sábado, 26 de noviembre de 2016

jueves, 24 de noviembre de 2016

lunes, 21 de noviembre de 2016

Marta Jiménez. Yo, Bill Murray

De ser el primer rostro en rompe-taquillas como Los incorregibles albóndigas, El pelotón chiflado o Cazafantasmas a actor fetiche de los directores indies por excelencia como Wes Anderson, Jim Jarmuch o Sofia Coppola hay un trecho importante. Para la mayoría imposible. Para muchos inalcanzable. No para Murray que se ha movido como pez en el agua a lo largo de su extensa carrera en ámbitos tan diferentes. Y lo ha conseguido a su manera. Una forma extraña de ganarse la simpatía de numerosos aficionados y el respeto de muchos directores con marchamo de artistas. 

Groundhog day (aquí titulada Atrapado en el tiempo) supuso un punto de inflexión en la carrera de Bill Murray. La cinta dirigida por Harold Ramis suponía la sexta colaboración entre el director y el actor pero a diferencia de las cinco anteriores Atrapado en el tiempo tuvo mejores críticas y cosechó un buen éxito comercial. Hoy en día es una película icónica en la carrera del actor y recurrente en el acervo popular. Uno de esos filmes que no ha perdido la magia, todo lo contrario, su valor ha aumentado y está más vigente que nunca. Curiosamente esta película enemistó a dos amigos, Ramis y Murray que no se reconciliaron hasta muchos años después. 

Murray tiene una legión de seguidores por todos los rincones del planeta. Desconozco si existen biografías del actor en inglés pero he disfrutado de la lectura de Yo, Bill Murray escrito por Marta Jiménez y editado por Banda Aparte Editores (gran nombre, por cierto). Como se nos avisa en la portada con el cachondo y certero subtítulo: Esto iba a ser la biografía autorizada de Bill pero no le encontramos. Ahí radica uno de los puntos que hacen diferente a Bill respecto al resto de actores hollywodienes. Al parecer Murray no tiene agente desde hace años y localizarle para que acepte un papel en una película es todo un reto. Se dan jugosos ejemplos de ello.

Murray ha construido una carrera alocada con momentos sublimes y películas malísimas pero su carisma permanece intacto. Marta Jiménez nos lo cuenta de forma divertida en Yo, Bill Murray. La autora se hace eco de las hilarantes anécdotas protagonizadas por Bill a cual más cachonda y sorprendente y las salpica con acertados comentarios sobre una filmografía irregular pero con momentos sublimes. Circulan muchas historias sobre Murray por las redes sociales aunque el actor no tenga cuenta en twiter, ni facebook ni nada que se le parezca. Se dice que tapa con las manos los ojos a los transeúntes y cuando estos se dan la vuelta el actor les espeta: Nadie va a creerte. O cuando entra en un restaurante y roba patatas fritas a cualquier comensal repitiendo de nuevo: Nadie va a creerte o como cuando se presentó en las obras de la nueva sede de The Poets House en NY ataviado con un gorro de albañil y se puso a recitar un poema de Emily Dickinson ante la atónita mirada de los obreros...

A Murray la critica no le empezó a tomar en serio o algo parecido hasta que apareció en Lost in Translation de Sofia Coppola, film que gozó en su día de mucho prestigio y que reconozco no me entusiasmo más allá de la interpretación de Bill Murray. Pero el actor debe su fama a cuando a principios de los ochenta lo petó con los alocados flilmes dirigidas por Harold Ramis. Muchos años después de la mano de Wes Anderson apareció en unas cuantas películas que han tenido siempre un aura divertida y el apoyo de cierto sector crítico. 


La autora del libro apunta que Murray tiene la habilidad de haber elegido a lo largo de su carrera jugosos papeles secundarios casi cameos provistos de diálogos certeros que le han hecho la aparición estelar de la película en cuestión. Especialmente destacados los de Ed Wood (Tim Burton) o  Craddle Will Rock (Abajo el telón) de Tim Robbins y absolutamente disparatado pero con un encanto singular el de Space Jam donde hace de si mismo. En realidad según la crítica siempre hace de si mismo a lo que el actor responde que es lo más complicado que hay en la vida. 

Uno de los aspectos más interesantes de Murray es su carácter huidizo e imprevisible. Tras el pelotazo con los Cazafantasmas en 1984 desapareció del mapa cuatro años, algo poco habitual, por no decir inaudito. En pleno éxito y cuando podía haber seguido la inercia de esa película se piró a Francia a estudiar Filosofía y a vivir sin prisas, sin llamadas telefónicas, ni nadie que le diese la brasa. No recuerdo desde cuando no tiene agente pero una de sus máximas es: Las personas que realmente tienen interés en ti acaban encontrándote tarde o temprano. Rock´n roll!!!!


viernes, 18 de noviembre de 2016

viernes, 11 de noviembre de 2016

Bill Withers. Just Am I & Still Bill

Cada vez que quedo con un amigo a tomar unas cervezas e intercambiar algo de música (he de reconocer que yo salgo infinitamente más beneficiado) siempre me repite que uno de los mejores documentales que ha visto en su vida es Still Bill sobre Bill Withers. Mi colega lo define como las aventuras de un jubileta feliz, en chandal, un tipo que ha sido capaz de componer algunas de las canciones más bellas de la historia y que abandono el tinglado como y cuando quiso. Todavía no he conseguido ver el documental pero mi amigo me grabó sus dos primeros discos en un cd hace ya más de un año y los he escuchado infinidad de veces durante este tiempo. Y terminé por pillarme una edición de 2003 de un sello australiano que me salió tirada de precio.

Bill Withers es un soulman atípico. Al menos musicalmente no tiene mucho que ver con tipos como Sam Cooke, James Brown o Solomon Burke. Su música tiene un componente folk aunque luego el desarrollo camine por otros derroteros. No se dónde está el truco pero este tío tiene un talento especial para componer canciones que te desarman. Temas a los que tienes que prestar la debida atención. Sin hacer nada más en ese momento. Además su forma de interpretarlos atrapa, engancha. Va como in crescendo y tiene unos arranques inigualables.

Just As I Am y Still Bill editados en 1971 y 1972 respectivamente son dos discos básicos en mi dieta desde hace muchos meses. Suelo terminar mis jornadas con ambos. Creo que jamás los he puesto de día. Le vienen perfectos a la noche. El primero producido por Booker T Jones tiene unos cuantos temas excelentes y apunta muy buenas maneras pero el segundo lo pulveriza en segundos. Bill encontró su voz y consiguió un resultado fabuloso que al parece logró en más ocasiones algo que estoy deseando comprobar en breve. 



Cuando Withers publicó Just As I Am (1971) ya tenía treinta y dos años. Con anterioridad había estado nueve años enrolado en la Armada e incluso trabajo instalando lavabos en los aviones en compañías aéreas. De esa época datan sus primeras composiciones que acabarían formando el grueso de este disco. Por fortuna Booker T Jones escuchó unas demos de su luego célebre Ain´t No Sunshine y enseguida quiso conocer al autor y organizar unas sesiones de grabación.

El primer disco de Withers está grabado por un auténtico all star. Stephen Stills (guitarra) Chris Etheridge  y Donald Duck Dunn (bajo), Jim Keltner y Al Jackson (batería) más los teclados del propio Booker T Jones. Me los imagino en la gloria tocando esas maravillosas canciones que componía el Sr Withers. Temas como Harlem, Grandma´s Hands o I´m Her Daddy son un ejemplo de lo que se puede llegar a hacer con una instrumentación sencilla y una forma sentida de interpretar. Qué decir del megaclásico Ain´t No Sunshine. Lo puedo escuchar decenas de veces seguidas. Un disco pausado, que cala poco a poco y que atrae toda mi atención. Siendo sincero tan sólo me sobran los dos temas ajenos a Withers, las versiones de Let it be (The Beatles) y Everybody´s Talkin´(Fred Neil).



Si a priori parece complicado superar un debut prometedor, Still Bill (1972) es todavía mejor. Y no exagero. Lejos de repetir la fórmula de su debut, Withers cambia de músicos, da una vuelta a todo el tinglado y el resultado es arrebatador. Varios elementos nuevos se incorporan con todo el sabor: delicados y precisos arreglos de cuerda realizados por Raymond Jackson, toques funk, el groove que pulula por cada canción y la presencia fundamental de un guitarrista (Benorce Blackman) que da un toque espectacular cada vez que aparece. Me flipa como suena en Who is he (and what is he to you), ese impulso funky que guía Kissin´my love o el cariz jazzy que se apodera de la elegante I don´t Know. 

Los dos éxitos de este disco serán siempre eternos. La sensual e hipnótica Use me que conocí en la acertada versión que hizo Mick Jagger en Wandering Spirit y Lean On Me uno de los temas más entrañables de la historia. Adoro esa canción. La voz de Withers es de esas que merecen ser escuchadas y reivindicadas hasta el fin de los días. No hace falta tener un vozarrón para llamar mi atención, lo que este tipo tiene es una clase infinita, una forma de interpretar personal y arrebatadora a más no poder. Solo hace falta poner una vez más Lean On Me y volar alto. Yo quiero cantar así, joder!!!!!





domingo, 6 de noviembre de 2016

Cracker. Teen Angst

Ayer vino a la tienda un cliente buscando algo de Cracker. No tenía nada de la banda de Virginia y me pidió recomendación. Siempre digo lo mismo, hoy en día en que estamos cerquita de ser sustituidos por algoritmos cuando alguien se toma la molestia de ir a una tienda hay que darlo todo. Y si encima me tocan la fibra sensible y me piden consejo sobre Cracker..... Pues me vengo arriba. Tengo que disimular mi entusiasmo. Y rara vez lo consigo. Todo lo contrario floto, levito. Podría perfectamente ir a la balda en cuestión besar el cd o el vinilo de Gentlemens Blues o Berkeley To Barkesfield cual Jack Black de la vida en Alta Fidelidad.

El problema es que si voy a la balda no encuentro nada de Cracker. Inconcebible, como diría Vizzini. Vivimos en un mundo extraño. Pero hubo suerte y por lo menos en almacén teníamos una referencia que pagada por adelantado viene de un día para otro. Así que le digo al sujeto en cuestión que nos queda la última copia de Live at the Rockapalast por 15 euros, un directo con dos cds y un dvd que grabaron en 2009 en un programa de tv alemán justo cuando presentaban el infravalorado Sunrise in the land of milk. Una joya. Una puta oportunidad. Mi entusiasmo es desmedido. No puede ser de otra forma. Y lo compra. ¡Excelente inversión! Y por supuesto también le dije que Johnny Hickman es el puto amo por si había dudas.



sábado, 5 de noviembre de 2016