domingo, 29 de septiembre de 2013

Dulce pájaro de juventud

Uno de los subgéneros cinematográficos con el que más conecto es el gótico sureño como lo llama un colega. Esas obras de autores del sur de Estados Unidos que tienen unos cuantos ingredientes comunes y que fueron trasladadas a la gran pantalla con empaque, eligiendo casi siempre repartos espectaculares y guionistas y directores de prestigio. Richard Brooks dirigió al menos dos películas que encajan en esta descripción. En su día ya escribí algo sobre una de mis películas favoritas de todos los tiempos: La gata sobre el tejado de zinc. No tan espectacular pero recomendable de cualquier manera Dulce pájaro de juventud de nuevo con Paul Newman como protagonista. Esos lugares comunes que mencionaba antes suelen ser: patriarca sureño con gran autoridad y casi siempre cachondo, hijos varones inútiles y ninguneados por el dueño de todo el tinglado, hijas rebeldes con sueños imposibles en aquellos tiempos, y mujer sumisa incapaz de levantar levemente la voz al gran patriarca. Es un trazo grueso en que caben múltiples variantes.

Dulce pájaro de juventud está basada en un texto de Tennesse Williams, el referente del género. Un tipo atormentado cuya vida y obra son apasionantes. Afortunadamente cuando la industria hollywoodiense metió mano en sus textos los resultados fueron excelentes. Desde luego en Dulce pájaro de juventud de Richard Brooks hace un trabajo estupendo. El primer acierto es el casting. Paul Newman estaban en plena forma (realmente, ¿cuándo no lo estuvo?) y Geraldine Page se come el papel de diva irritante con fantásticos resultados, Shirley Knight también está entonada como la hija del patriarca miserable, un rol en el que el veterano Ed Begley está como pez en el agua. Con todo el arsenal de exageración que tan bien viene a este tipo de papeles.


En Dulce pájaro de juventud Paul Newman da vida a un actor fracasado que de joven cometió el error de enamorarse de la hija (Shirley Knight) del cacique del pueblo (Ed Begley) que utilizando artimañas de todo tipo alejó a Newman de su amor. Esa premisa sirve de trampolín para hablarnos de muchas más cosas: la hipocresía de la sociedad americana, la democracia en manos del cacique de turno, los sueños de juventud y como en La gata sobre el tejado de zinc de asuntos tan habituales como la vanidad, la mentira, la pérdida de la inocencia o la soledad. Todo ello sazonado con tremendos diálogos de esos que recuerdas mucho tiempo después de ver la película. Otro triunfo para el más grande, Paul Newman.