Cuando tengo la suerte de
que en mi casa aterriza una de esas jugosas box sets de mis músicos favoritos
pasa un tiempo hasta que le saco partido. Suelen ser cuatro o cinco cds con
mucha música a la que hincarle el oído. A veces es necesario meses o años hasta
que absorbes todo su contenido. Algunos de mis cofres favoritos son el Five guys walk into a bar de los Faces,
la caja verde que recoge el periodo 70-77 de Lynyrd Skynyrd o la monumental Unerheart de Johnny Cash. A no ser que
estés obsesionado hasta límites insospechados y escuches todos los días desde
que llega a tu casa algo de la mencionada caja. Justo lo que me ha sucedido con
The
man who invented soul de Sam
Cooke.
Hace un par de años me
introduje en el universo Cooke. Un amigo me pasó el estupendo recopilatorio Portrait
of a legend que actúo de cebo para perder la chaveta por la música de
este hombre. Lo quemé tanto que me interesé por su discografía. Barajé varias
opciones y bien asesorado me decidí por la caja que luce ahora en mi salón y rara
vez abandona el equipo de música. Además tuve la suerte de encontrarla a un muy
buen precio: 16 euros. El tamaño y presentación es similar a la de los Faces. Cómoda de manejar y con un
libreto en el que se repasan algunos aspectos de la trayectoria de Sam Cooke.
A pesar de que este hombre
fue asesinado cuando tan solo tenía 33 años ya le había dado tiempo a grabar
mucho material. Son cuatro cds que recogen varias facetas de este sujeto. Cooke
no fue un tipo que se limitase a seguir los dictados de una discográfica y
poner al servicio de ésta su inigualable voz. Fue mucho más. Era compositor,
arreglista y el primer negro en tener el control total sobre su obra. Fue un
pionero en una época chunga a más no poder para los negros. Un espejo en el que
se mirarían futuras generaciones y músicos de su época como Otis Redding que le idolatraba. El
carácter rompedor está ahí. Se puede tirar de hemeroteca, contrastar fechas y
demás y determinar que junto a Ray
Charles, Cooke es el inicio del soul. Y eso tiene su importancia. Pero
palidece ante lo verdaderamente importante: unas canciones inmensas ejecutadas
con la mejor voz que puedas imaginar.
Como he señalado la caja
se hace eco de todas las facetas musicales que manejaba Cooke. Podía ser tan
buen crooner como Frank Sinatra, cantar
blues como el mejor del género o desgañitarse y poner a un auditorio a sus pies
rockeando duro. Su voz se adaptaba a múltiples tesituras y podía con todo. Los
dos primeros compactos recogen temas del periodo 1957-61. Lo que más me ha sorprendido
de estos dos primeros discos es que hay muchas canciones con un claro toque
crooner con tremendos resultados.
Desconocía temas como Don't Get Around Much Any More, Nobody Knows You When You're Down o Baby Won't You Please Come Home con los
que ahora flipo. Y por supuesto no
faltan sus clásicos como You send me,
Only Sixteen o What a wonderful World. Canciones pop que arrasaron. Y en el
segundo además de singles se incluyen cortes de sus discos My kind of blues, Swing
Low y Try a little love.
Si los dos primeros
compactos son muy buenos los dos que faltan se lo llevan todo por delante y
caes de rodillas ante tamaño poderío. En el tercero se incluyen temas de los
discos Twistin´ the night away y Mr Soul. Un filón para pobres
iniciados como yo. Lo apuntado anteriormente aquí es elevado a categoría
esculpido-en- piedra. 26 temas para perder la cabeza. Todas las facetas de este
tipo. Como comenta en el libreto interior Jerry
Butler te puedes encontrar con cantantes que estén cómodos en un rango vocal
pero que en el contrario sufran. Es raro toparse con un tipo que vuele libre en
ambos. Ese es Cooke.
El compacto 4 recoge integros los discos Night Beat y Live
At The Harlem Square Club. El primero está considerado una rareza en la
carrera de Cooke ya que entre otras cosas tan solo tiene tres composiciones
originales de Sam. El resto son versiones de gospel y blues, estilos a los que
rinde tributo. Se grabó en tres días en febrero de 1963. Desde el respeto a
esos géneros Sam canta mejor que nunca lo que equivale a lo mejor que hayas
escuchado en tu vida. Live At The Harlem Square Club merece
un post entero y sobre todo múltiples escuchas. Qué decir. Todos los directos
deberían de ser así. Cooke se parte el alma para cantar esas canciones. La
dulzura que conocemos sigue ahí pero también el desgarro y una energía
incontrolable alejada de la perfección de los arreglos de estudio. El local
donde se grabó era de un aforo pequeño (menos de mil personas). Los que vieron
y oyeron aquello no lo olvidarán en la vida.