Lo siguiente fue hacerme con todos y cada uno de los libros de este autor neoyorkino. Un no parar. Un goce absoluto. La invención de la soledad, La Trilogía de Nueva York, El país de las últimas cosas y la que es para mí su trilogía perfecta: El palacio de la luna, Leviatán y La música del azar. Y por supuesto Smoke, película codirigida junto a Wayne Wang. Esto fue hace casi tres lustros. Suena poderoso.
El caso es que la obra de Auster empezó a ser muy conocida en España, tanto que llegó a un status de semiestrella del rock. Alguien que como algunos de sus compatriotas (Woody Allen, Elliott Murphy, Lou Reed…) gozaba de más predicamento en Europa que en su lugar de origen, los Estados Unidos. Y claro llegó un momento en que hubo una saturación sobre su persona y obra y cierto deja vu se apoderó de su escritura… Tombuctú, La noche del oráculo y El libro de las ilusiones aun teniendo grandes momentos estaban lejos de su mejor obra.
Pero llegó Brooklyn Follies (2006) y ahí me reconcilié con este autor. Se ha convertido en mi novela favorita de este hombre. Y lo ha hecho de forma inesperada. A estas alturas no esperaba gran cosa pero creo que el autor aún escribiendo de los temas de siempre lo hace de una forma distinta, más relajada, es que como si se hubiese aflojado el corsé, como si hubiese dejado atrás la pesada carga de tener que ser otra vez Auster… Aquí todo fluye de una forma admirable, vitalista, despreocupada… Los personajes te caen simpáticos y te identificas con ellos y lo haces porque esta una novela es un canto a la vida, a la esperanza en medio del caos, a los momentos en que saboreas con todas tus fuerzas la existencia, al poder de las historias….