miércoles, 7 de febrero de 2018

Tiempo de balance: Resistir

Agosto del pasado año. Para variar el cielo por estos lares está gris. Dicen que estamos en verano aunque cuesta creerlo. Malo para los chiringuitos de las playas, bueno para el negocio en el que estoy. Íbamos como un tiro. Incluso un compañero me dice a ver si este año es el que rompemos la tendencia y por primera vez en casi una década las ventas de música en lugar de descender, aumentan... Parafraseando al Sr Lobo le digo que no empecemos a chuparnos las p...ya sabéis como termina la frase.

Y efectivamente otro año más se vendió menos música en formato físico que el anterior. Llegamos a nuestro objetivo, cumplimos de largo pero fue imposible romper la tendencia. Resistimos que es el verbo que se conjuga en el sector editorial. No nos quedamos tan lejos de modo que este año se apuesta por la música en detrimento del cine. Más exposición y novedades golosas de importación para intentar romper la dichosa tendencia. ¿Quién sabe? Tal vez funcione. Sería un puntazo.

Trabajo en un sector que ineludiblemente va a menos. Es una cuestión estructural. Los hábitos de consumo que han cambiado por completo. Posibilidades de tenerlo todo en la Red. Plataformas como Netflix, HBO, Spotify, el libro electrónico. Cada producto resiste la embestida como puede. El cine a duras penas, la música algo mejor y los libros, pues tal vez los cómics son los que mejor libran la batalla. Porque se trata de eso, de resistir y sigo siendo incapaz de ver una vuelta al asunto. La media de edad del comprador de música es de cuarenta para arriba.

Hay algunos signos interesantes. Varios de los discos más vendidos el pasado año son fenómenos digamos juveniles. A priori una franja de edad alejada del formato físico. Ahí están las ventas de Ed Sheeran, Harry Styles, Niall Horan o Goazen. Pensaba que las personas que consumían este tipo de música se volcarían mucho más en lo digital y seguramente sea así. Pero conviven las ventas de estos jovenzuelos con lo nuevo de Sabina, Van MorrisonBerri Txarrak, la banda sonora de La La Land, Los Secretos o El Consorcio. Querido lector rockero y aledaños no se preocupe la serie media funciona de maravilla se siguen despachando unidades a cascoporro de The Wall, The River, Nevermind o Full Moon Fever y cientos de referencias más. Hasta cuándo. Chi lo sa.




sábado, 3 de febrero de 2018

David Buckley. David Bowie, una extraña fascinación

Cuando David Buckley publicó David Bowie, una extraña fascinación en 2001 ya existían multitud de biografías sobre el Duque Blanco. Buckley se postulaba en esta como una referencia ineludible. Así nos explica en el prólogo que el libro nació tras realizar una tesis doctoral en el Institute of Popular Music de la Universidad de Liverpool. A partir de ahí Buckley comenzó su trabajo para este volumen entrevistándose con todas las personas que en un momento u otro colaboraron con Bowie (todas menos el manager Tony De Fries que al parecer no se inmiscuyo en ninguna de las biografías publicadas). Es más el propio Bowie dio el visto bueno al libro en un principio para meses después retirar su apoyo poniendo a parir al autor y su libro. Detalle definitivo para que mis ganas de leerlo se hayan multiplicado por mil.

Y el resultado ha sido que a pesar de tener la biografía sobre Tom Petty en mi poder el mismo día que se editó no he podido dejar de leer este volumen sobre Bowie. Muy bien escrito y documentado, se puede o no estar de acuerdo con las opiniones de Buckley sobre los aspectos musicales de la obra de Bowie pero el libro está escrito con un pulso certero, indagando en todas las cuestiones fundamentales en la vida y obra de este singular sujeto. Y da para mucho. Más si cabe teniendo en cuenta mi absoluta ignorancia sobre la obra de Bowie (tan sólo poseo Hunky Dory, Ziggy y un recopilatorio) y sobre multitud de aspectos de su vida privada.

Cualquier biografía con cierto peso tiene que tener como baza fundamental el testimonio de los más cercanos al músico en cuestión. Aquí las opiniones de tipos como Tony Visconti, Carlos Alomar, Ken Scott esta sazonada con las disquisiciones del autor sobre cada tema. En el apartado musical, Buckley realiza un análisis completo de cada grabación, señala sin cortapujos cuáles son sus favoritos y se decanta por Aladdin Sane o la trilogía berlinesa como los momentos cumbres de su dilatada trayectoria. En lo de Aladdin Sane estoy de acuerdo, ha sido mi banda sonora mientras leía el libro y me ha alucinado. Lo de la trilogía berlinesa lo tendré que comprobar así como Diamond Dogs y Young Americans que ya he catado y las primeras sensaciones son buenísimas.



Con lo que he disfrutado de lo lindo ha sido con la carroña. A mansalva. En cantidades industriales. Reconozco mi gusto por los detalles escabrosos. Y ahí muy alto en mi top particular está la loca estancia de Bowie en Los Angeles. Dos años y medio consumiendo cocaína a lo loco, perdiendo la noción tiempo-espacio y que dan a lugar a momentos surrealistas. Mi favorito ese en el que un Bowie totalmente fuera de la realidad llama a su asistente avisando de que unas brujas le quieren secuestrar para robarle el semen o cuando detalla su excéntrica dieta a base de leche y pimientos verdes y rojos que devoraba tirado en suelo sin apenas luz.

No se puede obviar la polémica nazi. Bowie hizo unas declaraciones declarandose admirador de la inteligencia de Goebbles y de ciertos aspectos de Hitler unido eso a un saludo que hizo un día y que algún avispado en seguida dijo que era el saludo nazi. Pues ya la tenemos liada. Algo habitual en el mundo del espectáculo y que venía muy bien siempre para estar en el candelero.

Son muy interesantes las insospechadas conexiones de Bowie con personajes tan variopintos como Elizabeth Taylor, John Lennon o Bruce Springsteen con quien se rumorea que grabó una versión de It´s Hard to be Saint in the city.  Como se comenta en el libro a priori no podía haber dos estrellas más diferentes y que representasen justo lo contrario que Bowie y Springsteen. También tiene tela el momento Bing Crosby acompañando al cantante americano en un especial televisivo. Lo cierto es que en los primera década de su carrera Bowie era todo menos previsible. 


Carlos Alomar guitarrista en unos cuantos discos del Duque Blanco tiene una importante presencia en el libro. Especialmente cachondas son sus opiniones sobre Brian Eno, un sujeto peculiar, por escribir algo. Sus métodos de grabación eran extraños a más no poder para la cultura y la formación musical de Alomar. Así Eno se presentaba en el estudio con unas cartas escritas con lemas. Lo llamaba Estrategias Oblicuas. En las mencionadas cartas escribía pequeñas frases que entregaba a los músicos con frases como: Recuerda tus noches tranquilas, Mira cuidadosamente los errores más vergonzosos y amplificalos... Suficiente, ¿no?. Eso mismo pensaba Alomar, ja,ja.

Y no podía faltar su etapa berlinesa con Iggy Pop como cómplice. Una asociación extraña a priori. Berlin es un lugar mitificado en la carrera de Bowie y que según el autor de este libro dio como resultado la etapa más creativa del músico así como una recuperación de su descontrolado consumo de drogas aunque no las abandonaría por completo pegándose sus buenas juergas con Iggy Pop. En esta parte he echado en falta más anécdotas, mas carroña para que engañarnos. Así como de su relación con Lou Reed que una noche le arreo unos buenos hostiones a David. 



Es muy interesante también la evolución de la carrera de Bowie en el Reino Unido y Estados Unidos. Mientras que en el país británico su éxito fue abrumador con cifras que sólo los Beatles habían alcanzado en Estados Unidos le costó de lo lindo. Su imagen andrógina, el jugueteo con la sexualidad y la propia música estaban lejos del estereotipo de macho alfa que triunfaba. En las ciudades grandes como Nueva York o Philly, Bowie podía rascar más que en el cinturón biblíco donde uno se imagina a los parroquianos persiguiendo a Ziggy hasta darlo su merecido.

Otro aspecto muy interesante en la carrera de Bowie es la espectacular nómina de músicos colaboradores. Encontrarme ahí a Stevie Ray Vaughan ha sido toda una sorpresa. Adrian Belew cuenta como Bowie le engatusó para dejar a Frank Zappa. Con ese pasaje me he reído un rato puesto que Bowie estaba viendo una actuación de Zappa y estaba embelesado viendo las habilidades de Belew. Tras la actuación quedaron fueron a un restaurante a cenar en una gran ciudad y quién estaba allí cenando, pues Zappa que al parecer puso a Bowie a parir...

En general casi todos los implicados en la carrera de Bowie parecen sinceros y aunque abundan los parabienes también hay unos cuantos reproches por su forma de manejar el negocio o su escaso compromiso con quién trabajaba , salvo excepciones. Así me ha parecido curioso el caso del pianista Mike Garson al que dijo que iban a trabajar juntos los próximos veinte años y ese es el tiempo precisamente que transcurrió entre una y otra colaboración. O el caso más extraño y sangrante el de Mick Ronson a cuyo concierto de homenaje e incluso funeral Bowie no acudió.

También está muy documentada su asociación con el productor Tony Visconti. Pieza clave en su sonido para unos, sobrevalorada su contribución para otros. No hay término medio. Lo cierto es que sus carreras están indisolublemente unidas y las apreciaciones de Visconti sobre Bowie son siempre positivas. Hubo un cisma entre ellos en una época debido a que Visconti ofreció sus testimonios para un libro que indagaba en los antecedentes de enfermedades mentales en la familia de David Bowie.

Es muy interesante también el recorrido por la etapa de mediados de los ochenta en adelante con un Bowie pisoteando todo su ideario y haciendo caja sin miramientos, luego entregado a sonidos extraños que fructificaron en discos tan poco reivindicados como Outside o Earthling y me ha gustado mucho como explica el autor la relación de Bowie con Internet en esos primeros años. El Duque Blanco estaba fascinado con las posibilidades de la Red y le gustaba enredar, valga la redundancia, e ir un paso más allá que sus contemporáneos. Desconozco si Buckley se ha planteado escribir lo que falta de 2000 hasta la muerte de Bowie. En caso de que lo haga será un placer leerlo.



martes, 30 de enero de 2018

Detroit

Aunque reconozco que la primera media hora de Detroit no me estaba enganchando la perseverancia ha sido recompensada con creces. Los primeros fotogramas de este film parecen un documental sobre los disturbios de Detroit acontecidos en 1967. Un estilo hiperrealista, sin apenas diálogo y sin personajes que lleven la película. Pero poco a poco eso va cambiando y visto el resultado final me parece una forma estupenda de comenzar, una presentación potente, ir de lo general, del contexto a lo individual a lo concreto para centrarse en varios personajes.

El film comienza con la redada de la policía en un bar sin licencia de Detroit y ahí ya nos muestran la brutalidad impune de los gendarmes y la tensión racial palpable. Los disturbios que se muestran al comienzo hacen pensar que la película se va a centrar en eso pero da un giro muy interesante y bien llevado con la aparición de un grupo de jóvenes negros que forman el grupo The Dramatics dos de cuyos componentes se quieren enrollar con un par de chicas blancas alojadas en el motel Algiers y es ahí donde comienza la pesadilla para unos cuantos jóvenes negros y esas dos chicas sometidos a la brutalidad policial.

La película consigue violentarte, indignarte y ponerte de mala hostia ante tanta injusticia. Los hechos acontecidos en el motel Algiers son expuestos con crudeza, tal vez esto en si no tenga especial mérito pero si que lo tiene el retrato de alguno de los personajes, en especial el interpretado por Algee Smith, su historia es la que más conmueve del metraje. Alguien que salva la vida en una situación límite pero al que lo acontecido en Algiers le pesará el resto de su vida hasta el punto de abondar lo que más quiere por un perfil mucho más bajo. 

Debido al título me esperaba un film mucho más coral, centrado en los disturbios de aquel año en Detroit, que se explicasen con más detalle, sin simplificar tanto, y lo que se hace en la película es centrarse en un hecho concreto (el del Motel Algiers, que habría sido mejor título). En cualquier caso recomendable film con una banda sonora deliciosa.




viernes, 26 de enero de 2018

Screaming Trees. All I Know


Bite the thorn that pierced the skin
Come back down to Earth again
The cold is creeping deep inside
Disconnect the telephone line

Got to get away, got to get away, get away
Got to get away before the Lord calls me to stay
All that I know, should've been, could've been mine

I killed the last way out of this
Persuaded by a deceitful kiss

Said you better stay, said you better stay, better stay
Said you better stay before it's all gone, gone away
All that I know, should've been, could've been mine
And for all that I know
Should've been, could've been mine

Bite the thorn that pierced the skin
Come back down to Earth again
The cold is creeping deep inside
Disconnect the telephone line

Got to get away, got to get away, get away
Got to get away before I lose my mind
Said you better stay, said you better stay, better stay
Said you better stay before it's all gone, gone away
All that I know, should've been, could've been mine
And for all that I know
Should've been, could've been mine

jueves, 25 de enero de 2018

domingo, 14 de enero de 2018

Screaming Trees. Last Words: The Final Recordings

El 25 de junio de 2000 Screaming Trees dieron su último concierto en el Memorial Stadium de Seatle delante de 20.000 personas. El grupo no presentaba ningún disco, simplemente se despedían para emprender cada uno sus respectivas carreras. Dust era su último álbum. Lo habían editado en 1996 y dos después grabaron otro en los estudios Litho de Stone Gossard. Pero no salió a la luz hasta muchos años después gracias al empeño de Barrett Martin. Así en 2011 se editó Last Words: The Final Recordings producido por el propio Barrett Martin y mezclado por Jack Endino.

Con un par de invitados de lujo, Peter Buck (acústicas y la eléctrica de doce cuerdas) y el hoy célebre Josh Homme (guitarra rítmica) y en un estudio donde se sentían cómodos Screaming Trees grabaron diez canciones entre el invierno de 1998 y el verano de 1999.  ¿Por qué no lo editaron en su momento? Ni idea, probablemente estaban ya todos pensando en sus proyectos y no confiaban en ese material o tal vez como se ha escrito siempre se llevaban tan mal que no podían afrontar otra gira juntos o una simple promoción. Quizá no tenían ni sello donde editarlo.

En cualquier caso Last Words: The Final Recordings les muestra en un estado de forma pletórico. La continuación perfecta de sus anteriores discos. Canciones variadas, un interesante abanico donde los hermanos Conner, Barrett Martin y Mark Lanegan volvían a sacar chispas a su curiosa unión. Las mejores características de la banda están presentes a fuego, lo notas desde la inicial Ash Gray Sunday, una canción que debería haber sido el single perfecto para dar a conocer el álbum. Door Into Summer podría estar perfectamente en Sweet Oblivion. Esas guitarras suenan a gloria bendita. Y la interpretación vocal de Lanegan es sublime. Para cuando suena el órgano de Revelator estoy rendido. Vaya temazo. Madre del amor hermoso. La misma efervescente sensación que tengo cuando escucho Sweet Oblivion y Dust. Su me mira y me dice: Son todas buenas. Le secundo entusiasmado. Me vuelve loco el minuto final de Revelator. Qué puto poderío. No hay palabras para describir ese feeling escribe un tipo en los comentarios del tubo. Cierto.


Un poco de pausa para Crawlspace. La voz de Lanegan más aguardiente que nunca. Un tema como de pesadilla que poco a poco se va abriendo a la luz para constituirse en otra pieza angular del álbum. Algo esencial en todo el disco: la fructífera relación entre guitarras acústicas y eléctricas. Comunión total. Que me aspen si Low Life no es otro temón que podría estar perfectamente en Dust. Insisto no hay desperdicio. Dudo de que esta banda se reúna jamás y tal vez sea mejor así. Pero imposible marcharse de este mundo con más clase que la tiene Last Words: The Final Recordings. Venga que le doy al play otra vez. En bucle. Y lo tengo que hacer en el tubo porque mi copia pirata está dañada y le faltan un par de temas. En su día no adquirí el original. Craso error. Hay que ponerle remedio.










jueves, 11 de enero de 2018

David Bowie. Big Brother

Ayer se cumplieron dos años de la muerte de David Bowie. Su deceso sacudió al mundillo cultural. El impacto mediático fue colosal a la altura de lo esperado. Por estos lares publicaciones tan distintas como RockDelux, Popular 1 o Ruta 66 le dedicaron la portada, cosa que no sucedió ni con Prince, ni con Lemmy ni siquiera con Tom Petty. Unanimidad absoluta y jugosos textos y algunos otros muy cutres para glosar su vida y obra.

Siempre se escribió de Bowie que fue un artista adelantado a su tiempo, camaléonico, capaz de reinventarse una y otra vez, con grandes ideas y con la capacidad de apropiarse de las ajenas y llevarlas a terrenos inexplorados, de darles su toque en definitiva. Casi todos los textos abundaban en estas ideas y en la grandeza de su despedida. Black Star parecía diseñado para decir adiós. Casi nadie esperaba tal desenlace. 

Tengo muchos discos por descubrir de este tipo. Tan sólo poseo de su amplia discografía Hunky Dory, The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders From Mars y un recopilatorio que presté y nunca me fue devuelto. Y se me antoja muy poco. Los dos discos mencionados no me entraron a la primera, ni a la segunda, ni siquiera a la tercera. Mentiría si escribiese lo contrario. Fue Su la que más los pinchaba y me insistía y acabé por adorarlos. Ambos. Dos discos colosales, diversos, plagados de matices y de diferentes sonidos. Y sobre todo repletos de temas para llevarte a cualquier lugar y momento. 

Además de mucha música por descubrir del Duque Blanco me interesan muchos aspectos de su vida, su conexión con Iggy Pop o Lou Reed, su relación con Mick Ronson,  su miedo a la enfermedad mental, el abuso exacerbado de cocaína, su interés por la moda... Hay varios libros publicados sobre Bowie el más prometedor justo es el que no se ha traducido al castellano: David Bowie: The Life de Dylan Jones aunque también goza de prestigio Starman escrita por Paul Trynka. Ese está a mi alcance.