sábado, 23 de febrero de 2019

Robert Hilburn. Johnny Cash

Uno de los indiscutibles iconos musicales y culturales de Estados Unidos es sin duda Johnny Cash. El Hombre de Negro despunto a mediados de los cincuenta en el sello Sun bajo el auspicio de Sam Phillips, conoció la gloria absoluta a finales de los sesenta con sus dos discos grabados en las prisiones de Folsom y San Quintin, tuvo su propio programa de televisión con un considerable éxito, comenzó a zigzaguear a mediados de los setenta, naufragó hasta límites insospechados en los ochenta y surgió con más fuerza que nunca bajo la batuta de Rick Rubin a mediados de los noventa con la impoluta saga American Recordings. Todo ello y mucho más está maravillosamente glosado en esta monumental biografía escrita por Robert Hilburn que tuvo el privilegio de cubrir el concierto en la prisión de Folsom para el periódico Los Angeles Times. Lo edita Es Pop ediciones lo que es garantía de calidad. Una editorial imprescindible, un puto milagro en este país. 

Hilburn nos cuenta de manera arrebatadora la vida y obra de Johnny Cash a lo largo de más de seiscientas páginas y cuando terminas no quieres hacerlo porque el resultado es despampanante. El trabajo de documentación es exhaustivo, inmejorable y el autor sabe dosificar la información de forma brillante, encajando las palabras como en la mejor literatura. El volumen combina a la perfección los aspectos musicales con los vitales, unos no se entienden sin los otros y juntos dan forma a una especie de novela río, tan buena como cualquiera de las míticas que se te pase por la cabeza.



Hilburn intercala testimonios de sus múltiples entrevistados con su prosa pero indudablemente ésta tiene más peso y se torna definitiva. Hay anécdotas de todo tipo. No puede faltar la cuota de destrozos en hoteles y actitud pendenciera en la que al parecer también Johnny Cash fue pionero. La dependencia de Cash de las anfetas está glosada con todo lujo de detalles. Y en este asunto como en tantos otros Hilburn no parece dejarse nada en el camino. Al igual que hizo Zanes en la biografía de Petty las partes oscuras lejos de estar sepultadas están tan expuestas como todo el brillo musical de la carrera de Cash. Y ese es un aspecto que se agradece. Nada de medias tintas ni paños calientes. A fuego.

Como tantos otros de mi generación conocí la música de Johnny Cash a raíz de la publicación de la serie American Recordings. Aquellos discos me volaron la cabeza y lo siguen haciendo cada vez que los pongo. En el libro hay un capítulo que se titula Rick Rubin y no es para menos porque el barbas rescató a Cash de la más absoluta miseria artística. Era difícil caer mas bajo de lo que estaba Cash en aquellos años. Toda esa etapa está prodigiosamente documentada y escrita en el libro de Hilburn. Es alucinante el contraste que se dio en los días en que Johnny Cash estaba grabando con Rubin. Al mismo tiempo para mantener a toda la troupe que dependía económicamente de él, Cash estaba confinado en un pueblo perdido del medio oeste americano, pasto de una nostalgia rancia y chusca. Daba concierto para doscientas personas en un tinglado medio turístico y estaba deseando salir de allí para grabar con Rubin. Es demencial. Su hija Rosanne Cash afirma rotunda que Rubin le salvó la vida. Y tal como está contada esa parte tienes esa sensación, no se trata sólo de música, es la música como salvación, como redención, como una segunda, tercera o cuarta oportunidad. Un capítulo estremecedor.

Pero antes de llegar a una coda artística final brillante a más no poder se recorren los casi cuarenta años de carrera. La primera etapa en Sun es fantástica, la vitalidad y el empuje de Cash a mediados de los cincuenta y en buena parte de los sesenta ya en el sello Columbia tiene muchos picos altos pero está también salpicada de zonas oscuras. Y Hilburn no esconde nada. Muchas anécdotas relacionadas con el exacerbado consumo de anfetas por parte de Cash son increíbles. Lo lees y piensas en cómo pudo llegar este tipo hasta los setenta y un años. Parece un milagro. Algo que seguro le gustaría pensar al propio Cash, ferviente religioso, de esos que viven con la culpa por caer en las tentaciones. 

Muchas personas que rodearon a Cash a lo largo de su carrera tienen un carisma casi tan grande como el propio Hombre de Negro. Por ejemplo tanto la aparición en escena de Kris Kristofferson como la de Marty Stuart son antológicas. El capítulo en el que sale por primera vez Kristofferson es una delicia, es más cuando lo estaba leyendo no podía dejar de pensar que la propia vida de Kristofferson y todas sus peripecias merecerían también otro libro como el de Cash. De Stuart me gusta su personalidad. Arrebatadora. Afirma en un momento del volumen que Cash estaba rodeado de empleados y más empleados, gente que decía a todo que sí para conservar su puesto en el tinglado. Stuart se muestra combativo y no duda en hablar claro al Hombre de Negro.

Pensaba que la peor época de Cash se ceñía exclusivamente a la década de los ochenta pero su declive comenzó mucho antes. A mediados de los setenta ya empezó a dejar la música a un lado. Comenzó a centrarse en el rollo religioso. Es una parte que me ha resultado especialmente sórdida. Ese tema lo domina todo hasta el punto de involucrarse en la creación de una película sobre Jesucristo, a compartir numerosos actos con el predicador Billy Graham, a situar la religión en el centro de su vida. Esos años que van del 73 hasta que finaliza su contrato con Columbia son en lo artístico un páramo casi absoluto. Ni mencionar su etapa en Mercury con discos sin vida, vacíos, sin nada que rescatar.


Otro aspecto que da mucho juego, fundamental es la relación de Cash con su primera mujer, Vivian Liberto y luego con June Carter. Con la primera tuvo cuatro hijas con las que en muchos momentos mantuvo una difícil relación , un aspecto que torturaría a menudo a Cash, y con la segunda el camino está plagado de picos y bajos, con momentos de absoluta locura. También tiene mucha importancia el tema de la delicada salud de Johnny Cash, una constante en su últimos tres lustros de vida con continúas entradas y salidas del hospital. De hecho cuando Cash murió parecía mucho mayor de lo que era. Los últimos momentos en la vida de Cash son sobrecogedores. Lo mejor, lo realmente sorprendente y aplastante es que lograse grabar en esos últimos años sus mejores discos. Una idea que Rubin le lanzó desde el principio, diciéndole: quiero grabarte tu mejor disco. Y el baRbas lo consiguió, ya lo creo que si.











viernes, 15 de febrero de 2019

Cracker. Kerosene Hat

Kerosene Hat fue el primer disco de Cracker que entró en mi casa. Pertenece a esa época en la que solía quedar con dos colegas de mi pueblo con los que intercambiaba material. Esos tiempos en los que grabábamos cds e incluso fotocopiábamos en color las portadas. Suena a Pleistoceno. Uno de estos amigos me dijo prueba con estos, creo que te van a gustar. Y lo hicieron. Especialmente me golpeó fuerte el que fue el single del disco, Low, la clase da canción que escuchaba en bucle y que grababa en los recopilatorios en cinta que solía hacer. Ahí nunca faltaba. 

Este disco se publicó en 1993 en plena época grunge y aunque parezca mentira a Cracker se les relacionaba de alguna forma con aquellas bandas por singles como Low y tres años después especialmente por I hate my generation, tema que Perez Brian ponía una y otra vez en su programa de 4 a 3 de Radio 3. En cualquier caso fue algo efímero, cuestión de cinco minutos pero que coincidieron con el momento de máxima popularidad de la banda. Y es que Kerosene Hat casi llegó al platino en USA. Poca broma y su máximo esplendor comercial que poco a poco fueron perdiendo, no así el artístico. 

A pesar de ese fuerte golpeo con Low o Get Off This, Kerosene Hat al igual que buena parte de la discografía de esta banda la he ido padaleando con los años. Y es que Cracker se ha convertido con el paso del tiempo en una de mis bandas favoritas. De las que más discos escucho enteritos a menudo. De esos que nunca te abandonan. Puede que el punto de inflexión fuese cuando les vi en el Festival Azkena de 2003. Allí empezó un idilio que a día de hoy alcanza cotas inverosímiles. Y es que lo flipo con esta banda. Siempre les tengo presentes. Quiero que hagan gira todos por estos lares todos los putos años. Con indescriptible fortuna de verles en salas pequeñas, a escasos metros. Una puta locura.

Para muchos Kerosene Hat es su mejor disco. Para mí un día lo es al siguiente ese puesto lo ocupa otro, tal es el nivel de casi todos. Quizá Gentleman´s Blues sea imbatible. Aunque insisto cuando escuchas otro te dices este también. De lo que no cabe duda es de que este álbum está repleto de temazos, auténticos clásicos que la banda suele ejecutar en directo: Low, Get Off This, Sweet Potato o la celéberrima Euro Trash Girl, que figura como track oculto. Y si, todos esos singles están chulos aunque confesaré que si no tocan Euro Trash Girl en sus conciertos no voy a ser yo el que la pida. Pero hay mucho más. 

Esas canciones que en aquellos tiempos sumergido en plena era grunge no saboreé tanto o no al menos como muchos años después. Me refiero a delicias como Take Me Down to the Infirmary, Nostalgia, Sick of Goodbye o I want everything que tuve la suerte de disfrutar en su concierto de hace un par de años en el Antzoki. Temas repletos de matices, eclécticos, difíciles de encajar en ningún estilo, algo que tal vez a nivel comercial percibo que les ha perjudicado. Y es que Cracker es un grupo peculiar cuya sinergia entre sus dos líderes, Lowery y Hickman, es difícil de igualar. Unos tipos que se complementan a la perfección y que han sacado adelante una carrera en la que perderse una y otra vez. Unos auténticos supervivientes a los que es un placer seguir. Y si, lo voy a escribir de nuevo y no será la última. Cracker Forever!!!





domingo, 10 de febrero de 2019

BACK TO VINYL

Este año voy a inaugurar una nueva sección en este cochambroso blog. Esta vez va en serio, seré constante. Los domingos es el día ideal. Es la jornada libre, esa en la que se dispone de más tiempo. En mi caso al menos suele ser el día que más discos escucho en casa, tranquilamente. Recientemente nos hemos hecho con un equipo de música de segunda mano que tiene plato para vinilos, formato que abandoné cuando me emancipé de casa de mis progenitores. Hace 19 años casi nadie compraba vinilo, estaba más que sepultado. El formato ya estaba casi desaparecido así que cuando me compré el equipo de música para mi nuevo hogar decidí no poner plato. 

El formato rey en mi casa es el Cd. Me he acostumbrado y me gusta pero poco a poco me ha vuelto el gusanillo por disfrutar de los vinilos. No tengo una extensa colección. Es más no me gusta el término colección porque lo que entra en casa es para ser escuchado. Ni soy completista ni jamás me ha ido el tema de las ediciones raras ni chuflas de esa. Respeto al que quiere tener todo de Neil Young  pero eso no va conmigo. Reactor o Trans sólo cogerían polvo en mis baldas. De modo que está vuelta es tranquila y sin perder la chaveta. La oportunidad de comprar vinilo surge cuando tenemos 3x2 en la tienda, cuando se deprecian o recurriendo al mundo del soul y jazz donde hay mejores precios y tengo un filón amplio. Sin ir más lejos los tres vinilos que salen en la foto me han salido por 28 euros. Así si puedo comprar pero invertir 30 euros en el Liquid Spirit de Gregory Porter o 29 por Freedom´s Globin de Ty Segall por mucho que me gusten, ni de coña.

La discusión sobre la calidad del sonido viene de lejos y suscita polémica entre los sibaritas de la alta fidelidad. La plebe no distinguimos tanto. Sospecho que lo que realmente tiene importancia es tener un buen equipo de música y tanto el cd como el vinilo suenan bien, mejor que el mp3 que tampoco suena tan mal. En el tema de la conservación no hay color, el cd aguanta mejor el paso del tiempo y no requiere un cuidado excesivo. El vinilo es mucho más delicado hay que limpiarlo bien, tener más cuidado y su conservación es más compleja. Es más cada vez que pones un vinilo poco a poco su calidad se va desgastando. Todavía estoy esperando a que se me estropee un cd. Ni uno se me ha roto. De modo que lo escrito, Back to Vinyl con mucha calma, escuchando los que ya tengo y adquiriendo gangas cuando las haya. Salud!









viernes, 8 de febrero de 2019

Examen de conciencia

Esta tarde se ha celebrado una manifestación en la Plaza San Pedro de Deusto en apoyo a las víctimas de abusos sexuales acontecidos en los años ochenta en el colegio Salesianos de ese barrio bilbaíno. Uno de los lemas es que la verdad no prescribe. Así debería ser pero desgraciadamente legalmente la protección a las personas que sufren esta situación deja mucho que desear. Y por supuesto comparada con algunos países europeos más preocupados por el tema es de risa. Como tantos otros asuntos que suceden por estos lares. Para más inri, esta mañana he escuchado en la Ser a un representante de la iglesia vizcaína que declaraba que no iban a acudir a la convocatoria porque los viernes es un día de mucha labor y no les encajaba. Para flipar. 


En este desastroso contexto Examen de conciencia es un necesario y lúcido documental disponible en la plataforma Netflix sobre una de las lacras más tapadas en la sociedad actual: los abusos sexuales, las violaciones cometidas por curas en diferentes instituciones escolares repartidas por toda la geografía española. Una vergüenza sangrante que en este espacio se aborda con las palabras adecuadas sin subterfugios mediante los explícitos testimonios de unas cuantas personas que sufrieron abusos sexuales. El peso narrativo del documental lo lleva una de esos niños ahora adulto que pasó por esa terrible situación, Miguel Hurtado, una persona comprometida, luchadora que ha decidido contar su historia y de paso ayudar a personas que como él tuvieron la mala fortuna de encontrarse con seres abominables cuyos delitos encima han prescrito. 

El documental aborda la cuestión sin miramientos, entrando en los detalles de tan escabrosas historias, dando la voz a las víctimas y mostrando la penosa actuación de la Iglesia. El modus operandi de la institución eclesiástica es siempre el mismo, rara vez discuten la veracidad de los abusos, se limitan a pedir perdón, a recolocar al párroco que cometió la tropelía en cuestión en otro lugar cuando no a condecorar a semejantes personajes con distintos premios y honores. Mientras la tan cacareada tolerancia cero contra la pederastia que pregona el Papa Francisco no es más que una operación cosmética que conviene desmontar cuanto antes. Por eso y por muchas razones más Examen de conciencia es un documental necesario, vital para dar a conocer una historia que no se debe repetir jamás. El miedo que ha sentido mucha gente que ha padecido lo indecible debe ser pasado a los criminales que hayan cometido tales tropelías. Espero que esos malnacidos no puedan conciliar el sueño.


sábado, 2 de febrero de 2019

¿La inminente muerte del cd?

A diario por mis manos pasan cientos pero dicen que les queda poco, muy poco. Varios artículos le han puesto fecha y todo. En 2022 parece que los cds pasarán a mejor o peor vida, quién sabe. Lo cierto es que el declive del formato es imparable. Aún cuando todavía se venden millones de unidades la industria discográfica ha virado irremediablemente al streaming. Hace tiempo que los enemigos ya no son ni la piratería, ni las descargas digitales sino Spotify y Youtube. Contra esos no hay quien luche. La batalla está perdida. Es mejor aliarse con el enemigo que considerarlo como tal.

Investigo sobre el tema porque siempre me ha interesado y porque el otro día en una entrevista que estaba leyendo en Popular 1 el redactor Luis Aragón señalaba el 2022 como la fecha señalada. Por la red circulan varios artículos en ese sentido. En el blog de Rockrollmotherfuckers su autor también da prácticamente por finiquitado el formato aunque como casi siempre hay voces discordantes que nos recuerdan que esta muerte ha sido anunciada desde hace una década y todavía siguen entre nosotros. Lo más rocambolesco del caso es que el cd va a morir por el streaming y el formato físico que va a prevalecer va a ser el vinilo. Hay que joderse. Desterrado en los noventa ha vuelto aunque su retorno ni de lejos roza las cifras de las ventas de cd ni creo que las consiga. Y hay mucho postureo, pero mucho.

El futuro que ya está aquí nos señala consumidores encantados con su suscripción a Spotify y sibaritas con poder adquisitivo escarbando en las cubetas de vinilo que pagarán a precio de sangre de unicornio. La plebe rastreará las cubetas de segunda mano. Mientras el formato cd, ese que triunfó por todo lo alto en los noventa y la siguiente década será pasto de rednecks, ja ja. En fin ojalá me equivoque y convivan todos los formatos, eso sin duda sería lo mejor para el consumidor pero mucho me temo que las armas están preparadas y la sentencia de muerte sólo espera a ser ejecutada. Aunque este mundo está tan jodidamente loco que cuando se destierre el cd tal vez empiece a ser considerado objeto de culto. Y entonces se paguen cifras astronómicas por ellos. Eso si que sería rocambolesco.