Tres hombres viajan en un coche. Es de noche. El copiloto está recostado medio dormido, el que va atrás tiene la pinta de sujeto nervioso y el conductor luce unas ojeras que nos anuncian que la noche ha sido movida. Se escucha un ruido al parecer proveniente del maletero. Paran el coche, abren el maletero y el tipo nervioso asesta unas cuantas puñaladas a un hombre que yace moribundo. Los otros descargan sus pistolas contra el pobre diablo. Se han asegurado de que está muerto. No hay duda. De esta forma tan impactante comienza una de mis películas favoritas: Uno de los nuestros, Goodfellas en el original.
La violencia va a ser el eje por el que se guíe el film. Pero no es una violencia gratuita, tan habitual en otras películas norteamericanas. Aquí todo tiene una explicación. Todo responde a un código determinado. Al código mafioso ni más ni menos, explicado con todo lujo de detalles y sin miedo por Martin Scorsese.
Tras la secuencia inicial la voz en off del protagonista Henry Hill, magníficamente interpretado por Ray Liotta nos dice: “Desde que tuve uso de razón siempre quise ser un gánster”. Suena Rags to Riches de Tonny Bennet y nos espera un vibrante viaje por las peligrosas calles neoyorkinas. Un recorrido que abarca 25 años de la mafia (1955-1980) conducido con mano maestra por Martin Scorsese.
Un director que domina a la perfección el montaje. Su estilo nervioso e impulsivo le va como anillo al dedo a una película que se adentra en los bajos fondos, en el lado violento del sueño americano sin ningún remilgo. Aquí no hay miedo a nombrar la palabra mafia. Scorsese rueda la película de tal forma que casi parece un documental. Las costumbres, los anhelos, las celebraciones familiares son retratadas como si de un antropólogo se tratase por el pequeño director italoamericano.
Además del fabuloso estilo del director el film se beneficia de un reparto espectacular. El trío protagonista (De Niro, Liotta y Pesci) lo clava, a eso le llamo yo química, y la pleyade de secundarios encabezados por Paul Sorvino nos hace más creíble este relato. Lorraine Bracco se destapa con uno de los mejores papeles de su carrera.
Hay secuencias memorables en esta película. Ese inicio trepidante, la presentación de los personajes mediante un rocambolesca entrada en el Copacabana (rodada en un impresionante plano secuencia), la descripción de cómo preparaban la comida en la cárcel, la paranoia del protagonista encocado hasta las cejas creyendo que le persigue un helicóptero…Cine de alto voltaje. Irresistible. Post aparte merece la impresionante selección de canciones que conforman la banda sonora.
La película está basada en un guión de Nicholas Pileggi periodista neoyorkino especializado en la mafia que entrevistó al verdadero Henry Hill hasta construir un relato detallado y profuso de muchos de los aspectos de esta organización… No es de extrañar que Scorsese dijese tras leer la novela de Pileggi: Es el libro que he estado esperando durante años…
Una película que jamás me canso de ver y cuya sombra está presente en mucho cine posterior. Un film influyente y decisivo en la historia de este arte. Es fácil deducir que de esta espléndida obra nacen Los Soprano. De hecho muchos de los actores que participan en ella tienen un papel más relevante en la mejor serie de la historia.