La relación entre la literatura y el cine ha sido tan tormentosa como fructífera. Algunas obras literarias han sido adaptadas con tino al cine y otras muchas han acabado en desastre. Lo mismo se puede aplicar a los escritores que han trabajado en el cine. Muchos se han sentido ninguneados en este medio y tan sólo trabajaban en él porque pagaban bien. Uno de ellos fue Raymond Chandler. El escritor nacionalizado británico recelaba bastante del invento de los hermanos Lumiere.
Curiosamente su primera adaptación al cine fue Double Indemnity (Perdición, 1944), sobre la novela de James M. Cain autor al que despreciaba tanto o más que al séptimo arte. Y su coguionista Billy Wilder también fue otro odio a primera vista. Sin embargo, eso no impidió que de esa colaboración surgiese una de las mejores películas que he visto: Perdición con Fred MacMurray, Barbara Stanwyck y Edward G. Robinson en los roles principales.
Pero hasta que la película se realizó el bueno de Wilder se las hizo pasar canutas a Chandler. Cuando éste le entregó al director el primer borrador del guión la respuesta de Wilder fue: "Sr Chandler esto es una caca". El judío Wilder haciendo amigos. Y es que no podía haber dos personas más diferentes en la misma habitación. El refinado y anclado en la concepción europea del artista, Chandler y el inquieto y americanizado Wilder. Uno sin experiencia en el cine el otro curtido en mil batallas y sabedor de todos los trucos.
Cuando se conocieron Chandler estaba tratando de superar su alcoholismo pero la experiencia con Wilder le hizo aferrarse a la botella con más fuerza. Años después Chandler confesaría que su trabajo con Wilder le había quitado unos años de su vida. Mientras colaboraban, el escritor norteamericano incluso envío una carta a los jefes de la Paramount quejándose del comportamiento del director. A pesar de todas esas peleas dieron forma a una de las cumbres del cine negro.