Uno
de los subgéneros cinematográficos con el que más conecto es el gótico sureño
como lo llama un colega. Esas obras de autores del sur de Estados Unidos que
tienen unos cuantos ingredientes comunes y que fueron trasladadas a la gran
pantalla con empaque, eligiendo casi siempre repartos espectaculares y
guionistas y directores de prestigio. Richard
Brooks dirigió al menos dos películas que encajan en esta descripción. En
su día ya escribí algo sobre una de mis películas favoritas de todos los
tiempos: La gata sobre el tejado de zinc. No tan espectacular pero
recomendable de cualquier manera Dulce pájaro de juventud de nuevo
con Paul Newman como protagonista. Esos lugares comunes que mencionaba antes
suelen ser: patriarca sureño con gran autoridad y casi siempre cachondo, hijos
varones inútiles y ninguneados por el dueño de todo el tinglado, hijas rebeldes
con sueños imposibles en aquellos tiempos, y mujer sumisa incapaz de levantar
levemente la voz al gran patriarca. Es un trazo grueso en que caben múltiples
variantes.
Dulce pájaro
de juventud está basada en un texto de Tennesse
Williams, el referente del género.
Un tipo atormentado cuya vida y obra son apasionantes. Afortunadamente cuando
la industria hollywoodiense metió mano en sus textos los resultados fueron
excelentes. Desde luego en Dulce pájaro de juventud de Richard Brooks hace un trabajo estupendo. El primer acierto es el casting. Paul Newman estaban en plena forma
(realmente, ¿cuándo no lo estuvo?) y Geraldine
Page se come el papel de diva irritante con fantásticos resultados, Shirley Knight también está entonada
como la hija del patriarca miserable, un rol en el que el veterano Ed Begley está como pez en el agua. Con
todo el arsenal de exageración que tan bien viene a este tipo de papeles.
En Dulce
pájaro de juventud Paul Newman
da vida a un actor fracasado que de joven cometió el error de enamorarse de la
hija (Shirley Knight) del cacique
del pueblo (Ed Begley) que
utilizando artimañas de todo tipo alejó a Newman de su amor. Esa premisa sirve
de trampolín para hablarnos de muchas más cosas: la hipocresía de la sociedad
americana, la democracia en manos del cacique de turno, los sueños de juventud y
como en La gata sobre el tejado de zinc de asuntos tan habituales como
la vanidad, la mentira, la pérdida de la inocencia o la soledad. Todo ello
sazonado con tremendos diálogos de esos que recuerdas mucho tiempo después de
ver la película. Otro triunfo para el más grande, Paul Newman.