Desde mi más tierna infancia he sido un tipo inquieto. Ávido por conocer y descubrir. Supongo que cuando eres pequeño eso viene de serie, esa necesidad de aprender a entender todo lo que te rodea. Y por lo general ese deseo de absorber información nos acompaña toda la vida en mayor o menor medida. O tal vez no. En mi caso es un rotundo si. Me sigue privando una buena historia ya sea escuchada, vista o leída. Sucumbo al encanto de la narración. Y esta puede venir en cualquier momento. De juerga a las tres de la mañana, tomando algo a las doce del mediodía, sentado en mi casa tranquilamente leyendo un libro o viendo una película. El filón es infinito. Y se que con está última frase más de un amigo puede hacer un chiste.
He empezado este post pensando en escribir sobre inquietudes. Acudamos a la definición de la Real Academia de la Lengua Española. ¡Quietos ahí! Que nadie se me asuste. Definición: Inclinación del ánimo hacia algo, en especial en el campo de la estética. Y esto me ha venido porque ayer recibí en buzón de mi casa el último disco de Alice Cooper cortesía de mi primo Oscar que acompañaba el mencionado álbum con una misiva en la que me contaba entre otras cosas su reciente descubrimiento de una librería en su ciudad especializada en cine que está al lado de la única tienda de cds y vinilos que queda en Pucela. Mola que estén juntas ya eso me parece una dichosa coincidencia.
Antes de dar al play Detroit Stories se me ha ocurrido juntar estas líneas como tributo a mi primo con quien comparto una genuina e insaciable curiosidad. Nos mueven inquietudes similares. Reconozco que yo últimamente me especializado en carroña y derivados (y nunca tengo suficiente) pero en mis mejores días soy incluso capaz de devorar cosas de más calado como yo que sé El Hereje de Miguel Delibes o Ciudades rebeldes de David Harvey. Eso si, con mucha calma que no se le pueden pedir grandes dispendios a un celador con alma de estibador.
A veces mi primo me cuenta que tiene tal cantidad de material pendiente de disfrutar que le viene la ansiedad ja ja. Benditos problemas del primer mundo je je. Hace tiempo que vivo en un continuo estado zen en el que disfruto de cada momento cultural, lo gozo en solitaria dicha y luego a veces junto unas líneas en este cochambroso blog o mando un mensaje a algún amigo. Compartir y el feedback siempre es importante, vital escribiría yo. Y si, en ocasiones piensas en la cantidad de material por degustar que queda y piensas joder necesito una puta excedencia de cinco años para todo esto ja ja.
De modo que una vez más y no será la última voy a degustar el nuevo disco de Alice Cooper que siempre es bien recibido en mi casa. Y tengo ese cosquilleo que siempre me acompaña, ese eterno picorcillo signo inequívoco de inquietud. Siento una eterna admiración por al amigo Vincent Damon Furnier. Me encanta su música y conecto con el sentido del espectáculo, del show que tiene el bueno de Alice, siempre al servicio de fantásticas canciones mucho más variadas que la imagen que se proyecta de su figura siempre asociada al heavy.
2 comentarios:
A mandar,como dicen por aquí.
Las inquietudes siempre son el valor al que seguir. Siempre,siempre, hay que seguir el instinto de la última locura que nos venga a través de libros, música...cultura en general. Y de paso, si se puede compartir, mejor y más satisfactorio puede llegar a ser, aunque cueste transmitir lo que a uno le gusta.
Para eso estamos.
Bonito post. Hasta conn palabras dignas de un celador Reverte.
Madbass73: Alabada sea la inquietud, pues!!!
Sex, love and rock´n soul
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