miércoles, 20 de junio de 2007

Streets of New York






Hace exactamente un año a estas horas me encontraba junto a Susana en un cuarto del departamento de inmigración del aeropuerto JFK en Nueva York. Sólo pensaba en que habían metido mi pasaporte en una carpeta roja y se lo habían entregado a un policia que se encontraba frente a nosotros tras un mostrador bastante elevado para dejar claro quién mandaba ahí. El tipo parecía sacado de un película. Alto, rubio, con perilla pelirroja y brazos para ser un gran bateador de cualquier equipo de beisbol. Tras una interminable espera, que en realidad sólo duró 20 minutos, dijo mi nombre en voz alta y pidió que me acercará al mostrador. Me preguntó si había estado antes en EE.UU, si había tenido problemas con la policía y cuál era el motivo de mi viaje. Todo lo tranquilo que pude le conteste que nunca había estado en EE.UU, que no había tenido problemas con la policía jamás y que estaba allí para ir a ver a Tom Petty & the Heartbreakers y para pasar mi cumpleaños en la ciudad. El tipo me felicitó por mi cumpleaños y selló el pasaporte. De esta inquieta forma comenzó mi periplo por la ciudad que más ganas tenía de visitar y a la que más ganas tengo de volver: Nueva York.


Viajé a la Gran Manzana con grandes expectativas y todas se cumplieron con creces. Es más todo fue mágico. Desde conseguir entradas para el concierto de Petty en el Madison Square Garden a pasear por las calles de Nueva York entre la multitud en el perfecto anonimato. La ciudad que tantas veces ha sido retratada en el cine por Woody Allen, Martin Scorsee o Spike Lee, todos ellos con diferentes e interesantes visiones que comunicar, es un lugar que te atrapa por su familiaridad desde que tocas su asfalto. Por supuesto, si te centras en Manhattan lo más seguro es que reconozcas la mirada de Woody Allen, una mirada apasionada de alguien que adora su ciudad y ha sido capaz de mostrar su lado más romántico. Pero también hay lugar para el Nueva York más peligroso. Cuando la noche cae sobre Manhattan ciertas calles se vuelven peligrosas, como en toda ciudad grande. Algunas veces sin darte cuenta acabas en alguna de ellas y sales de ahí lo mejor que puedes.


Es difícil decantarse por una zona concreta. Tengo un memorable recuerdo del paseo por el puente de Brooklyn, de la zona sur con el impresionante City Hall y del Greenvich Village, allí donde Bob Dylan dio sus primeros pasos. Central Park merece una visita de un día completo y Tribeca y Soho son dos barrios con un encanto especial. En realidad cualquier rincón te resulta conocido. Lo has visto en alguna buena película y en unas cuantas malas también. La oferta cultural es tan apabullante que necesitarías meses para sacar una mínima parte del jugo a esa Gran Manzana. Yo ya estoy esperando la siguiente dosis.