners, la novela en la que se basaron las versiones cinematográficas de El cabo del terror y El cabo del miedo y con ese dato y leyendo la sipnosis pensé que sería adecuada para mis frecuentes viajes en metro. Y acerté.
Adiós en Azul tiene los componentes clásicos del género. Esos lugares comunes en los que sentirse como en casa. El caso que nos presenta no es lo más atractivo del mismo. Es un gran Mcguffin, aquí lo brillante son las píldoras filosóficas que suelta su narrador y la propia vida de éste. De hecho esta novela inauguró una serie de más de treinta con Travis McGee como protagonista. Travis vive en un barco que ganó en una partida de póker y sólo trabaja resolviendo variopintos casos cuando anda mal de dinero. Una vida alejada de las tarjetas de créditos y las hipotecas, una existencia outsider respecto al común de los mortales.
La novela está escrita en una primera persona eléctrica que deambula por Florida entre sofisticados puertos, bares de mala muerte y promesas incumplidas. Las mujeres tienen un papel fundamental en la trama y su retrato, incorrecto y punzante es de lo mejor que he leído en este género. Una lectura sastisfactoria que me ha dejado con ganas de conocer más andanzas de Travis McGee. Perfecta para el verano.