Pues eso. Desordenadamente, sin plan, escogiendo al vuelo e intentando acertar aunque nunca se sabe. Mi vida laboral se mueve por esos derroteros y más que nunca vivo a la semana, casi, casi al día. Tiene sus inconvenientes y también sus retos, pocas ventajas pero no me voy a quejar porque hasta ahora había tenido mucha suerte, así que estadísticamente tenía que venir la vuelta, si o si. Enganchar un par de bajas casi seguidas de dos años en total era apuntar muy alto y ahora toca enfangarse en el barro. Es el camino que he elegido y tenía claro que antes o después iban a venir tiempos más complicados. Pero no desespero y tampoco lloriqueo. Podría ser peor, como decía Igor en El Jovencito Frankenstein, podría llover. Joder que aquí diluvia. Veremos.