lunes, 5 de noviembre de 2012

Tom Waits. Mule Variations


A finales de los noventa Tom Waits fichó por Epitaph el sello dirigido por Brett Gurewitz. El primer disco que publicó con ellos fue Mule Variations que se convirtió en el álbum más vendido del amigo Waits. Recuerdo leer que se despacharon más de un millón de copias de aquel artefacto. Increíble. A esas alturas Tom ya era más que respetado (sobre todo entre los demás músicos) y posiblemente ya había ganado un par de pleitos porque algún que otro listillo había utilizado su música en algún anuncio sin su permiso. No tenía problemas de liquidez precisamente.

Lo cierto es que los del sello hicieron muy bien su trabajo a nivel de distribución y publicidad y Tom lo hizo mucho mejor a nivel artístico. Si alguien me pidiese que le recomendase un disco de Tom Waits Mule Variations puede ser un gran inicio. Contiene todo el arsenal de este sujeto. Su gusto por la cacharrería. Unas cuantas baladas que te agujerean el corazón. Y blues de manual. Todo. También unas letras divertidas, sugerentes y surrealistas a partes iguales.

Tras este disco vinieron Alice y Blood Money. Me acuerdo que cuando me los regaló Susana me comentó flipada que había un stand para Tom Waits colocado en Gong Records. Años después cuando Waits editó Real Gone trabaje en aquella tienda y aluciné con todo lo que se vendía su música. Sin duda Mule Variations fue un punto de inflexión en su carrera pero no conviene olvidar que cuando se publicó Waits tenía una trayectoria de más de veinticinco años y había sembrado para recoger.


Y la música no se resentía. Desde que Waits iniciase su desbandada de los parámetros clásicos con aquel desternillante Swordfishtrombones habían pasado casi tres lustros y Mule variations no sólo no bajaba el nivel sino que de tan bueno era como si fuese un recopilatorio. 16 temas en más de setenta minutos de música. Y eso que tenía un inicio inusual y que podía descolocar con aquella loca Big In Japan en la que tocaba el bajo Les Claypool confeso admirador de la música de Waits. Este tema tenía un toque extraño y unas percusiones locas pero era impactante y se te quedaba a la primera.

Como en casi todos los grandes discos de Waits uno de los músicos con más presencia era el hoy cotizadísimo Marc Ribot. Un guitarrista singular que daba un toque muy bueno a los temas en los que intervenía (siete en total). Por ejemplo siempre me encantó en Cold Water un blues de toda la vida con una cachonda letra. Fue de los primeros que se me quedó. También en Black Market Baby donde el solo de Ribot se te incrusta como un veneno. Otro ilustre que desfila por aquí es el armonicista Charlie Musselwhite que lo borda en varios temas (mi favorito Chocolate Jesús)

En el apartado más osado y descacharrante hay muy buenos temas (Get behind the mule, Filipino Box Spring Hog, Lowside of the road) y en las baladas al piano sencillamente canciones inolvidables. Picture in a frame, Georgia Lee y Take it with me miran de tu a tu a cualquier tema de la etapa más convencional de Waits. Y siempre adoré la despedida con Come On Up To The House con el saxo dando un toque de distinción. La clase de tema que tiene que estar colocado por fuerza en último lugar. Te deja un regusto invencible.