viernes, 15 de noviembre de 2019

Los Santos Inocentes

El otro día en uno de esos raros zappings televisivos que suelo hacer pillé Los Santos Inocentes y como me pasa siempre me enganché de nuevo. Debo haber visto la película más de diez veces. Y no me canso. Es una obra perfecta. No es sólo que esté entre las mejores películas de la historia del cine español, esa categoría se le queda corta, es una puta maravilla del séptimo arte a nivel mundial. El material en el que se basa es muy potente. Una excelente novela de Miguel Delibes, mi autor favorito en lengua castellana. 

Hace un par de domingos emitieron en La 2 en el programa Imprescindibles un documental sobre Miguel Delibes. Muy recomendable. Y fue en ese espacio donde me enteré de que Delibes había tenido el manuscrito de Los Santos Inocentes en un cajón durante mucho tiempo. No se sentía cómodo exponiendo todo ese material ya que estaba basado en una experiencia real. Al parecer la familia Delibes solía pasar algún verano en una finca de unos familiares en Extremadura y el bueno de Miguel se basó en esa peripecia vital para configurar el aterrador relato que presentó en esa obra. Pero le costó dar el paso de publicarla. Sentía cierto pudor y amargura, pensaba que iba a molestar a esos parientes como al parecer así fue. El mundo ganó una poderosa obra literaria y luego una excelsa película.
Imposible interpretar mejor a un ser tan despreciable
 
La novela fue adaptada al cine por Mario Camus que cuenta en su haber con otra prodigiosa adaptación de la estupenda La Colmena. No es sencillo dar con la tecla adecuada para llevar a buen puerto una novela al cine. Aquí Camus consigue realizar una película espectacular, fiel al texto literario y que cuenta con una baza fundamental: un reparto excelente. Uno de los secretos de esta película es la extraordinaria labor de los actores y actrices que participan. Paco Rabal y Alfredo Landa ganaron ex aequo el premio al mejor actor en el cicatero festival de Cannes pero ese galardón lo podría haber ganado también perfectamente Juan Diego que borda el papel de un señorito facha y asqueroso, un ser despreciable incapaz de tener empatía con nadie, arruinando la vida al personaje interpretado por Alfredo Landa (Paco El Bajo).

Cogí el pase televisivo en la escena en la que los señoritos y señoritas de la finca están de sobremesa con un embajador al que le muestran los progresos de la chusma. Ese momento en el que un ufano y altanero Juan Diego le espeta con chulería al embajador que cuente por ahí lo que se hace por esos lares. Es entonces cuando aparecen los personajes interpretados por Alfredo Landa y una espléndida Terele Pavez para escribir su nombre en una libreta y demostrar al embajador en cuestión que los señoritos dan educación a la plebe. Que un diez por ciento de lo que se ve en la película sea verdad es inquietante que el noventa por ciento pueda ser verdad es aterrador.