martes, 25 de agosto de 2015

Kirk Douglas. Yo soy espartaco

En Yo soy Espartaco, un nonagenario Kirk Douglas, de 95 años toma como base la gestación de Espartaco para hablarnos de una época  fascinante en la historia de Hollywood. Unos tiempos convulsos marcados a fuego por las nefastas listas negras que llevo a cabo el denominado Cómite de Actividades Anteamericanas. Uno de los damnificados por tamaña atrocidad fue Dalton Trumbo guionista represaliado por negarse a facilitar nombres al nefasto Cómite. Un tipo que perdió su empleo pero no su dignidad y que continúo trabajando en la sombra con diferente pseudónimos hasta que su nombre volvió a aparecer en los créditos de Espartaco gracias entre otros al tesón y la valentía de Kirk Douglas

Douglas recuerda con una prosa ágil y directa como actúo en aquella convulsa época. Y aunque como he mencionado antes Kirk toma como excusa explicarnos cómo fue llevar a cabo una de las mejores películas de la historia lo cierto es que pesa más el contexto. El asunto de la firma de Dalton Trumbo y las injusticias contra muchos que como Trumbo que se negaron a perder su dignidad ocupa buena parte de las páginas. Es entretenido a la par que didáctico. Nos muestra sucesos que jamás deberían volverse a repetir.

Pero no todo es política y compromiso como no podía ser menos hay buena parte de carroña. El habitual choque de egos en una película de tal envergadura era inevitable. Y me he echado buenas risas con las idas de olla de Charles Laughton, la constante socarronería de Peter Ustinov o el tormentoso de manual que parecía ser Laurence Oliver. Por mí ya le podía dar al bueno de Kirk por seguir contándonos los entresijos del cine clásico y todo lo que le rodea en un par de libros más. 


miércoles, 19 de agosto de 2015

Richard Price. La vida fácil

A rebufo de la repercusión obtenida por The Wire en todo los rincones del planeta incluso por estos lares unos cuantos escritores que ejercieron de guionistas en la serie han visto publicadas sus novelas con una publicidad extra. Y los resultados son buenos, muy buenos. Hace un par de años escribí algo sobre Sin retorno de George Pelecanos y en esta ocasión le dedico unas líneas a La vida fácil de Richard Price

Richard Price está considerado como uno de los mejores novelistas del género negro en Estados Unidos. Su fama reside especialmente en la construcción de unos diálogos realistas a más no poder y que parecen sacados de la calle según los expertos. Ese es un aspecto que no puedo cotejar pero lo que es cierto es que me resultan creíbles y son ágiles y certeros a más no poder. En esta novela son especialmente importantes y ocupan muchas páginas sin que el resultado se resienta.

La conexión con The Wire se palpa desde las primeras páginas aunque lo que se cuenta no tenga nada que ver. O tal vez todo. En La vida fácil al igual que en The Wire no hay prisas. Price parte del asesinato de un chico que una noche de juerga iba acompañado por otros dos colegas que se salvan y a partir de ahí el novelista nos cuenta los entresijos policiales para atrapar al culpable, el calvario que vive la familia del asesinado y el sentimiento de culpa y agobio de uno de los supervivientes todo ello enmarcado otra vez (faltaría más) en Nueva York. Y el el resultado es espléndido.

domingo, 16 de agosto de 2015

miércoles, 12 de agosto de 2015

martes, 4 de agosto de 2015

Cadena perpetua

Hace un par de noches me volví a enganchar a Cadena Perpetua. No es la primera vez. Ni la segunda. Siempre que la pilló en uno de los escasos zappings televisivos que hago si la están emitiendo vuelvo a caer en sus redes. No importa las veces que la haya visto ni siquiera que la tenga original en casa y la pueda visionar cuando quiera cosa que además he hecho en varias ocasiones. En definitiva que me encanta esa película.

La primera vez la vi hace más de veinte años en el Cine Java de Portugalete. Antes de acudir a verla había leído Rita Hayworth y la redención de Shawsknak, la pequeña novela de Stephen King en que se basa la película, y mis expectativas eran muy altas. Y se cumplieron todas. En ocasiones literatura y cine se complementan a la perfección y este es uno de los mejores ejemplos que se me ocurren. 

Cadena perpetua aguanta los visionados años después de su estreno porque tiene todos los ingredientes para ser una película clásica que no importa las veces que hayas visto. Siempre descubres algo nuevo o simplemente te deleitas con las interpretaciones de sus actores tanto de los protagonistas como de los secundarios.

Uno de los aspectos que más me gusta de la película es la utilización de la voz en off, un recurso que empleado de forma precisa y con una actor a la altura de las circunstancias es todo un acierto. En Cadena perpetua se cumplen las dos premisas. La película está contada desde la perspectiva del personaje de Red (Morgan Freeman) pero en un momento de la película toma un pequeño pero significativo relevo Brooks (James Whitmore). Las escenas contadas por el personaje de Brooks son emotivas y están rodadas con maestría por Darabont.



Pero la palma se la lleva un Morgan Freeman en estado de gracia que al siguiente año estrenaría Seven. La primera secuencia en la que aparece Freeman es cuando va a ser evaluado por la Junta que otorga la reinserciones. Una escena rodada en plano contra plano. Se ve a Morgan Freeman indicando a las personas que tienen que decidir si puede acceder al tercer grado que se ha reinsertado, que ya no es un peligro para la sociedad diciendoles lo que quieren oír pero sabiendo que le van a rechazar. 

Esta escena se repite dos veces más. En la segunda ocasión todo transcurre igual que en la primera y se cierra con el consabido rechazo para el régimen abierto. La tercera es una de mis secuencias favoritas de la historia del cine por todo. Por el texto, es decir, por lo que dice el personaje de Morgan Freeman y por cómo esta rodada. Me encanta como la cámara se va acercando al rostro de un desencantado Morgan Freeman que está a vuelta de todo.



miércoles, 22 de julio de 2015

Jim Lauderdale. Patchwork River

La mayoría de los discos que he comprado en los últimos años los he escuchado primero larga y concienzudamente en su versión para el mp3. Vamos que me los han bajado. Una vez familiarizado con el mismo y cuando me gusta mucho si lo encuentro a un buen precio (asunto sencillo hoy en día con Internet) si puedo lo compro. Suelo fijarme en si traen un buen artwork, las letras y esos detalles en los que todavía nos fijamos muchos….

Patchwork River de Jim Lauderdale no lo tenía en mp3. De Jim sabía como en el caso de Buddy Miller que es un respetadísimo músico afincado en Nashville y que ha compuesto muchas canciones que han sido éxito en la voz de otros. Un currela de la música casi siempre alejado de los grandes focos. Un outsider con toneladas de clase. Lo compruebo escuchando a menudo Patchwork River. Desde que me llegó al buzón de casa. Lo pedí habiendo tan solo escuchado el disco que publicó junto a Buddy Miller y ha sido más que un acierto. Una revelación. Quiero sumergirme en la carrera de este tipo como he hecho en la de Buddy Miller y seguir descubriendo estupendas canciones. Temas sencillos que son un tratado de cómo se deben hacer las cosas.

Y escribo esto a pesar de que en el disco hay tres temas con los que no conecto, no les pillo el punto pero, qué es eso en un álbum de 13 canciones si con las otras diez vuelas bien a gusto. El sexteto inicial es perfecto. Abre el disco la canción que le da título Patchwork River. Y ahí me encuentro con la contundente voz de Jim Lauderdale que parece que canta cabreado. Bienvenido al Club. Jawbone sigue en esa onda. La música suena poderosa, musculosa. Se rodea de los mejores. Desfilan por el disco tipos del talento de James Burton, Garry Tallent, Chad Cromwell, Byron House y la inestimable colaboración de Regina y Anne McCray en las armonías vocales del tercer tema, la exquisita Good Together.


Siguen la senda inspirada Alligator Alley, una de las primeras que se me quedo grabada a fuego. Lauderdale canta de traca y la guitarra eléctrica de Doug Lancio suena espectacular. No tengo palabras para la siguiente: Louisvielle Roll. Curioso contraste con la anterior en la que Jim cantaba con contundencia aquí se adecua a una excelsa canción de country soul con las fantásticas armonías vocales de Patti Griffin. Completa el imbatible sexteto inicial Tall Eyes en la que Lauderdale canta con toda la sutileza del mundo. Ya con esto voy más que servido. Canciones tan buenas no deberían pasar desapercibidas. Con razón decía Buddy Miller que cuando se atasca en la composición llama a este sujeto.

En la portada del disco se indica Songs by Robert Hunter and Jim Lauderdale, de modo que habrá que atribuir parte del mérito al Grateful Dead. El terceto final se abre con la delicada Between your heart and mine de nuevo con Patti Griffin y se cierra con Winnona y My lips are saled, ambas a toda mecha, dos canciones apoteósicas que dejan un regusto exultante. Una forma inmejorable de cerrar un disco al que sacar mucho partido. Como he mencionado antes por el álbum desfilan músicos curtidos en mil batallas que son una garantía de calidad pero aquí la clave es el magnífico repertorio que les brindan Jim Lauderdale y Robert Hunter.

Supongo que a estas alturas de la vida tengo que reconocer que me gusta el country. Al menos el que ejecuta Jim no es que me guste, me vuelve loco. Lo aborda desde la tradición pero tiene su sello. Lo más importante es que es un excelente compositor y además un muy buen cantante. Su voz encaja en los parámetros del género pero tiene ese plus extra que me gusta como en el caso de Steve Earle o Buddy Miller. En ocasiones parece que canta cabreado (y eso me encanta) y en otras es capaz de acoplar su voz a la de una cantante femenina con brillantes resultados. A seguir indagando en la discografía de este hombre....