domingo, 29 de junio de 2008

Matar a un ruiseñor

Hace apenas dos años una encuesta en Estados Unidos establecía que Matar a un ruiseñor es el libro preferido de los norteamericanos. Por delante de El guardian entre el centeno. Curiosamente ambas son las únicas novelas que han escrito Harper Lee y J. D. Salinger. Ambos se retiraron de la vida pública dejando estas dos atinadas radiografías de la sociedad estadounidense.

Es curioso como llegué a leer Matar a un ruiseñor. En una entrevista a Popular 1, Dave Wyndorf de Monster Magnet hablaba con mucho entusiasmo de esta novela y esto me hizo acercarme a ella. Decía Wyndorf que Matar a un ruiseñor continúa vigente y desgraciadamente en muchos lugares del mundo esto es así.

Siempre he asociado el verano a leer al menos una buena novela. A menudo en esta época del año releeo libros que me han proporcionado grandes momentos. Matar a un ruiseñor es una de esas obras perfectas, sencillas que te seducen por lo que cuenta y por como lo cuenta. El libro está narrado en primera persona por una niña de nueve años que mediante flasbacks nos cuenta un hecho que marcó su vida. En una pequeña localidad de Alabama, el padre de la niña, Atticus Finch es el encargado de defender a un hombre negro de violar a una chica blanca.

Más allá de esa premisa argumental, de ese caso judicial, Matar a un ruiseñor es una novela costumbrista, sencilla que combina historia, psicología infantil, aventuras e incluso misterio para calar hondo en la mente del lector. Una de esas novelas que no te cansas de leer y a la que además acompaña una soberbia película maravillosmente interpretada por Gregory Peck. Pero eso ya merece post aparte.