Cuando Tom Petty editó en solitario Full Moon Fever parecía que había alguna grieta en la relación con los Heartbreakers. Algún malentendido que asomaba en una relación de más de quince años. Full Moon Fever se convirtió en 1989 en el disco más vendido en la carrera del rubio de Florida disparado por dos singles irresistibles, los típicos hits que se tallan en piedra en el set list: I Won´t Back Down y Free Fallin´. Lo lógico hubiese sido pensar que Tom tirase por esa vía. Pero hizo justo lo contrario para el siguiente álbum reunió de nuevo a los Heartbreakers, repitió con Jeff Lynne a la producción y en 1991 dio forma a Into a Great Wide Open, un álbum luminoso, radiante. Siempre me da por escucharlo en días soleados. Es contagioso a más no poder y tiene algunas de las canciones más efervescentes del extenso cátalogo de este hombre.
Dos de los puntos fuertes de este disco son el excelso sonido de las guitarras, es una delicia absoluta escuchar la enorme la labor en esas lides de Mike Campbell, el propio Tom Petty y la puntual aportación de Jeff Lynne y las armonías vocales, brillantes a más no poder en la estela de The Byrds, fundamental en esa labor tanto Howie Epstein como el mismo Jeff Lynne cuya contribución tanto en Full Moon Fever como en este álbum es más que reseñable. Lo cierto es que muchas canciones de este disco vienen a mi en días soleados. Me encuentro canturreando de forma irreversible los irresistibles estribillos de All or Nothin, Two Gunslingers, The Dark Of The Sun o All the Wrong Reasons... Canciones con un halo especial, pequeñas postales a las que no puedes dejar de mirar una y otra vez. No hay puntos débiles en este trabajo. Es la absoluta perfección de pop rock ejecutada con la maestría habitual por Tom Petty & Heartbreakers. También fue el último disco que grabó con la banda el díscolo Stan Lynch. Va por el.