sábado, 28 de julio de 2007

Holding on to you, Sananda o Terence como te llames

Que lejos quedan los tiempos en los que las voces negras cargadas de soul, funky y blues dominaban los charts y gozaban de prestigio. Hoy en día la mayoría de artistas negros que triunfan lo hacen en el campo del hip hop (un estilo que jamás me ha llamado la atención) y un pseudo soul que no se acerca ni de lejos a los grandes del género.

Y es que a diferencia del rock, que se ha visto relegado a un plano más underground pero en el que puedes encontrar grandes bandas todos los años, el soul prácticamente no existe. Y curiosamente los pocos artistas que se acercan a este estilo con pasión y buenas interpretaciones son blancos: Mike Farris, Joan Osborne, Detroit Cobras.

Si hay un artista que echo de menos en este desolador panorama ese es Terence Trent D´Arby ahora Sananda Maitreya. Por varias razones. Porque creo que todavía no ha grabado su gran obra, porque tiene una voz prodigiosa y porque se le adivinan muchas cualidades para dejar boquiabierto al mundo. Sin embargo, tengo escasa fe en que Sananda nos vuele la cabeza con un material incendiario. Al parecer ahora vive en Milan y los músicos que le rodean son poco más que correctos.

En esta tesitura deseas que este tipo se rodee de músicos competentes, se acerque a un productor de garantías y grabe una obra que signifique un puñetazo en la mesa ante tanto desfile de modelito. Tal vez tengamos que esperar a que tenga la edad de Solomon Burke o Al Green para que algún productor avispado se dé cuenta de que hay una mina esperando a ser explotada. Mientras tanto seguiré pinchando Holding on to you hasta el juicio final, una canción que resume perfectamente de lo que es capaz este chico.

miércoles, 25 de julio de 2007

Alta fidelidad para el insomnio

Anoche no podía dormir. Acidez estomacal. Insomnio veraniego. Una potente combinación de ambas. De modo que a eso de las tres de la madrugada decidí levantarme y dejar de dar vueltas en la cama.

Llevaba un rato leyendo cuando decidí ver de nuevo Alta fidelidad, la película de Stephen Frears basada en la novela de Nick Hornby. Recuerdo que en su día la vi en el Serantes Kultur Aretoa de Santurtzi y me encantó. Y desde ese día le tengo un cariño especial. Puede que no sea una gran película, que sea algo irregular pero como los discos de los Faces tiene un encanto especial y momentos muy divertidos.

John Cusack es el verdadero artífice de la película. Colabora en el guión, coproduce y protagoniza el film ubicándolo en su ciudad natal, Chicago. Se rodea de varios amigos y rinde tributo a los viejos discos LP de música pop de los años '60 y '70. Cualquier melómano asiduo de las tiendas de discos (las pocas que quedan) se sentirá identificado con el personaje de Cusack. Por supuesto la banda sonora está a la altura: The Velvet Underground, Marvin Gaye, Stevie Wonder, Bob Dylan, The Kinks...

El protagonista es un treinteañero que tiene una tienda de discos y hace repaso a su vida a raíz del último y más fuerte desengaño amoroso. Su novia le ha dejado. A partir de ahí la película se construye sobre recuerdos ligados ineludiblemente a la música. Rob (John Cusack) ordena sus discos de forma autobiográfica y continuamente hace listas de canciones y Lps con sus compinches de la tienda encarnados por Jack Black y Todd Louiso.

Los momentos más conseguidos de la película son los que reúnen en la tienda de discos a los personajes encarnados por John Cusack, Todd Louiso y Jack Black. Este último es el típico actor que adoras u odias. No hay término medio. Estoy en el primer grupo, algunos de los momentos más hilarantes los protagoniza él. Como ese en el que le suelta a un cliente ¿Cómo puede ser que no tengas el Blonde on Blonde? El cliente se queda estupefacto y Jack Black continúa diciendo: Tranquilo todo está bien, aqui lo tienes, mientras le abraza haciéndole ver lo importante que es ese disco.

Además de Cusack, Black y Louiso aparecen en papeles secundarios Lisa Bonet, Catherine Zeta Jones, Lili Taylor, Joan Cusack y el gran Tim Robbins en un papel muy cachondo. Pues eso, cualquier momento es bueno para volver a deleitarse con una película que muestra de forma entrañable la pasión que unos cuantos sentimos por la música. Al fin y al cabo ¿quién no le ha grabado una cinta con unas cuantas canciones especiales para una chica?

domingo, 22 de julio de 2007

Let´s get it on, porque el sexo es mucho mejor que la política

En 1971 Marvin Gaye lanzó un órdago al capitoste de Motown, Berry Gordy. Quería grabar un disco alejado de la imagen de baladista y fabricante de hits que tenía entre el público norteamericano. El sello ejercía un férreo control artístico sobre los músicos y todas las decisiones estaban supeditadas a unas directrices concretas. Sin embargo, Gaye fue valiente, retó a Berry Gordy a la sazón su cuñado y grabó un disco que plasmaba su preocupación por la situación política y social de Estados Unidos.

En aquella época la vida de Gaye era una continua fuente de pesares. Con su pareja, Anna Gordy (hermana de Berry), con la Motown, con la preocupación por la salud de su amiga Tammi Terrell que finalmente falleció por un tumor cerebral…Esta tumultuosa época coincidía en el acercamiento de Marvin Gaye a los afroamericanos que luchaban por la igualdad de derechos civiles y con la simpatía que tenía hacia otras corrientes de la contracultura norteamericana. El regreso de su hermano del Vietnam ejerció de catalizador para que Gaye publicase esa maravilla titulada What´s going on.

El disco supuso la ruptura definitiva con un sonido y actitud escénica anterior. Donde había reinado la balada y el pop (con excelentes resultados, por cierto) aparecen ahora preocupación política, la guerra de Vietnam y la ecología. Todo un choque para sus seguidores y sobre todo para Berry Gordy que vetó el proyecto. Finalmente Marvin Gaye se salió con la suya y What´s going on salió a la venta como él lo había concebido. Un sonido espectacular, bebiendo del jazz y nutriéndose de precisos arreglos orquestales. Una obra conceptual que triunfó en los charts americanos.

Dos años después, Marvin Gaye grabaría otro disco conceptual consagrado esta vez a algo mucho mejor que la política: el placer sexual. En este album, Let´s get it on (1973) lo deja claro en el libreto interior el propio Marvin: I can´t see anything wrong with sex between consenting anybodies. Maravillosa declaración de principios. Como lo es la música y la forma de interpretar de Marvin. Una voz carga de sentimiento nos introduce en el primer tema del disco Let´s get it on, en una atmósfera irrepetible. Mi comienzo favorito de todos los tiempos: I've been really tryin, baby Tryin to hold back these feelings for so long, And if you feel, like I feel baby, Come on, oh come on...Let´s get it on.

Las ocho canciones de esta delicia rebosan sensualidad, incomprensión y lujuria, mucha lujuria. Gaye lo consigue a través de unas letras explicitas en muchas ocasiones, mediante una interpretación vocal que viene de otro mundo, y gracias a un entramado sonoro maravilloso coproducido con Ed Townsend. Emocionantes solos de saxo, percusión juguetona y arreglos orquestales al servicio de la canción y no al revés.

En una de las muchas charlas sobre música una vez le pregunté a Carlos mi compañero en la tienda de discos cuál era su disco favorito de Marvin Gaye y me contestó: Let´s get it on porque el sexo es mucho mejor que la política. Estoy de acuerdo.

sábado, 21 de julio de 2007

20 aniversario de Appetite for destruction

Olvidémonos por unos instantes de los Guns N´Roses actuales. Dejemos a un lado a Axl Rose con sus ridículas trenzas, su rostro embutido y lo que es más importante sin una canción digna que ofrecer desde hace ya demasiado tiempo. Viajemos al pasado. A hace 20 años, a la ciudad de Los Ángeles. Mejor dicho a las cloacas de la ciudad angelina. Allí habitan cinco tipos que viven como ratas. Pasan el día bebiendo vino barato y drogándose pero también quieren decir en alto unas cuantas cosas. Más bien lo quieren escupir en el rostro de la bienpensante sociedad norteamericana.

De esta forma se gestó uno de los debuts más impresionantes de la historia del rock: Appetite for destruction. Axl Rose, Slash, Duff McKagan, Izzy Stradlin y Steven Adler juntaron toda su experiencia angelina en un cóctel explosivo que aglutinaba rock´n roll clásico, hard rock sucio y una urgencia claramente punk. Y es que a pesar de que el sonido no encaja en el estilo en el que destacaron Sex Pistols, Ramones o The Clash su agresividad y la forma en que el grupo lo interpreta lo liga ineludiblemente a ese tipo de música.

El comienzo con la histérica voz de Axl Rose “Welcome to the jungle, we got fun´n games, we got everything you want…" nos lleva a un viaje por la parte mugrienta de Los Angeles a través de los tres pilares básicos, tal vez muy sobados, pero que en este disco vuelven a ser reales: sexo, drogas y rock´n roll. A raudales además. Las doce canciones del disco están al mismo nivel. No hay lugar para el relleno. Aquí nos encontramos a cinco músicos en la misma onda y con las mismas inquietudes.

A pesar de que las ventas del Appetite supera los 30 millones de copias le costó arrancar, al menos un año en Estados Unidos y algo más en Europa. Sweet Child O´Mine catapultó al disco a lo más alto de las listas yanquis y a partir de ahí otras como My Michelle, Mr. Brownstone o Nightrain hicieron posible que la a menudo blandengue década de los 80 finalizase con suciedad y provocación a mansalva. Bien entrado el año 90 llegó a mis manos el vinilo y a partir de ahí el huracán Guns N´ Roses barrió todo lo que pilló a su paso.

miércoles, 18 de julio de 2007

... Y Mike Farris nos guiará

El sábado 14 de febrero de 2004 Mike Farris nos hizo una visita a Bilbao. La sala Azkena fue el lugar escogido para un concierto del cantante de Screamin´ Cheetah Wheelies. Por supuesto, allí estábamos en primera fila como casi siempre Andoni, Ander, Susana y yo. Si desde el escenario alguien nos hubiese sacado una foto habría visto a cuatro personas felices con la actuación de un tipo que se sentó en un pequeño taburete acompañado únicamente por su guitarra acústica y ocasionalmente acompañado con otra guitarra por el técnico de sonido de la sala.

El concierto se basó en el disco Goodnight sun de Farris en solitario, intercalando algunas canciones de Screamin´ Cheetah Wheelis y unas cuantas versiones cargadas con toneladas de soul. Hubo momentos de verdadera risa, tal era la verborrea de Mike entre canción y canción y otros muchos de auténtica emoción e incluso perplejidad porque la voz de este tipo no tiene parangón. Si hay algún artista hoy en día que se pueda acercar a legendarios como Otis Redding o Sam Cooke, ese es sin duda Mike Farris.

Hace unos meses leí en algún sitio que Mike Farris iba a grabar un disco cristiano. Aquello fue peor que cuando me enteré de que Neil Young apoyó en unas elecciones americanas a Ronald Reagan. Tremendo. ¿Qué le habría pasado al bueno de Mike para que su inspiración se dirigiese hacia esos derroteros? Sin embargo, debo decir que enseguida aparqué mis prejuicios y me dije que me haría con el disco en cuanto saliese. Fue mucho peor cuando en una entrevista de hace unos tres años Mike comentó que iba a retirarse un tiempo para dedicárselo a su hijo.

Y es que cuando has visto a un cantante como Mike Farris sobre un escenario apabullarte con una voz increíble quieres que ese tío siga grabando discos hasta que se le caigan las cuerdas vocales. Los fanáticos somos así de sádicos. Ahora que estoy a punto de ver circular a una nueva criatura por mi hogar entiendo mejor su hiatus. Pero gracias a Dios (lo escribo así por respeto a Mike) ha vuelto, ha encontrado un motivo para seguir. Salvation in lights se titula. Ahora cree en Dios y nos lo quiere cantar. Y yo le voy a escuchar.

lunes, 16 de julio de 2007

MP3s, descargas y avaricia

Si hace menos de seis meses me dicen que iba a sucumbir de la forma más vil y ruinosa a las descargas en Internet y el mundo del mp3 me hubiese revelado de forma contundente. Habría esgrimido unos cuantos argumentos sentenciosos e innegociables acerca de la grandeza del formato físico (cd fundamentalmente, porque el vinilo es un reducto para verdaderos idealistas). No habría dado ninguna opción a mi interlocutor.
Llevo unos cuantos años comprando música, al menos 15 y desde que me independice mi colección de discos fue creciendo y creciendo hasta llegar a los inevitables y aburridos problemas de espacio. Sin embargo, a pesar de haber incrementado notablemente el número de cds siempre los disfrutaba uno a uno. Los escuchaba, tenía el libreto, los saboreaba. Soy de los que se leen los créditos, incluso hasta la sección de agradecimientos. Hay verdaderos tesoros por ahí, diseños imaginativos y juguetones que añaden un poco más de valor a lo verdaderamente importante: la música.

Desde hace unos meses, en cambio, he caido en uno de los pecados capitales: la avaricia. El desmedido afán de poseer más y más música que acaba grabada en un formato nefasto y apilada en las antiestéticas torres de cds. A veces ni me molesto en poner títulos. Estoy en el lado de los cafres, de aquella gente que no da valor a la música. Acumulando y acumulando material sin apenas saber lo que se tiene y sin degustar la música como lo solía hacer.

Pero todavía hay redención para mi, al menos eso espero. Hace un par de semanas, tras cinco meses sin adquirir nada, invertí en San Francisco Days una pequeña joya de Chris Isaak y en cuanto se publique Washington Square Serenade de Steve Earle lo tendré en mis manos. Hace años solía ir a tiendas de discos al menos una vez a la semana. Las manos me sudaban, el corazón me latía con fuerza, caminaba nervioso de un lado a otro por los pasillos buscando algo y encontrándolo siempre.


Años después incluso trabajé en el gremio. Al otro lado del mostrador recomendé con entusiasmo grandes discos como hacía el personaje de John Cusack en Alta Fidelidad. Incluso hice alguna amistad basada en la pasión común por la música y el cine. Conocí a compañeros que sentían parecida excitación a la mía a la hora de hablar horas y horas sobre la impecable carrera de Tom Waits, los desvaríos mentales de Tarantino o la imperturbable clase de Mark Lanegan. Y eso no tiene precio ni se apila en una torre.

domingo, 15 de julio de 2007

Rodion Romanovich Raskolnikov

A la hora de escoger una novela hay varias fuentes de las que guiarse. Hay quien se fía únicamente de ciertos suplementos literarios, otros recurren a algún amigo o familiar y hay quien acude a la Biblioteca pública de su ciudad y se deja llevar entre las estanterías buscando esa lectura que le atrape durante al menos unos días. Por supuesto muchas personas combinan esas tres fuentes y alguna más. Me encuentro entre estos últimos.

Siempre me gustó la sonoridad del nombre. Rodion Romanovich Raskolnikov. El protagonista de Crimen y Castigo, la mejor novela de Fiódor Dostoievski. Más concretamente siempre me fascinó como lo pronunciaba Ricardo un colega de mi primo Oscar de Arrabal de Portillo. Una de tantas noches veraniegas en las que combinábamos la ingesta de varias cervezas al amparo de la brisa castellana, Ricardo y yo hablábamos sobre música, cine y literatura. La Santísima Trinidad.

Una de esas noches, Ricardo me preguntó a ver si había leído algo de Dostoievski. Le contesté que no. Es más en aquella época no sabía ni quién era. Fue entonces cuando me comentó que tenía que leerme Crimen y Castigo. Su frase fue: Crimen y Castigo, Rodion Romanovich Raskolnikov, maravilloso, me dijo con una sonrisa contundente que me invitó a ponerme a la tarea en cuanto volví de vacaciones.

Pues bien, en aquel verano la forma en que Ricardo pronuncio el nombre de Rodion Romanovich Raskolnikov me bastó para atraerme a ese libro. Ni siquiera me habló del argumento, tan sólo fue el modo en que pronunció ese nombre. A partir de ahí algo se movió en mi interior y mucho más lo haría cuando comencé su lectura. Leí la novela compulsivamente, entre fascinado y turbado por sentir simpatía por un personaje de la calaña de Rodion Romanovich Raskolnikov.

Se trata de una obra psicológica en la que el autor nos sumerge en la inquietante psique de Raskolnikov. Alguien que piensa que la sociedad se divide en dos tipos de seres humanos; aquellos superiores que tienen derecho a cometer crímenes en pro del bienestar general y aquellos inferiores que deben estar sometidos a las leyes, cuya única función es la reproducción de la raza humana. Partiendo de esa base y creyéndose en el primer grupo, Raskolnikov idea un plan para matar y robar a una vieja usurera para solucionar sus problemas financieros y hacer un favor a la sociedad librándola de su maldad. Simplemente lo hace por una especie de justicia divina. El dinero de la vieja lo entrega a una familia necesitada, por lo tanto el crimen está basado en el desprecio que Raskolnikov siente por la vieja usurera, un ser malvado para la sociedad.

Dostoievski es uno de esos autores que bucea con una sierra eléctrica en el alma humana. No hay lugar para medias tintas. Cuando Raskolnikov se percata de que no es un ser elegido, que no es nadie especial, empieza la tortura más retorcida posible: la culpa. A partir de ahí quiere encontrar la redención y algo de esperanza en la salvación del alma humana. Y al final lo consigue. O eso creo entender. En fin, recomiendo conocer a Rodion Romanovich Raskolnikov. Es un viaje sórdido por la envidia, el remordimiento, la soberbia, la culpa. Carroña a mansalva.

miércoles, 11 de julio de 2007

Cheating at solitaire, un tributo de Mike Ness a la música de raíces americana

Cuando en 1998 Mike Ness anunció que iba a grabar un disco en solitario en el que rendiría homenaje a la música de raíces americanas muchos talibanes del punk rock se echaron las manos a la cabeza. Tantos como nos alegramos de que grabase algo así porque estábamos seguros de que iba estar a la altura de lo que Mike había hecho con Social Distortion. Y vaya si lo estuvo. Cheating at solitaire (1999) es una maravilla. Una deliciosa declaración de amor a una época, los 50 plagada de losers, grandes películas de cine negro y buena música a raudales. Y también una confesión del propio Mike sobre sus vivencias personales y sus convicciones más profundas.

Esta es la clase de discos en los que todo encaja. De principio a fin. Excelentes canciones propias, a cual más inspirada y una exquisita selección de versiones. Incluso el diseño rebosa clase por los cuatro costados. En la portada vemos un primer plano de Mike relajado con los ojos cerrados, su barbilla descansa en una mano y se observa la otra con la palabra love tatuada en los nudillos. Un claro homenaje al Harry Powell de La noche del cazador.

Las fotos interiores del libreto nos muestran a Mike Ness en varias poses chulescas. Un tío con clase. En la contraportada aparece de nuevo Mike apoyado en un precioso coche antiguo y con una guitarra acústica firmada por el mismísimo Johnny Cash. Al parecer, Ness coincidió con el Hombre de Negro en un estudio de grabación y le pidió que le firmase la guitarra. También quería que colaborase en el disco pero debido a la delicada salud de Johnny no pudo ser.

Y si el envoltorio es pura delicatessen (existe una edición en vinilo con un tema extra, Company C) qué puedo decir del contenido. Nos encontramos ante un músico tocado por la magia de Johnny Cash, Hank Williams y todo el country clásico, sin olvidarnos del blues y por supuesto del rock´n roll. Aquí el punk está en la actitud del cantante. Las once canciones que compone Mike Ness son de lo mejor que ha grabado en su carrera. Música imperecedera interpretada con pasión por unos excelentes músicos. Destacaría la colaboración de tres componentes de Royal Crown Revue: Veikko Lepisto al bajo, Daniel Glass a la batería en dos temas y por encima de todos Mando Dorame, cuyo saxo brilla en varias canciones: Misery loves company, Crime Don´t pay y sobre todo No Man´s friend.

Brian Setzer se hace cargo de la guitarra gretsch en Crime Don´t pay y Springsteen canta un par de estrofas en Misery loves company. Pero ambos son dos más entre unos músicos de estudio notables y en medio de un repertorio sublime tanto a nivel musical como literario. Me es dificilísimo escoger temas porque el nivel es altísimo. Las letras son pequeñas historias en las que Mike Ness desnuda su alma como en Charmed life: Some say it's the strong who survive, Sometimes I wonder if there's any truth to that at all, I've been lucky and that's a fact in a crazy world , I've led a charmed life (Hay gente que dice que es el fuerte el que sobrevive. Algunas veces me pregunto si hay alguna verdad en eso en algún modo. He tenido suerte y ese es un hecho en un mundo demencial. He llevado una vida fascinante.)

La que da título al disco Cheating at solitaire empieza con: You can lie to yourself, you can lie to the world, You can lie to the one you call your girl, You can humble yourself to the hearts that you stole, Wondering who's gonna love you when you grow old? (Puedes mentirte, puedes mentir al mundo, puedes mentir a la que llamas tu chica, puedes humillarte frente a los corazones que robaste, preguntándote quién va a quererte cuando seas viejo)

Entre poderosos solos de saxo a cargo de Mando Dorame, Ness canta con rabia en No Man´s friend: You don´t seem to be bothering anybody else now, but you´re really fucking with my mind. Por supuesto no podía faltar la referencia a uno de los iconos definitivos de los 50, es en Dope fiend blues: I tie myself off, shoot it in my veins, I feel like Marlon Brando and I've hid another day's pain, I'm goin' back where it's safe, goin' back to the womb, I find my mother's comfort, here in a needle and spoon. Insisto cada canción cuenta una historia y merecería un post. Queda pendiente.

Las versiones escogidas Send her back de Al Ferrier, Don´t think twice de Dylan, Long Black Veil que hizo suya Johnny Cash y You win again de Hank Williams no hacen nada más que añadir más valor histórico a esta grabación. Todas están interpretadas con verdadera devoción por Mike Ness y su banda, aunque destaca la versión de Hank Williams una canción mítica a la que Ness rinde un sentido homenaje.

El álbum está producido por el propio Ness y James Saez que también se hace cargo de la slide guitar, instrumento que adquiere un notable protagonismo en muchas canciones. Adoro la forma en que Mike consigue mezclar el rock, blues, folk y country. La slide, el saxo, guitarras acústicas por aquí algo de teclado por allá, un sonido preciso que te hace amar la música como si la estuvieses escuchando por primera vez.

Paul Auster


En la estantería de mi casa tengo desde el día que se publicó Viajes por el Scriptorium, la última novela de Paul Auster. En otra época de mi vida lo habría leído por lo menos un par de veces pero en esta ocasión ni siquiera lo he empezado. Reconozco que he leído algunas críticas que me han echado para atrás y tengo un recuerdo tan bueno de Brooklyn Follies que no quiero sumergirme en el universo austeriano con lo que barrunto que va a ser una obra menor.

Y es que desde hace años tengo la sensación de que la obra de este escritor y su propia persona ha estado sobreexpuesta a los medios de comunicación. En ese periodo la editorial Anagrama ha publicado numerosas obras de Paul Auster, equivalentes a determinados discos de rarezas de algunos músicos, sólo que con resultados bastante pobres. Y parece que el escritor norteamericano no ha hecho ascos a toda esa vorágine sobre su persona y obra.

No soy el típico snob que en cuanto algo se hace un poco popular reniega de ello. Nada más lejos de la realidad, de hecho creo que en el caso de Paul Auster, Brooklyn follies (2005) es junto a El palacio de la luna, Leviatán y La música del azar su mejor novela. Pero si es cierto que un cierto deja vu se hace patente cada vez con más fuerza en la narrativa de este hombre desde que publico Tombuctú en 1999. En cualquier caso todavía es capaz de firmar grandes obras como la mencionada Brooklyn follies o El libro de las ilusiones.

El próximo mes de septiembre Paul Auster formará parte del jurado del Festival de cine de San Sebastián donde además presentará su película La vida interior de Martin Frost basada en la vida de un personaje de su novela El libro de las ilusiones. Espero con ansias este nuevo reto austeriano. Ojalá se acerque a la maravillosa Smoke basada en un guión suyo. Aunque eso tal vez sea demasiado pedir.