Hace mucho tiempo que tenía la Primera temporada de The Wire en la recámara. Le reservaba un hueco en el que estuviese mínimamente en forma para seguirla y tenía las expectativas muy altas con esta serie. Había leído criticas muy elogiosas aunque nunca he profundizado demasiado en ellas por un lado porque me gustar sacar mis propias conclusiones y por otro porque es habitual que los blogs estén llenos de espoilers donde se revela la trama. Diego siempre me decía: The Wire, The Wire tienes que ver The Wire. Y tenía razón. ¡Vaya si la tenía! Tan sólo he visto la primera temporada y cuento las horas para que caiga en mis manos la segunda. Pero si la serie fuese así, es decir, esos 12 episodios de una hora ya estaría en mi top particular sin duda.
Y es que acudiendo a una manida y popuhead declaración The wire me ha volado la cabeza. El impacto que me ha causado esta serie es tremendo. Es como cuando te lees una gran novela. Ese vacío que te dejan las grandes obras que hacen que luego no sepas qué elegir. Afortunadamente aquí no hay esa duda porque la serie continúa pero insisto si solo fuese lo que he visto ya me parecería de lo mejor que he visto en mi vida en la TV. ¿Qué tiene The Wire para que me guste tanto? Todo. La serie es realista pero eso per se no garantiza nada. Es un plus si está tratada con respeto e implicación y aquí lo está. Uno de sus puntos fuetes es el magnetismo de sus personajes. Más allá del estereotipo y tópico (que también existe como en la vida misma) The Wire se lo toma con calma te presenta a todos ellos en relación a una trama en apariencia sencilla: la detención de un traficante de drogas en la ciudad de Baltimore. Y si se tratan estos temas con un mínimo de labor investigativa la mierda salta por los aires y salpica a todo el mundo. Es lo que sucede cuando lo que se sigue es además de la droga el dinero. Como siempre el puto vil metal. El hilo conductor del mundo.
The wire es muy diferente de todas las series sobre policías que he visto en la tele y también del resto de las series sobre todo en lo que se refiere a ritmo y pretensiones. A mí me entretiene a la vez que me hace pensar y me instruye. Me gusta como suceden las cosas, a su ritmo sin giros brusco ni trucos de guion. Los creadores juegan la baza de hiperrealidad y van a saco. Me parece un planteamiento atrevido y complicado de llevar a buen puerto. Aquí tanto los guionistas como los directores de cada capítulo saben pulsar las teclas adecuadas y tanto valor tienen los silencios y las elipsis como los diálogos y lo que se muestra. Del lado policial se detallan los entresijos de una investigación con minuciosidad y se reflejan los fallos, la falta de medios, los policías ojerosos, los vagos, los trepas…. y del lado criminal vemos su vida diaria contada al detalle, la miseria de los barrios pobres, el destino escrito para muchas de sus gentes pero también la posibilidad de escapar de ahí si te relacionas con la gente adecuada.