Aquello fue música para mis oídos y su lectura me atrapó de tal forma que caí rendido ante lo que Paul Auster contaba y sobre todo por cómo lo contaba. Durante mis años universitarios mi pasión por este escritor neoyorkino rozó lo obsesivo. Fui leyendo todo lo que cayó en mis manos y compartí mi deleite con Su. Devoramos su obra con frenesí y absoluto placer. El comienzo fue bueno pero lo que vino después mucho mejor. A Mr. Vértigo le siguieron El Palacio de la luna, Leviatán, La música del azar. Algunas otras pero me detengo en estas tres porque son mis favoritas. De esas novelas que te gustas tanto que relees. Y lo mejor de todo que cuando lo haces sientes la misma magia que la primera vez. En pandemia devoré de nuevo El Palacio de la luna tal vez su obra más emblemática y ahí seguía el cosquilleo ante esas historias entrelazadas, ante esa forma de atraparte con las palabras. El primer resbalón fue Tombuctú con la que no llegué a conectar pero Auster recupero su mejor versión con El libro de las ilusiones.
Me sucedió algo muy austeriano con Brooklyn Follies. Tenía la edición publicada por Anagrama y la llevé en mi viaje a NYC en junio de 2006. Curiosamente la perdí en la city. Alguien se encontraría una edición en castellano de la novela de Paul Auster. Seguro que fue el día que visitamos la librería Strand y al salir con la compra pertinente y meterla en la mochila se extravió la de Auster. Espero que le viniese bien a quien la encontrase. Brooklyn Follies fue otro punto álgido en la obra de Auster. Esa novela tiene un capítulo titulado Días de Ensueño en el Hotel Existencia. Los seis primeros párrafos están en el top total de mis encuentros literarios con este magnífico escritor que falleció ayer a causa de un cáncer de pulmón que le detectaron hace apenas un año.
El tabaco estuvo presente siempre en la vida de Auster y también en su obra literaria y en sus incursiones cinematográficas. Su mejor contribución al séptimo arte fue la película Smoke de la que fue guionista y codirector junto a Wayne Wang. Recuerdo ver esa película en el cine con mi amigo Rober y salir los dos prendados ante semejante film que además me sirvió para animarme a escuchar en profundidad a Tom Waits del que sonaba en la última escena de la película Innocent When You Dream. El film reunía a un reparto que estuvo pletórico: Harvey Keitel, William Hurt, Stockard Channing, Asley Judd, Harold Perrinau Jr, Forest Whitaker... Esta es la clase de película que hay que ver al menos una vez al año.
Esta tarde he escuchado un podcast del programa El Ojo Crítico donde el escritor Enrique Vila-Matas recuerda sus paseos neoyorkinos con Auster y como le conoció. Fue en Nueva York en el otoño de 2007. Ambos fueron los protagonistas de una mesa redonda que organizó el Instituto Cervantes en la NYC. Cuenta Vila Matas que congeniaron muy bien y que tras el evento Auster les invitó a cenar a él y a su editor Eduardo Lago en su casa situada en Brooklyn. A la cena le siguió una interesante charla que se prolongó hasta bien entrada la madrugada. Me les puedo imaginar enlazando una historia con otra que a su vez lleva a otra que te remite a una o dos más allá. Desde luego a mi me encantaba como contaba historias Paul Auster.