martes, 18 de marzo de 2025

Ryan Adams. Star Sign

Aunque Ryan Adams esté sumergido en una gira conmemorativa de un disco editado hace veinticinco años el tipo sigue grabando música de forma compulsiva. Pocos artistas tan prolíficos se me ocurren. Podría competir perfectamente con Jim Lauderdale. Les salen las canciones a borbotones. Su creatividad está desatada. Y como el propio Adams comenta en la estupenda entrevista que le hace Silvia Beltrán para el Ruta 66 de este mes, el artista cree que su mejor momento está por llegar, su mejor concierto por ofrecer y la mejor novela por escribir. Esa una forma estupenda de vivir. Comparto su entusiasmo y como amante de la música vivo de esa forma. Es asombrosa la cantidad de música nueva que estoy descubriendo en los últimos años. De no creer. Nadie puede frenar mi entusiasmo. 

Una buena prueba del torrente creativo de Ryan es que el año pasado editó nada más y nada menos que cinco discos. Por supuesto, seguirle la pista es directamente imposible. Me quedé prendado con uno de ellos, Star Sign. Lo escuché compulsivamente a finales del pasado año cuando todavía no estaba en la dichosa plataforma en la que mi querida hermana me ha regalado una suscripción premium. No tengo ni idea cómo funcionan los entresijos legales para que un disco esté ahí pero ya era hora. Antes lo escuchaba en el tubo. Star Sign es sin lugar a dudas uno de mis discos favoritos de Ryan y por supuesto lo puse en mi Top Seventeen de 2024.

¿Qué hace que Star Sign sea tan jodidamente especial en mi hogar? La respuesta simple es que está repleto de grandes canciones. La más etérea, inexplicable y mágica es que remueve de forma misteriosa y altamente adictiva buena parte de mi ser. Incluso los celadores búlgaros sin estudios tenemos alma. Empezar un lánguido día como hoy, sin tener que ir al laboro, leyendo la entrevista antes mencionada en Ruta 66 y rescatar la que le hicieron Nat Simons y Anchel P. Sol para el Popular 1 de abril del pasado año mientras escucho todas esas atronadoras canciones ha sido una gozada. Disfrutar de un álbum de esa manera como si fuese la primera vez que lo escuchas, aunque sea la decimoséptima, es maravilloso. 

Me sucede a menudo que discos actuales que me vuelan la cabeza me remiten a otros que tengo en un pedestal en mi hogar. Emparento Star Sign con After The Gold Rush de Neil Young. Ahí es nada. Sónicamente tienen puntos en común. Por ejemplo la canción que da título al álbum de Ryan podría encajar perfectamente en la obra de Young. Te desarma igual que las del canadiense. Esa armónica con la que comienza marca el terreno de una forma prodigiosa y Ryan adopta un falsete fantástico que se apodera de ti. Las acústicas y el hammond envuelven todo de una forma elegante, reposada, hipnótica. Una canción colosal. Abundan en el disco. 

El álbum me ganó desde el principio porque Self Defense es una apertura excelsa. Musicalmente repleta de matices sonoros. Esos violines tan bien puestos, el piano añadiendo singulares detalles, las guitarras acústicas perfectamente compenetradas con los escasos pero singulares efectivos punteos de la eléctrica y unos leves arreglos de cuerda. Recomiendo escucharla con cascos o a todo volumen en el equipo de música. Es una pasada. So Lost empieza con el clásico rasgueo de guitarra que capta mi atención pero lo que me vuela la cabeza aquí es el bajo que hace su aparición de forma portentosa en el minuto 1:03 y a partir de ahí se convierte en el guía vital del tema que termina de forma exultante con una centelleante parte de piano acompañada por unos singulares coros. 

Darkness no hace sino aumentar el nivel de forma asombrosa. Una canción que podría convertirse en un clásico ineludible de su amplio repertorio. Perfectamente construida, de menos a más, con una cadencia lenta pero sin aburrir, dando espacio a que cada instrumento que se incorpora brille para formar un conjunto prodigioso. Y qué decir de la interpretación vocal de Ryan que alcanza su punto álgido al final con ese falsete tan delicado y oportuno envuelto en arreglos orquestales sazonados con unos punteos de guitarra eléctrica sencillamente geniales. De la oscuridad anterior pasamos a la luminosidad gracias a Shinin' Throught The Dark, de esos temas que se quedan a la primera y que cuenta con un acordeón la mar de molón que me hace pensar en aquel estupendo Countrysides de Cracker.  

Las seis canciones que quedan son igual de brillantes. Lo juro. Que me aspen si Tomorrow Never Comes no podría estar perfectamente en Nebraska de Springsteen y ojo que me imagino a Bruce haciendo una versión de este tema. Aunque lo más seguro es que ni lo conozca. Speeding Car es otra de esas canciones que podría ser un single perfecto, una de esas tonadas que de figurar en la banda sonora adecuada ganaría adeptos a borbotones. Pero no creo que Ryan esté pensando en nada de eso. Su única preocupación parece ser llenar este mundo con grandes canciones y lo está consiguiendo con creces. Añádanle al lote I Lost My Place, Be Wrong y Stay Alive. Las tres soberbias. Le voy a dar al play otra vez. Y van...

martes, 11 de marzo de 2025

Caballos Salvajes. Jordi Puyol Nadal

Los turnos de noche en el hospital son muy largos. Conviene tener cerca un buen libro. En un par de noches me he deleitado con la lectura de Caballos Salvajes escrito por Jordi Puyol Nadal y que se detiene en los cinco últimos años de la vida de Gram Parsons, indiscutible icono del country rock. El libro está construido a modo de biografía oral recogiendo jugosos testimonios de muchos de los que de una u otra forma colaboraron con Parsons, escribieron sobre él o músicos a los que la obra de Gram influyó de manera decisiva. Esas contribuciones son decisivas y la propia prosa y opiniones del autor del libro recogidas en la parte final son excelentes. Comulgo totalmente con su forma de ver el asunto.

Antes de continuar que nadie piense que descuido mis deberes profesionales. En cuanto suena un timbre o algún compañero me solicita para cualquier tarea acudo raudo y veloz, tanto que ni te lo creerías. Hay rayos que dejan menos estela que yo. Y mucho menos glamourosa. Glamour no le faltaba a Parsons. Eso piensan la mayoría de sus acérrimos seguidores, esos que podrían militar en una secta y que opinan que Gram prácticamente inventó un género el solito. Porque los hay. De eso también se da cuenta, y muy bien en el libro, tanto en las reflexiones finales del autor como en unos cuantos testimonios de los implicados. 

Cada capítulo del libro está estructurado de la siguiente forma; una introducción a cargo del autor en la que expone que ocurrió en un periodo concreto, seguida de los testimonios bien de los implicados o de las opiniones de autores o músicos conocedores de la obra de Parsons como Sid Griffin, Chuck Prophet, Jim Lauderdale o Mark Olson. Y no se hace redundante, sino todo lo contrario ya que el autor se limita a exponer los hechos y es gracioso comprobar como la película siempre varía según quién te lo cuente o a quién preguntes. Es un forma muy sencilla a la par que poderosa de contar una historia. 

Hay varios hechos claves en la vida y obra de Gram Parsons. Me centraré en los que más me han gustado y llamado la atención. Por ejemplo la relación entre Parsons y Keith Richards de la que mucho se ha escrito y especulado. No voy a hacer spoiler pero conecto mucho con las reflexiones que al respecto realiza el autor en la parte final del libro. Siempre planeará la sombra de Parsons en temas como Sweet Virginia o Wild Horses. En lo musical parece que había una conexión casi mágica entre ambos pero también esta por medio Mick Jagger y sus supuestos celos. ¡Mick celoso! ¡Eso no puede ser! Jamás de los jamases, ja ja. En todo caso el resto de la chusma le envidia a él.

Está muy bien contada la historia musical de Gram Parsons y Emmylou Harris. La perfecta compenetración musical entre ambos. De esta cuestión diría que hay consenso. Y basta escuchar cualquier tema que grabaron juntos para percatarse, de que en efecto, ambos habían nacido para cantar juntos. La muerte de Parsons dejo muy tocada a Harris pero la chica supo encarrilar todo su potencial en una carrera más que interesante. La parte en la que se glosa la creación de los discos GP y Grievous Angel está muy bien contada. Es curioso comprobar como alguien que hacía algo más que flirtear con las drogas fue capaz de sacar adelante dos discos espléndidos rodeado de varios músicos clave en la carrera de Elvis Presley como James Burton o Glenn D. Hardin.

Me han parecido especialmente atractivas y certeras todas las intervenciones de Sid Griffin, Barney Hoskins y Jim Lauderdale. Conecto totalmente con sus aportaciones en temas musicales y vitales. Hay reflexiones muy certeras sobre el tema de las drogas. Sobre su romantización, esa idea equivocada a más no poder de que ciertas sustancias incentivan y ayudan a crear... El final de Parsons como el de tantos otros está marcado por una adicción incontrolable que le privó de haber compuesto mucho más material del que hizo. Son también muy interesantes los apuntes sobre la vida de Parsons, un tipo que tenía la vida resuelta desde la cuna y como eso de alguna manera le marcó y no precisamente para bien o al menos no le supo sacar el innegable potencial que tenía esa situación. Voy ahora con las valiosas aportaciones de mis favoritos:

Sid Griffin

Experto en la figura de Gram Parsons, autor de una biografía sobre el músico y del guion del documental Fallen Angel de la BBC (que también en su día compre en DVD), Griffin es además componente del grupo The Long Ryders. Sus intervenciones son jugosas a más no poder e indudablemente certeras. Sid no duda sobre la grandeza musical y su influencia en el mundo del country rock y he descubierto gracias a el que Grievous Angel era el álbum favorito de Tom Petty.  Pero aunque le guste y mucho la música de Parsons no se muestra ciego y reconoce que Gram perdió mucho el tiempo y no supo sacar todo el jugo que tenía a su talento. Y se muestra claro y contundente sobre el abuso de las drogas y su romantización. Conecto totalmente con sus testimonios.

Barney Hoskins

¿Qué decir de Barney? Sin duda uno de mis escritores favoritos sobre música. Enormes sus libros Tom Waits, la coz cantante y Hotel California: Cantautores y vaqueros cocainomanos en Lauren Canyon. Aquí sus apariciones son colosales. Por ejemplo cuando se está tratando de la posibilidad de que Gram y Keith Richards grabasen un álbum juntos, Hoskins dice: En la neblina de los ópiaceos y la euforia de la coca, estoy seguro de que Keith lo decía en serio... No he podido descojonarme con tamaña aseveración. Pero para que el lector vea que no sólo me quedo con la mandanga, me encanta cuando Hoskins se refiere a Emmylou Harris como una persona crucial en el renacimiento de Gram Parsons

Jim Lauderdale

Todos los testimonios de Lauderdale demuestran el profundo y sincero amor que tiene Jim por la música de Gram Parsons. No cabe duda de que fueron una influencia decisiva en su profusa discografía. Y como estudioso de toda la obra de Parsons, Jim pondera y se deshace en elogios a los músicos que participaron en GP y Grievous Angel. Sabe muy bien que la grandeza de la música a menudo, casi siempre de hecho es un asunto de equipo. Varias personas dando lo mejor de sí mismo en unas buenas canciones. No puedo terminar sin referirme a que Jim Lauderdale es uno de los mejores compositores de la historia. Un tapado cuya carrera merece ser reconocida y no puedo sino declarar sin ningún tipo de rubor que Lauderdale superó a su influencia con creces y que ahí sigue grabando música maravillosa.  






lunes, 3 de marzo de 2025

A Complete Unknown

Ayer fui al cine a ver A Complete Unknown dirigida por James Mangold. Éramos muy pocos en la sala, no sé si porque elegimos la versión original subtitulada o porque la figura de Bob Dylan no despierta tanto interés, pero me sorprendió teniendo en cuenta que era el fin de semana del estreno. Me gustó la película. No me voló la cabeza que era lo que esperaba pero eso seguro que tiene que ver más con mis expectativas que con otra cosa. Siempre es así. En cualquier caso me parece un buen film, entretenido, que va de menos a más. La película cuenta con el beneplácito de Mr Zimmerman, por lo que teniendo en cuenta lo que le gusta al de Minnesota inventarse su propia vida, tiene hasta gracia. Las inexactitudes que cuenta el film en algún caso pueden hasta chistes del propio Dylan. Genio y figura. 

Me esperaba un film que cuidase al detalle todo el tema de la ambientación, vestimenta y esas zarandajas. Y así es. Habiendo visto varios documentales sobre Dylan te percatas de que la película recrea ese Nueva York de principios de los sesenta a la perfección. El reparto está espléndido, encabezado por un Timothee Chalamet que se mete en la piel del Dylan de esos años de forma prodigiosa en todos los aspectos; voz, gestos, incluso cuando canta las canciones de Bob. Espectacular. Atractiva y seductora a más no poder está Monica Barbaro en el papel de Joan Baez y perfecto Edward Norton en el de Pete Seger. Las actuaciones del elenco actoral es una baza ganadora. Los secundarios están también soberbios como es el caso de Dan Fogler en el papel de Albert Grossman o Boy Holbrook en el de Johnny Cash, con pocas apariciones pero de esas que no se olvidan. 

La película arranca con la llegada de un joven Bob Dylan al Greenwich Village. Un perfecto desconocido obsesionado con figura de Woody Guthrie al que va a visitar a un hospital. Incluso sobre esa historia hay dudas pero, ¿Cuándo no las hay estando Dylan implicado? Ja, ja. En realidad se puede poner en duda muchas cuestiones que se cuentan en el film pero eso en el fondo es igual ya que todas esas licencias no cercenan en absoluto el buen hacer del film. En cualquier caso si que creo que el guion podría tener más garra, haber indagado de una forma un poco más clara en la relación entre Joan Baez y Bob Dylan y haberle dado más cancha a la creación musical en la parte final, sobre todo en el papel que juega la banda que graba el disco Highway 61 Revisited y no tanto al conflicto que hubo en Newport por la electrificación de Dylan en el sacrosanto lugar del folk. 

Algo que consigue la película, al menos en mi caso, es tener ganas de volver escuchar a Bob Dylan. Hubo una época, a principio de los noventa en que le tenía en un pedestal y pinchaba su música menudo. Me compré unos cuantos de sus discos, me leí la biografía que escribió Howard Sounes y disfruté de lo lindo con el documental No Direction Home dirigido por Martin Scorsese. Cuando sonó en la película Like A Rolling Stone la volví a gozar como siempre, incluso en la voz de Chalamet. Sigue siendo mi tema favorito de Dylan. Después de ver la película a la noche acompañe la lectura del artículo sobre Blood On The Tracks escrito por Roberto León para Popular 1 con la escucha del mismo y me volví a deleitar con esa rodaja tan buena. Esa época podría dar para otra buena película, seguro que también estaría plagada de extraordinarias y rocambolescas inexactitudes cortesía de Mr Zimmerman