viernes, 29 de junio de 2007

Descubriendo a Springsteen


Se ha escrito mucho sobre Bruce Springsteen. Hay millones de fanáticos de la música de este hombre. Allá donde vayas te encontrarás con alguno de ellos. Muchos te darán la brasa, te dirán que el Boss es único, que no hay nadie como él, que no tiene rival, que bla, bla, bla…Tal vez te hayas topado con uno de ellos y sólo por ese motivo odies a Springsteen. Te jode que no se hable en los mismos términos de otros que te parecen igual de buenos o incluso mejores: Neil Young, Tom Petty, Steve Earle o Tom Waits.

O tal vez no te hayas encontrado nunca con uno de estos talibanes del Boss. Nadie te ha atormentado con la música de Springsteen y has permanecido apartado de ella porque pensabas qué hay poco que rascar tras las barras y estrellas del Born in the USA. Ese era mi caso. En mi adolescencia jamás reparé en Bruce Springsteen. Para mi era uno más. Me gustaba su música pero no me seducía como lo hacían otros. No conectaba nada con la imagen que tenía el tipo en la época de Born in the USA y sus canciones no me hacían sentir nada especial. No conseguía identificarme, que al final es el camino más corto para que alguien te apasione.

La cosa comenzó a cambiar para mí con el disco menos apropiado para que algo así sucediera. Me refiero a MTV, plugged en el caso de Springsteen. Corría el año 92. Springsteen no estaba en su mejor momento por decirlo suavemente. Desde Tunnel of love habían pasado 5 años sin material nuevo y Human Touch y Lucky town supusieron la primera gran grieta en la discografía de este hombre. Aunque los discos entraron en las listas en los primeros puestos en escasas semanas empezaron una cuesta abajo imparable.

En esta tesitura Springsteen aceptó participar en el famoso Unplugged de la todopoderosa MTV. Se cuenta que el de New Jersey iba a actuar en acústico como todos los que habían pasado por ese programa y que cambió de opinión a última hora. Por supuesto nadie en esa cadena de televisión se atrevió a decirle nada. Se trata de un disco grabado sin los músicos de la E Street Band con un repertorio en el que se incluyen temas de sus denostados Lucky Town y Human Touch. Bien, mi hermana me regaló ese cd y he de reconocer que tuve que disimular mi escaso entusiasmo. Sin embargo, con el tiempo fui apreciando cada vez más canciones míticas para mucha gente, pero que a mi me habían pasado desapercibidas como Atlantic City o Darkness of the edge of town. Incluso me comenzaron a gustar y mucho Better days, Lucky town, Living Proof o I wish i were blind, por la que muchos seguidores de toda la vida de Bruce sienten náuseas.

A partir de ahí, comencé a prestar más atención a sus discos. Me hice con los que me faltaban (Nebraska y Darkness on the edge of town) y volví a escuchar con detenimiento The river, el mismo Born in the USA o Tunnel of love. Todos los discos me fueron atrapando. Existía un Springsteen más allá del cliché del horroroso vídeo de Dancing in the dark. Grandes canciones, pequeñas historias contadas con agilidad e interpretadas con vigoroso entusiasmo por la excepcional E Street Band. Una vez que te introduces en su música es difícil parar. Como en su día titulo la revista Popular 1 a uno de sus especiales sobre Bruce Springsteen: Conocerle es amarle.

Algún día escribiré algo sobre la edición 30 aniversario del Born to run porque eso merece un capítulo aparte. Lo que si puedo decir claramente es que Springsteen es tan grande como Waits, Petty, Young o Dylan. No está por encima de ninguno de ellos pero tampoco por debajo. Incluso sus últimos discos no desmerecen en absoluto. Tanto We shall overcome como especialmente Devils & Dust son dos referencias obligadas para cualquier amante del mejor rock americano. Springsteen, enchufado, Springsteen mucho más que el héroe de la clase trabajadora. Springsteen todavía y siempre, pese a quien pese.