Pero si nos remontamos a principios de los noventa no había ni tanta cantidad ni tanta calidad, al menos así lo recuerdo. Salvo honrosas excepciones, como por ejemplo Doctor en Alaska. Una serie diferente, atípica que estuvo nada menos que 6 temporadas en antena cosechando muy buenas críticas y el favor del público tanto americano como europeo.
Me enganché a esta serie gracias a mi hermana que la seguía de forma habitual. Al principio he de reconocer que no me enteraba de nada, me parecía demasiado surrealista y con un peculiar sentido del humor que no siempre captaba. Pero fue prestarle un poco de atención y cautivarme poco a poco hasta convertirse en una de mis series favoritas de todos los tiempos.
Es curioso que partiendo de una premisa tan sencilla como oponer lo rural a lo urbano y la cultura de un judío de Nueva York a la de los habitantes de un pequeño pueblo de Alaska se consiga un resultado tan espectacular. La serie creada por Joshua Brand y John Falsey debe su éxito a unos imaginativos guiones y a un trabajo interpretativo excelente. Estos dos tipos estudiantes de literatura se estrujaron bien los sesos para idear desternillantes tramas que me alegraron muchas madrugadas veraniegas. Y todavía de vez en cuando recurro a esta serie que no caducará jamás.