lunes, 12 de agosto de 2013

Screaming Trees. Dust

Me acabo de calzar Sweet Oblivion y Dust así seguiditos. Dos de los discos que más he pinchado en mi vida pero que hacía un tiempo que no escuchaba. En realidad no demasiado tiempo porque Screaming Trees son una de esas bandas en cuyo legado los años no han hecho mella. Todo lo contrario. Les han engrandecido. Por lo menos a mis oídos. Son una banda fundamental, sobre todo esos dos discos. Hace años tal vez mi favorito era Dust. Hoy en día no puedo hacer distinciones, los adoro por igual. Mientras los escuchábamos Susana no hacía más que decirme qué bueno es este tema,es mi favorito, llegaba la siguiente y decía que era esa y luego el otro y el otro. Brutal.

Mientras sonaba Dust estaba leyendo la entrevista con Gary Lee Conner (tramposamente indicada como Screaming Trees) en Popular 1. Está muy interesante y en ella Gary señala que la época en la que grabaron Dust fue la más conflictiva para el grupo. Tardaron mucho en finalizar el disco y prácticamente estaban todo el día a la gresca. Pero madre mía lo que salió de todo aquel caos. Es gracioso lo que cuenta Gary sobre el mellotron que suena en varios temas (por cierto ejecutado por Benmont Tench). En un primer momento a Gary se le llevaban los demonios cuando escuchaba el mencionado instrumento en las mezclas pero al final acabo reconociendo que el productor Drakoulias sabía muy bien lo que se hacía y todos los arreglos que se le ocurrieron no hicieron más que beneficiar al disco.

Dust despierta en mí la poderosa nostalgia y cierta melancolía ligada a momentos muy concretos de mi vida pero por encima de todo es una imponente colección de canciones que el tiempo no ha hecho otra cosa que glorificar más.Le comentaba a Susana el otro día medio en broma medio en serio para polemizar que los discos de los Screaming Trees aguantaban mucho mejor el paso del tiempo que algunas otras obras de grupos más famosos de su generación. Todos sabemos quiénes son. Es una percepción y como siempre cuestión de gustos al fin y al cabo. Pero a ver quién es capaz de resistirse a este álbum. Las diez canciones son excelente y la producción de George Drakoulias digna de mención.




Aunque todos los temas sean buenos, de hecho como he escrito antes es la clase de álbum que según van sonando todas te van pareciendo tus favoritas, algunas canciones directamente te traspasan: Sworn and broken, Look at you, Traveler… Difícil igualar eso. Vale, he elegido tres medios tiempos. Ok, no problem. Te puedes dejar llevar igualmente por las intensas Halo of Ashes, All I know o Make my mind. Y para finalizar hay que subir el volumen y escuchar atentamente la despedida con esa Gospel Plow. Por cierto, alguna vez he mencionado que Barrett Martin es uno de mis baterías favoritos del mundo mundial. Pues eso.