A la hora de escoger una novela hay varias fuentes de las que guiarse. Hay quien se fía únicamente de ciertos suplementos literarios, otros recurren a algún amigo o familiar y hay quien acude a la Biblioteca pública de su ciudad y se deja llevar entre las estanterías buscando esa lectura que le atrape durante al menos unos días. Por supuesto muchas personas combinan esas tres fuentes y alguna más. Me encuentro entre estos últimos.
Siempre me gustó la sonoridad del nombre. Rodion Romanovich Raskolnikov. El protagonista de Crimen y Castigo, la mejor novela de Fiódor Dostoievski. Más concretamente siempre me fascinó como lo pronunciaba Ricardo un colega de mi primo Oscar de Arrabal de Portillo. Una de tantas noches veraniegas en las que combinábamos la ingesta de varias cervezas al amparo de la brisa castellana, Ricardo y yo hablábamos sobre música, cine y literatura. La Santísima Trinidad.
Una de esas noches, Ricardo me preguntó a ver si había leído algo de Dostoievski. Le contesté que no. Es más en aquella época no sabía ni quién era. Fue entonces cuando me comentó que tenía que leerme Crimen y Castigo. Su frase fue: Crimen y Castigo, Rodion Romanovich Raskolnikov, maravilloso, me dijo con una sonrisa contundente que me invitó a ponerme a la tarea en cuanto volví de vacaciones.
Pues bien, en aquel verano la forma en que Ricardo pronuncio el nombre de Rodion Romanovich Raskolnikov me bastó para atraerme a ese libro. Ni siquiera me habló del argumento, tan sólo fue el modo en que pronunció ese nombre. A partir de ahí algo se movió en mi interior y mucho más lo haría cuando comencé su lectura. Leí la novela compulsivamente, entre fascinado y turbado por sentir simpatía por un personaje de la calaña de Rodion Romanovich Raskolnikov.
Se trata de una obra psicológica en la que el autor nos sumerge en la inquietante psique de Raskolnikov. Alguien que piensa que la sociedad se divide en dos tipos de seres humanos; aquellos superiores que tienen derecho a cometer crímenes en pro del bienestar general y aquellos inferiores que deben estar sometidos a las leyes, cuya única función es la reproducción de la raza humana. Partiendo de esa base y creyéndose en el primer grupo, Raskolnikov idea un plan para matar y robar a una vieja usurera para solucionar sus problemas financieros y hacer un favor a la sociedad librándola de su maldad. Simplemente lo hace por una especie de justicia divina. El dinero de la vieja lo entrega a una familia necesitada, por lo tanto el crimen está basado en el desprecio que Raskolnikov siente por la vieja usurera, un ser malvado para la sociedad.
Dostoievski es uno de esos autores que bucea con una sierra eléctrica en el alma humana. No hay lugar para medias tintas. Cuando Raskolnikov se percata de que no es un ser elegido, que no es nadie especial, empieza la tortura más retorcida posible: la culpa. A partir de ahí quiere encontrar la redención y algo de esperanza en la salvación del alma humana. Y al final lo consigue. O eso creo entender. En fin, recomiendo conocer a Rodion Romanovich Raskolnikov. Es un viaje sórdido por la envidia, el remordimiento, la soberbia, la culpa. Carroña a mansalva.
4 comentarios:
Es una obra sorprendentemente oscura e inquietante. Su protagonista es, en mi opinión, el antiheroe total y, sin embargo, resulta imposible no sentirse atraido por lo que pueda sucederle, de algún modo esperas todo el tiempo que consiga salir adelante como si ello ayudara un poco a la salvación de la humanidad.
Lo has definido perfectamente, Grace. En esta novela te sientes cercano a Raskolnikov. Tal vez es porque Dostoyevski pone en este personaje caracteristicas universales que todo el mundo tiene.
Un libro excepcional, si hiciera una lista estaría entre los cinco mejores que nunca he leído.
Bueno, camarada, pues he llegado a tu blog desde el de San Free bird, y, después de haber leído unos cuantos artículos con verdadera admiración y con la secreta alegría de que compartimos gustos, y además vives por Donosti, como un servidor, debo decirte que con esto ya me has tocado la fibra.
Leí este libro un verano del 1986, creo. Le pedía dinero a mi madre para ir a la piscina e iba al parque a devorar la genial obra de Dostoyevski. También es verdad que a continuación me iba a un bar llamado Capitol, donde me ponían a Queen, Thin Lizzy y Van Halen, casi para mí, mientras veíamos en la pantalla a la Holanda de Van Basten. Mi padre a veces, aún me llama Raskolnikov (generalmente cuando no me he afeitado), y, en fin, pocas veces me he estremecido tanto leyendo un libro! así que, qué voy a decir! Tu amigo lo resumió espléndidamente.
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