Si alguien busca conexiones musicales, discos comentados o algo similar tal vez este no sea su libro. No quiere decir que Mark no nos muestre su pasión por la música y por ciertos artistas (Jeffrey Lee Pierce, Johnny Cash o Nirvana) ni que no haya interacción y muy potente con otros músicos, desde sus compañeros de grupo, pasando por Kurt Cobain o Layne Staley pero lo cierto es que la adicción de Lanegan lo tiñe todo de negro. Parece que durante mucho tiempo no hubo un momento de paz en su vida. Todo se reducía a conseguir pasta para el siguiente pico. Y es desolador. Es gracioso ponerte ahora la actuación de Screaming Trees en el programa de Jools Holland y saber que hasta cuatro horas antes de la actuación Mark se había arrastrado por cualquier barrio chungo en busca de mandanga.
Lanegan no trata de vendernos la típica historia de sujeto proveniente de familia desestructurada caído en desgracia. No pone esa excusa y bien que podría hacerlo porque tuvo que lidiar con mucha mierda desde pequeño pero lejos de presentarse como víctima es como si nos dijese: Hola soy Mark Lanegan y soy escoria, no hago nada bien y ni te acerques a mi. El sentimiento de autodestrucción recorre buena parte de las páginas de este libro. Y a pesar de todo ello uno no puede evitar sentir más simpatía si cabe por este tarambana incapaz de darse cuenta del inmenso talento que tenía.
Es curiosa su historia con los Screaming Trees. Si esta banda significa algo para ti tal vez sientas ganas de haberle arreado un buen ostión al bueno de Mark porque el cabrón despotrica de la música que hizo con sus compañeros como si no hubiese un mañana. Aunque cuando conoce a Gary Lee la primera impresión es positiva en el sentido de que sabe apreciar el torrente creativo del guitarrista pronto se convierten en enemigos irreconciliables y por la boca de Mark sale de todo menos bonito. Congenia más con Van pero no tanto como para establecer una relación potable y si parece más cercano a Mack Pickerel, Barrett Martin o incluso a Josh Homme cuando el pelirrojo acompaño a la banda en la gira de Dust.
En cualquier caso el libro tiene valor literario. Si, si ,no se me está yendo la pinza amigos, Mark escribe realmente bien y es capaz de contar su autodestrucción de forma asombrosa. He leído alguna crítica literaria que compara algunos capítulos del libro con la prosa de Bukowski y desde luego juega en esa liga, en ese nivel, no tengo ninguna duda. Una vez que empiezas a leerlo no puedes dejarlo y te dejas llevar por el lado salvaje, muy salvaje y totalmente autodestructivo de Mark Lanegan.