Desde que tengo uso de razón siempre me han gustado las películas de gansters. No sé de dónde viene esa fascinación por tales sujetos indeseables, siempre al margen de la ley, prestos a apretar el gatillo en cuanto alguien se sale de su peculiar código. Pero lo cierto es que desde los más sofisticados e impenetrables de El Padrino, pasando por los bocazas callejeros de Uno de los nuestros o Los Soprano, los extraños y místicos de Muerte entre las flores, siguiendo con los tirados de Donnie Brasco e incluyendo a los portorriqueños de Atrapado por su pasado. De esta última me apetece escribir hoy porque la he vuelto a ver sin que haya perdido nada de su encanto.
El embrujo sigue desde el día que la vi con Susana en una sesión a la una de madrugada en el Coliseo Java de Portugalete. Ver una película de este calibre a esas horas en la pantalla de un cine tiene un componente especial. Mi recuerdo es buenísimo y a día de hoy la tengo en la lista de mis favoritas de todos los tiempos y desde luego para mí el mejor film de Brian De Palma. A este director a menudo se le ha etiquetado como el más irregular y poco personal de los de la generación de los 70 (Coppola, Scorsese, Lucas o Spielberg) pero en su haber cuenta con aciertos tan rotundos como Atrapado por su pasado, El precio del poder o Los intocables de Elliot Ness.
Atrapado por su pasado me parece su mejor película por varios motivos. El principal es que en este film De Palma es capaz de sumar a su innegable manejo de las escenas de acción un brillante tratamiento de los personajes y un inusual acierto para las secuencias más intimas. A lo que hay que añadir que nos encontramos ante una de las cinco mejores interpretaciones de Al Pacino en su carrera (y eso es tela), a un Sean Penn tremendo y al despunte de dos actores que han dado mucho juego con los años John Leguizamo y Luis Guzman. Sin olvidar a la bella Pennelope Ann Miller perfecta también en su papel de Gail la novia de Carlito Brigante (Al Pacino).
El film posee la impronta del cine negro y varios de sus ingredientes más habituales. El más atractivo para mi es en el que se sustenta el film cuyo título en castellano nos lo explica perfectamente porque en efecto, Carlito Brigante (Al Pacino) es un tipo atrapado por su pasado que pesa como una losa y del que sabemos desde el principio que no se va a poder librar. Lo mismo que le ocurría a Jeff Baley (Robert Mitchum) en Retorno al Pasado y a tantos otros antihéroes del cine negro. El pasado del que no se puede escapar que te persigue hasta el final, mejor dicho que te lleva al final, a un sitio desde el que no puedes volver. La forma en la que De Palma nos presenta la película no es novedosa pero en su día generó polémica ya que en la primera secuencia del film vemos a Carlito recibir un disparo a bocajarro y a continuación ser trasladado en una camilla hacia las urgencias de un hospital. Está claro que la va a palmar. Pero entonces empieza a recordar y mediante un flashback se nos va a mostrar cómo llegó hasta allí.
Esta situación no es nueva en el cine. Nos acordamos de El crepúsculo de los dioses de Billy Wilder. Y funcionó. Aquí también. No es fácil sostener una película cuando el espectador conoce el final. Hay que tener muy claro qué se quiere contar y cómo hacerlo. Y desde luego De Palma lo tiene. Y nos regala un film lleno de secuencias memorables y que no decae en ningún momento. Las escenas de acción como esa en la que Carlito acompaña a hacer un recado a su primo y se ve en una emboscada en un oscuro bar, esa otra en la que Carlito tiene que echar de su discoteca al nuevo y chuleta gánster Benny Blanco y por supuesto la espectacular secuencia final, de un ritmo trepidante rodada en la Estacion Central de Nueva York. Tremenda. Un hombre que persigue su sueño que lo toca con la palma de la mano. Pero nunca coger un tren se complicó tanto.
Como contrapunto tenemos unas cuantas escenas intimas tan bien resueltas como las anteriores. Mi favorita es aquella en la que Carlito sigue a Gail a la academia de baile. Esta lloviendo y ve que el personaje de Pennolope Ann Miller entra en un edificio de grandes ventanales. Carlito opta por entrar en el de enfrente y situarse en la azoeta cubriéndose la cabeza con la tapa de un cubo de basura mientras observa con admiración a Gail. Podemos ver que el tío está colado por esa mujer y que su determinación de dejarlo todo merece más la pena si cabe. Muy bien contado e interpretado.
Al Pacino da con todas las claves para hacer creíble a su personaje. Un hombre forjado en las calles, de carácter y con una verborrea importante. Un traje para Pacino que se desenvuelve con soltura en todas las escenas. La evolución de su personaje nos resulta verosímil y es imposible no encariñarse con él y desear con todas nuestras fuerzas que se cumpla su sueño. También destacable el papel de Sean Penn (David Kenfield) el abogado de Carlito. Un autentico hijo de puta al que vemos venir desde el principio. Un hombre que ha trepado defendiendo a gansters y que poco a poco se ha convertido en uno de ellos. Encocado hasta las entrañas perdiendo por completo la perspectiva Sean Penn crea un personaje desagradable y asqueroso. El muy cabrón lo borda.