Lejos de darle continuidad y repetir con un disco con el mismo patrón sonoro que el anterior, que tampoco hubiese estado mal si las canciones son buenas, Elkins ha optado por profundizar en su veta soul con excelentes resultados. Son diez canciones en apenas cuarenta minutos y no hay ni una de relleno. Todas buenas. Las benditas influencias podrían ir desde Solomon Burke, Clarence Carter hasta por supuesto la Creedence o Allman Brothers Band. La voz de Elkins es perfecta para sumergirse en ese bendito cruce de caminos entre el rock y el soul. Imbatible.
La incredulidad sigue presente y es inevitable al escuchar a este joven de veintitrés años cantar de esa manera, con esa profundidad, algo que se percibe desde la inicial Red Ball, una inmejorable apertura provista de un trotón y sugerente ritmo soul donde ya aparece con una clase de no te menees la consabida sección de viento a cargo de Art Edmaiston (saxo) y Marc Franklin (trompeta) que se luce al final del tema en perfecta comunión con el piano de Rick Steff y las guitarras de Avry Whitaker, Billy Gunther y Caleb Stampfler. La canción que da titulo al álbum es un arrebatador número de soul profundo que capta a la perfección el sentimiento de nostalgia al que hace referencia el título. Y es que Elkins se fue a Memphis a grabar tras cuatro años deambulando y comprobando que hace falta mucha suerte, contactos y demás para hacerse un hueco en el show business. Lamerse las heridas en el santuario de la música soul y entregar un disco tan jodidamente bueno está al alcance de muy pocos.
Escucho God Bless The Rain y me digo por millonésima vez que es imposible que este muchacho sólo tenga veintitrés años. Su voz tiene un poso sureño profundo y evocador y hace que estés irremediablemente atento a las letras. La sensación que transmiten muchos de los temas de este disco es la de un tipo con el alma rota que ha encontrado en la música un lugar en el que perderse y refugiarse. Es imposible no caer rendido ante maravillas como Easy Target donde el piano y órgano de Rick Steff se lucen sin necesidad de raros aspavientos. Lo cierto es que todos los músicos involucrados están en perfecta sintonía con la voz de Elkins. Mención especial merece el baterista y productor, Ricky Laduke.
Desgraciadamente tengo la sensación de que este músico no está teniendo la repercusión que se merece. El nivel de de sus dos discos es apabullante y ambas rodajas no tienen nada que envidiar a los mejores álbumes de gente como Chris Stapletton, Marcus King o Sturgill Simpson posiblemente tres de mis favoritos en ese género tan atractivo y legendario como es el country soul. Livin And Learnin canción que cierra de forma majestuosa el disco (y que podría figurar en el mejor disco de The Faces) es tal vez el mensaje al que hay que aferrarse, lo que todos hacemos. Como escribió Myron en su Instagram: Este álbum es para todos los soñadores, currantes y outsiders.