De entre todos los superpoderes uno de mis favoritos sin lugar a dudas es la teletransportación. Me vendría de perlas un día como hoy para presenciar la celebración del veinte aniversario del debut en solitario de Jesse Malin. Aunque The Fine Art Of Self Destruction no sea mi disco favorito del músico neoyorquino ya me gustaría asistir a su show que tendrá lugar hoy en el Webster Hall de la Gran Manzana. En ese local Jesse Malin estará acompañado de unos cuantos ilustres invitados: Lucinda Williams, Tomy Stinson o Butch Walker. Y supongo que le secundará su estupenda banda encabezada por Derek Cruz. Seguro que es una noche muy especial para todos los que tengan la suerte de asistir al show. A mi ya me gustaría.
Y es que lo mío con la música de Jesse Malin en los dos últimos años alcanza cotas muy altas. Le tengo en un pedestal y sus tres últimos discos de estudio me gustan a cada cual más. Prácticamente no hay semana que no escuche su última obra Sad And Beautiful World, en su bolo del pasado año en Bilbao me pille Sunsent Kids que me encantó y en estas navidades New York Before The War que forma para mi la trilogía esencial de este inquieto músico que hace ya mucho tiempo que se salió del guetto punk para sumergirse en más estilos sin abandonar para nada ese ramalazo ramoniano. Desde luego en mi casa Malin juega en la liga de bandas como Jayhawks, Cracker, The Hangmen, North Mississippi Allstars o músicos como Michael Monroe, es casi seguro que jamás alcancen o ni siquiera rocen el éxito masivo, pero en mi hogar tienen un hueco entre los más grandes.