domingo, 3 de agosto de 2008

La gata sobre el tejado de zinc

Siempre me han gustado los melodramas hollywodienses. Desde pequeño he disfrutado con un género que tiene bastante mala fama en ciertos sectores. En mi caso películas como Lo que el viento se llevó, Dulce pájaro de juventud, La loba, Con él llegó el escándalo o La gata sobre el tejado de zinc forman parte de mi aprendizaje. Esta última en concreto la habré visto sin exagerar más de 10 veces. Y todavía si en un zapping la encuentro me engancho a ella sin remisión.

La gata sobre el tejado de zinc está basada en una obra de Tennesse Williams autor cuyo universo atrae tanto como repele. Algunas de sus obras fueron llevadas al cine con tino. Una de ellas es sin duda La gata sobre el tejado de zinc. Richard Brooks adaptó, tomándose sus licencias, algunas propias y otras obligadas por la censura, con brillantez un texto rico y sugerente que contó con el respaldo de uno de los mejores actores de la historia: Paul Newman y con una Liz Taylor, bellísima e igualmente espléndida en su interpretación de Maggie La Gata.

La película se desarrolla a lo largo de una tórrida noche de calor en una población sureña de Estados Unidos. Allí se junta una familia para celebrar el cumpleaños de un patriarca al que le han dado la noticia de que no tiene un tumor y si una larga vida por delante. El hombre envalentonado se dispone a ser agasajado por su familia. Pero pronto nos damos cuenta de que no es oro todo lo que reluce. Que las apariencias, las mentiras y la hipocresía campan a sus anchas.

La película es un prodigio de diálogos llevados al límite y que cuentan con el material necesario para que no sólo te resulten creíbles sino para que te agarren por tus partes y no te suelten en toda la cinta. Paul Newman, Liz Taylor, Burl Ives o Jack Carson lo bordan como se suele decir coloquialmente. Entre mis momentos favoritos sin duda están los cara a cara de Newman y Taylor al principio de la película y los más salvajes y emotivos entre Newman e Ives al final de la misma.

Una de esas películas por las que los años no pasan, una acertada reflexión sobre el amor, las relaciones paterno filiales, la codicia, la envidia, la mendacidad, sobre la vida en definitiva con una música excelente a cargo de Charles Wolcott. Siempre me encantó el tema con el que se inicia la película, un suave piano, batería y justo cuando sale el título Cat on a Hot Tin Roof un maravilloso saxo....