Seguro que la mayoría de los millones de lectores de este cochambroso blog si piensan en Robert Johnson lo harán citando los lugares comunes; prodigioso compositor del blues primigenio, superlativo guitarrista que vendió su alma al Diablo, mujeriego empedernido y pendenciero sin parangón en el Delta del Mississippi durante los años 20 y 30 del pasado siglo. Ese pack completo fue muy bien vendido por Columbia Records allá por los años sesenta cuando se editó King Of The Delta Blues Singers. Otra cosa es que la realidad fuera esa o se acercase siquiera a lo que fue Robert Johnson.
El autor de este libro indaga en la vida y muerte de Robert Johnson de forma curiosa, didáctica y sumamente entretenida. Primero en cinco capítulos de ficción, con pulso narrativo y chispa. Se lee de un tirón. Y después en un último capítulo en el que se abordan las cuestiones relevantes de su biografía; quién fue el mentor, el que enseño a Robert Johnson a tocar la guitarra; cómo se originó la leyenda en torno a su figura e interesantes y jugosas disquisiciones sobre derechos de autor. Todo ello acompañado por las exquisitas ilustraciones, molonas a más no poder de Raúl González Rago.
Como ha me había leído anteriormente La historia de Elmore James y Robert Johnson lo relativo al capítulo sexto de este libro aparece en el mencionado desarrollado y ampliado. Recomiendo por tanto, leer primero La muerte de Robert Johnson y luego ir a por el otro de cabeza. Me quedo con una reflexión que cito textual y que me parece un gancho definitivo, por lo menos para mi, para leer este libro; qué es más fácil de vender al gran público a través de un documental, libro o disco; ¿Un afroamericano con oído absoluto al que le enseñaron a tocar la guitarra en casa o un negro pendenciero y mujeriego que vendió su alma al Diablo para convertirse en el mejor guitarrista y cantante de su tiempo?
El libro me lo he ventilado en una ociosa jornada nocturna de trabajo entre timbre y timbre (afortunadamente no han sido muchos ja ja). Me ha enganchado de tal manera que lo he releído en la siguiente noche ya en casa mientras sonaba King Of The Delta Blues. Entre los muchos aciertos del libro están unas más que interesantes reflexiones en el último capítulo bajo el título de Recursos y Derechos, de autor. Me he descojonado vivo leyendo las opiniones que se recogen de Bob Dylan sobre el impacto que tuvo el descubrimiento de la música de Robert Johnson en él. El análisis que hace el autor sobre sus palabras es certero a más no poder. Lean, lean.
No cabe duda de que Led Zeppelin fue una de las bandas mas exitosas, arrolladoras y excesivas de los setenta. Su legado permanece intacto, su discos se siguen vendiendo y su influencia sigue extendiéndose a innumerables músicos. Los rumores sobre una posible reunión salen de vez en cuando aplastados inmisericordes por la rotunda negativa de Robert Plant. Está bien así y dudo mucho que la cosa cambie. Mientras podemos disfrutar en cines de Becoming Led Zeppelin el documental dirigido por Bernard MarMahon que trata precisamente de eso, de como aquellos cuatro músicos llamados Jimmy Page, Robert Plant, John Paul Jones y John Bonham formaron Led Zeppelin.
El film se abre con Good Times, Bad Times en una actuación de la banda mientras se van viendo imágenes de archivo con sucesos de la Inglaterra de mediados de los cincuenta y también a nivel mundial. El contexto es importante, vital y nunca me canso de ver asuntos relacionados con esa época de crecimiento y expansión que siguió a la Segunda Guerra Mundial. Son pequeñas pinceladas que vienen muy bien para situar la historia de estos cuatro tipos que cuando se juntaron fueron capaces de llevar su música a cotas espectaculares.
Hay que aclarar que el documental está autorizado por lo tanto que nadie espere carroña, asuntos de derechos de autor, sexo desenfrenado, drogas a tutiplén y demás mandanga. Es un film meramente musical que pone el foco en como se forjo la banda explicando de dónde procedía cada uno de sus componentes. Y eso es lo que más me ha gustado de la película. Ver a Robert Plant emocionado indicando que fue Little Richard el que le voló la cabeza, comprobar lo mucho que apreciaba Jimmy Page el carácter pionero y rompedor de Lonnie Donegan en la aburrida escena británica, como flipaba John Bonham con los bateristas de James Brown o el entusiasmo de John Paul Jones por el vodevil. Son testimonios genuinos y entusiastas sobre otros músicos.
Algo que ya sabía y que el documental se encarga de reforzar es lo excelentes músicos que eran Jimmy Page y John Paul Jones. Dos tipos obsesionados por la música que desde muy jovencitos se afanaron en practicar y practicar y que sin llegar a los veinte años ya tenían una reputación excelente como músicos de sesión. Sabía que habían participado en multitud de sesiones antes de formar Led Zeppelin pero desconocía que lo habían hecho por ejemplo en el Goldfinger de Shirley Bassey. Ese es otro de mis momentos favoritos del documental, sobre todo por como es explicado por sus propios protagonistas.
Ya que es un documental oficial se agradece que se haya centrado en los primeros años de Led Zeppelin, en realidad en el primer año. Y que todo gire en torno a la música. Lo contrario hubiese sido un error porque nos iban a escatimar toda la carroña que circuló siempre sobre la banda. Otra baza fundamental del film es que cuenta con declaraciones inéditas y exclusivas de John Bonham, que dio muy pocas entrevistas en su vida. Mi sensación tras ver las dos horas de metraje es que el director y los protagonistas han sabido transmitir muy bien su pasión por la música, poner a ésta en el centro y alabar el trabajo de los creadores y las misteriosas y apasionantes sinergias creativas entre músicos. El film tiene varias actuaciones casi completas que son una gozada.
Por lo tanto, lo escrito que nadie vaya a ver el documental pensando que va a encontrar sexo, drogas y rock´n roll, ni mucho menos posibles plagios (danger, danger). Tengo claro que casi todos las películas de este tipo autorizadas por los interesados rehúyen lo escabroso, los claroscuros y no plantean ni la más mínima duda sobre la genialidad de los protagonistas. Así que si eres de los que piensan que Led Zeppelin eran los putos amos y que prácticamente inventaron un género la vas a gozar, si eres como el menda, de los que se deleitan con todo lo que rodea a la música y la gozan observando como los protagonistas rinden tributo a sus héroes también la gozarás. Si antes de ver el documental ya tenía en un pedestal a John Paul Jones mi sensación tras ver el film es que este tipo merece su propia película aunque sea única y exclusivamente versando sobre música.
El pasado 10 de enero Rod Stewart celebró su ochenta cumpleaños. Todavía sigue dando conciertos el tarambana en plan crooner apolillado como cachondamente apunta Oscar Avendaño en esta charla con JF León en su espacio Rock´n Roll Animal Live. Coincido con Avendaño en que Rod Stewart es mi cantante blanco favorito de la década de los setenta. Algunos se le acercan, nadie le supera. Pero eso ya son gustos y esto no es una jodida competición. Allá cada cual. Lo cierto es que el periodo que va desde sus inicios hasta que se convirtió una superestrella con innumerables hits de ambiente discotequero es apoteósico. Tanto su carrera en solitario como sus trabajos con los Faces. Me refiero al periodo 1965-75. Aquellos años fueron gloriosos y Stewart dio lo mejor de si mismo que era mucho.
Poseedor de una peculiar e inimitable voz, con un timbre exquisito y muy personal, Rod Stewart compatibilizo durante unos cuantos años su trayectoria en solitario con los Faces. En los discos que firmaba en solitario colaboran sus compañeros de la banda; Ronnie Lane, Kenny Jones, Ian McLagan y Ronnie Wood y durante algo más de un lustro la armonía y el buen rollo reino por todo lo alto. Son unos años prolíficos, repletos de enormes canciones y discos muy especiales, a cada cual mejor. Tengo especial predilección por su trayectoria en los Faces una de mis bandas favoritas de la historia, de las que mas escucho y que siempre me ponen de buen humor. Era un combo hedonista, especial que tenía un feeling único, juntos era una bomba tanto en estudio como en directo. Uno de mis mayores tesoros es la caja Five Guys Walk Into a Bar.
Merece mucho la pena indagar en la carrera en solitario de Rod Stewart en esos primeros años. Se zambulle sin problemas, con un estilazo total en géneros tan jugosos como el folk, blues y rock por supuesto todo ello regado con innumerables pinceladas soul. No en vano su cantante favorito era Sam Cooke al que dijo que escucharía todos los días de su vida. Secundo la moción. Antes de iniciar su carrera en solitario grabó con Jeff Beck un par de discos seminales, precursores de lo que luego hicieron bandas que se llevaron mucha más parte del pastel. Basta escuchar Truth y Beck-Ola para darse cuenta de por donde van los tiros. Sin olvidar que cada vez que hacía una versión de un tema de Bob Dylan lo elevaba a los altares.
Tras el descomunal éxito cosechado en solitario Rod voló en solitario se fue a vivir a Estados Unidos y su carrera a partir de ahí es muy diferente. Disfruto con algunos de sus hits e incluso alguno de sus discos pero la historia ya fue por otros derroteros. En cualquier caso que le quiten lo bailao... Todavía en los noventa se descolgó con un sorprendente Unplugged al lado de Ronnie Wood donde seguía intacta su voz y su enorme carisma. Que no te digo que si pasase cerca de mi casa iría a verle aún a sabiendas que lo hace hoy en día esta muy lejos de sus años gloriosos.
El 2024 ha sido tan fructífero y espectacular en lo musical, al menos en mi hogar, que me he propuesto realizar al menos una par de reseñas al mes de los discos que me han volado la cabeza. El primero fue el fantástico Brighter Days de Dwight Yoakam y le va a seguir A Good Thing de Handsome Jack un combo procedente de Lockport, Nueva York. Este trío lleva una década afanándose en esto del rock´n roll y han captado la atención de tipos con tan buen gusto como Chris Robinson. Su ultima rodaja es una vibrante apuesta por el rock deudor de los Rolling Stones o la Creedence. Y siguen sus enseñanzas con brío, determinación y un puñado de excelentes canciones que al final es lo que importa.
Los tres componentes de la banda son capaces de cantar de forma más que solvente y eso da un juego tremendo a todos los cortes. Jamison Passuite (voz y guitarra); Joe Verdonselli (bajo y voz) y Bennie Hayes (batería y voz) te atrapan de forma abrupta con Wind It Up. Suena a clásico por los cuatro costados. Y es la primera prueba fehaciente de lo escrito antes. Esos coros son contagiosos a más no poder. Sobresaliente la voz principal de Passuite y tremendo su trabajo a las seis cuerdas. Es un blues-rock que se te incrusta desde la primera nota. Pero no nos despistemos el blues rock puede ser el eje por el que se mueva este trío neoyorquino sin descuidar efectivas y repletas melodías como la siguiente Tough Love con los tres cantando de forma armoniosa.
Hay canciones repletas de chulería como She Don´t Know How To Rock and Roll que tiene la marca de los Stones en es piano juguetón y en esos cachondos juegos vocales hacia final del tema. It´s Understood es pura elegancia rematada con las voces de los tres componentes dándole el toque definitivo. El tema que da titulo al disco A Good Thing es una de sus cumbres. En la ecuación del blues rock también se cuela con algarabía una veta soul que no hace sino engrandecer este álbum. Concretamente en esta canción las partes vocales diferenciadas entre los tres componentes me han hecho pensar en Sly & Family Stone. Hacia el minuto empieza ese cambio que me entusiasma.
Si mi sensación tras las primeras escuchas es que la cara a tiraba del carro con el tiempo creo que lo superlativo está en la segunda cara. La apertura es gloriosa, Sasparilla podría ser perfectamente uno de los mejores temas de la carrera de Dan Baird, me recuerda poderosamente al tono del disco Dan Baird & Homemade Sin y de nuevo las voces son fantásticas. Turn Up The Heat no le va a la zaga. Es otra canción irresistible, bailable incluso con la punzante guitarra de Passuite haciendo diabluras. Five On Down es otra delicia, pura delicatessen, en el minuto 2:17 ese pequeño falsete que va creciendo es la rehostia. En Nobody Lef but You planea con gusto exquisito la sombra de The Band. En este tema brillan y mucho los teclados de Evan Laedke cuya contribución en todo el álbum es también muy destacable.
Shop Around tiene un irresistible toque festivo y la guinda es un bonito homenaje en Rick Danko´s Red Floor con ese cool inicio de piano a cargo de Laedke. Espero que estos tres tipos se pasen por estos lares para presentar este fenomenal disco. Me encantaría comprobar in situ como como se lo montan en directo ya que todas las canciones se benefician de la interacción de los tres componentes no sólo musicalmente sino y sobre todo vocalmente. Eso les da un plus tremendo. Me chifla el disco, copón, para que disimular mi entusiasmo.
El pasado domingo fue el cumpleaños de un amigo de la tierna infancia. Medio siglo más uno cumple el elemento. Comparte fecha con Paul Newman, Eddie Van Halen, Lucinda Williams y Jesse Malin. Que no te digo que me lo mejores, iguálamelo. Mi colega es un tipo locuaz a más no poder. Puede estar hablando horas, incluso días seguidos, enganchando un tema con otro con una gracia sin parangón. Tiene suerte de que soy muy bueno escuchando y me chiflan las historias. Es un tipo muy popular de esos que si pongamos que entras en un bar en Sofia (Bulgaria), Split (Croacia) o Riga (Lituania) le conocería más de un parroquiano. Es más en cuestión de horas organiza una timba de póker.
Ni que escribir tiene que mi amigo tiene el atractivo de Paul, las neuras de Lucinda, la habilidad a la guitarra de Eddie o casi y el don de la eterna juventud de Jesse. Que sea por muchos años más y lo celebremos y lo disfrutemos juntos. Rock on! La selección musical como es habitual en este cochambroso blog exquisita. Dance To The Music, motherfuckers. Y no os fíes en la puta vida de quien no baila o al menos lo intenta.
La primera vez que escuché a Dwight Yoakam fue en un episodio de Doctor en Alaska. Guitars & Cadillacs sonaba de fondo en una escena en el Brick. Sería a principios de los noventa y aquella serie además de tener unos guiones fantásticos contaba con una banda sonora espectacular. No fallaba. Cada episodio estaba sazonado con excelente música, variada a más no poder. El tema de Yoakam pertenecía a su álbum del mismo título, posiblemente su disco más conocido y creo que el más vendido de su carrera junto a This Time. En cualquier caso fue inicio muy chulo que no tuvo demasiada continuación porque luego indagué muy poco en la carrera de este tipo. Apenas un recopilatorio. El pasado año volvió al ruedo tras nueve años de silencio.
En Popular 1 recuerdo menciones a su carrera tanto en el Correo como en el Apéndice pero ningún artículo glosando su trayectoria. Nunca es tarde. Y ahora puede ser un momento fantástico porque su último álbum es una auténtica delicia. Brighter Days refleja el momento vital y optimista que vive el músico de Kentucky. Y eso lo notas desde los primeros acordes de Wide Open Heart que abre de forma escandalosamente buena el disco. Una canción que tira más al rock con un potente bajo cortesía de Jonathan Clark que arrastra a los demás instrumentos hacia la gloria. Atención a esos coros en falsete hacia el minuto dos a cargo de Brian Whelan. Deliciosos.
Que me aspen si I´ll Pay The Price no es la típica canción country irresistible, un medio tiempo triunfador que debería petarlo en la listas de éxito. De nuevo los coros de Brian Whelan hacia el minuto y cuarenta y cinco son la rehostia bendita, al igual que la sublime entrada del hammond y luego el piano de nuevo cortesía de Whelan. Un tema glorioso. Bound Away es otra pieza country cocida a fuego lento con una letra que glosa la vida en la carretera, esas esperas para el próximo bolo... Se luce el pedal steel de Drew Taubenfeld. La bella California Sky con esas guitarras acústicas tan bien metidas a cargo del propio Dwight es otro punto culminante de este álbum. Me chifla como se lucen todos a partir del minuto 3,10 para retomar la letra y esos maravillosos coros de Jonathan Clark y Brian Whelan. Lo vuelvo a repetir ambos se salen en esa faceta. Le dan un toque definitivo a cada tema.
Can´t Be Wrong retoma la senda rockera. Es un tema cantado con esa chulería propia de los outlaws que se saben ganadores. Es la clase de canción que encajaría a la perfección en el repertorio de Elvis Presley. Lo posee todo para ser un número fundamental en directo. A Dream That Never Ends suena a clásico desde el principio. Una canción pegadiza a más no poder. De esa que tarareas a cualquier hora del día. De nuevo me pirran los coros. Son sublimes. El pequeño solo de guitarra de Eugene Edwards es de la escuela de Johnny- Solo lo que la canción necesita- Hickman. El tema que da título al disco Brighter Days es una canción que podría encajar en aquella fantástica película titula Los tres entierros de Melquiades Estrada en cuyo reparto figuraba el bueno de Yoakam.
En I Don´t Know How To Say Goodbye participa el célebre Post Malone del que no tenía ni idea de quién era hasta que colaboró hace unos años con Ozzy Osbourne. La canción está muy bien. Tienen un inequívoco y perfecto toque comercial. Hand Me Down Heart es una balada poderosa que cuenta con una interpretación perfecta de Dwight que se deja el alma al cantarla y con el perfecto entendimiento del pedal steel de Drew Taubenfeld y la guitarra de Eugene Edwards. Hay varias canciones en este disco que me recuerdan al excelso nivel de Cracker en los temas que se ponen más country. Las versiones de The Byrds y The Carter Family encajan a la perfección. Me gusta especialmente la de los Byrds, Time Between. El cierre perfecto es Every Night un tema escrito en solitario por Dwight Yoakam que deja el mismo regusto invencible que la apertura con Wide Open Heart. Prendado estoy con este soberbio disco de Dwight Yoakam.
Dos revistas de rock´n roll se publican en Spain desde hace unos cuantos años. La más longeva es Popular 1 Rock´n Roll Magazine que pasa del medio siglo y la otra es Ruta 66 Tiempos de Rock´n que este año cumple su cuarenta aniversario. Como ya escribí hace tiempo compro el Popudesde tiempos inmemoriales y lo alterno con algarabía e infinito placer con puntuales adquisiciones de Ruta 66 (no menos de media docena de ejemplares al año). En mi hogar ambas son compatibles y plenamente disfrutadas. Todos los meses coinciden en algunos contenidos y también tienen notables diferencias. Así tiene que ser. Con los años creo que hay más cosas que las unen de las que las separan, cada una con su propia personalidad e idiosincrasia.
Hace veinticinco años apenas compraba el Ruta 66 y las veces que lo hacía a menudo me cabreaba ja ja. Era como, de qué van estos snobs... Aunque nada comparable a cuando leía en la biblioteca de mi pueblo la RockDelux. Aquello si que era un desvarío curioso. Y que conste que también tenía contenidos que me gustaban. En definitiva la sana competencia no sólo es que sea buena sino que es mas que deseable. De hecho se puede sacar mucho partido a todas ellas e incluso a la This Is Rock.
Pero amigos el tiempo es finito y lo primero que busco en una revista de rock´n roll es diversión. Si, queridos lectores de este cochambroso blog. En ese campo Popular 1 no tiene rival. No hay mes que no me descojone leyendo el Correo y Apéndice. Este mes por ejemplo el desdichado autor de este cochambroso blog se encuentra con la descacharrante respuesta de The Man a mi entusiasmo por haber descubierto ingente cantidad de música en una de esas plataformas de streaming que ni por un millón de dólares voy a citar aquí. La conclusión es que dejéis el porno y compréis discos originales, desalmados.
En cualquier caso larga vida a las revistas musicales en este país. Creo que tanto Popular 1 como Ruta 66 reciben una subvención estatal a la edición. Y me imagino que los redactores de ambas cobrarán entre poco y nada. Tal vez me equivoque pero el panorama es cada vez más complicado. En fin, una tarde como la de hoy que se presenta fría y lluviosa agenciarte un par de estas revistas con la banda sonora adecuada (¡en formato físico, nada de streaming bastardos!) puede ser un muy buen plan. Nada que reprochar a ambas publicaciones, insisto, perfectamente compatibles y disfrutables. Como he señalado últimamente sus portadas coinciden como la que dedicaron en su día a Redd Kross o más recientemente a Amyl and The Sniffers. Lástima que no le dedicaron la misma a Aretha Franklin cuando murió. Esa si que es imperdonable. ¡Ja!
En definitiva, aunque en determinados foros seguidores de una y otra se echen los trastos a la cabeza, aunque haya quién piense que son incompatibles (y en su derecho están), pese a que a priori su enfoque sea muy diferente, en mi casa las percibo con más puntos en común que diferencias y me sigue gustando disfrutar de ambas. El día que no estén vendrán los lloros. Pasaste por el quisco o a librería y gástate unos euros en cultura, mangarrán, que no todo van a ser birras. Venga, para cerrar una exquisita selección musical encabezada por Owen Stewart... Respect!