sábado, 14 de noviembre de 2015

St. Vincent

Esta lluviosa tarde he ido mi video club habitual (el único que queda en mi pueblo) con la intención de alquilar la quinta temporada de Mad Men. Estas dos últimas semanas he terminado de ver online la cuarta pero me resulta un rollo ver las pelis o las series así. Mi tele todavía es de las de culo, y culo muy gordo, y tengo que ver el material en el ordenador y casi siempre doblada. Además hasta que la consigues poner, tras las cuatro o cinco inevitables ventanas emergente de porno, que te acaban distrayendo de tu objetivo inicial, en fin que prefiero pillarlas en original. 

La serie no la tenían pero me la traen para mañana de modo que me he puesto a enredar a ver si cazaba alguna película que llamase poderosamente mi atención. Estoy descolocadisímo en cuanto a cine actual y cuando escribo actual me refiero al último lustro o más. Entre las novedades que ya no lo eran tanto he visto la caratula de una película en la que aparecía el peculiar y socarrón careto de Bill Murray acompañado de Naomi Watts y otra actriz que no conocía. He leído el argumento y me ha llamado la atención lo suficiente como para alquilarla. Y me he echado unas risas. Suficiente para el menda un viernes a la noche. 



La película está hecha a la medida de Bill Murray, uno de mis actores favoritos de siempre. Las primeras escenas ya nos dejan claro por donde van a ir los tiros. Vemos al personaje de Murray moviéndose por sus derroteros habituales, esto es, dándole a la botella, viviendo en una casa en la que el orden no existe, apostando en carreras de caballos, juntándose con una prostituta a la que parece tener en exclusiva...

Todo cambia cuando al de unos días de esta variopinta rutina aparecen por el barrio un niño y su madre que van a ser sus nuevos vecinos. Por circunstancias laborales de la madre un día le tiene que dejar al niño con Murray y ahí empieza una relación especial entre este peculiar trío. La película no tiene ningún elemento sorpresivo, ni transgresor, a los diez minutos te das cuenta de que es la habitual película que podría triunfar en Sundance donde va a ver moralina pero durante los minutos que dura te diviertes con unas cuantas situaciones rocambolescas en las que Bill Murray vuelve a ser el rey de la comedia y eso para mi es más que suficiente. Tal vez todo este material en las manos de otro director con más agallas sería mucho más rompedor pero a pesar de que sabes como se va a conducir el tema y adivinas como va a terminar te lo pasas bien. Salvando las distancias, algo parecido a lo que ocurría con Gran Torino aunque creo que la de Eastwood es muy superior. Pero insisto Murray es bienvenido, por lo menos en mi casa.