Algunas obras entran por los ojos. Lo primero que te llama la atención es la portada. Una imagen icónica que se te clava en las retinas. El primer paso está logrado. Pero todos sabemos que eso no garantiza nada. Al mismo tiempo cuando luego el contenido esta a la altura de todo lo que te has imaginado una triunfante sonrisa nace en tu interior para salir al exterior. Eso es lo que me ha sucedido con Londres después de medianoche, la primera novela de Augusto Cruz.
El arranque es muy atractivo. Un ex agente del FBI, Mckenzie es contratado ni más ni menos que por Forrest Ackermann para que localicé una copia de un film perdido de los años gloriosos del terror. La cinta en cuestión es una joya perdida del género protagonizada por el mítico Lon Chaney y dirigida por Tod Browning. Partiendo de esa premisa Augusto Cruz se inventa toda una historia muy bien contada que supongo tiene un tremendo trabajo de investigación al que le añade buena dosis de imaginación. Es una novela rocambolesca, inclasificable y que confieso en un momento dado he estado a punto de abandonar. Pero continuar ha merecido la pena.
El autor mexicano se inspira en un hecho real: Londres después de medianoche fue una película maldita de los años veinte. Todo aquel que tuvo contacto con la película sufrió alguna desgracia empezando por el propio Lon Chaney que murió poco después de protagonizarla, pasando por espectadores víctimas de incendios en su proyección en Londres, incluso con un sujeto que degolló a su novia aduciendo que fue impulsado por la imagen del vampiro Chaney... En fin que la pelìcula tiene una aura más que siniestra.
Augusto Cruz se sirve de estos elementos para crear una obra absorbente e inquietante en la que mezcla géneros con soltura. Se percibe el toque de la novela negra clásica, la clara inspiración del cine de terror e incluso una vocación aventurera. Dependiendo de donde se desarrolle la novela, Los Angeles, Nueva York o México cada parte tiene su propia personalidad. En un momento dado en la parte mexicana parece que Cruz haya acudido al peyote para inspirarse. De las dos personas que me comentaron que se habían leído el libro una me explicó que ciertas situaciones le sacaron de la novela, resultandole muy extrañas y la otra me dijo que le encantó. Al final, insisto mereció mucho la pena llegar al final.