En breve se cumplirá año y medio desde que comenzó la pandemia. La situación sigue siendo preocupante y parece quedar mucho camino por recorrer. El personal está más que hastiado, cansado a más no poder. En las últimas semanas las conversaciones que he tenido sobre el tema han girado casi siempre en torno al hastío de llevar mascarilla, a no poder ir a dónde quieras de vacaciones o a lo que nos dejan o no nos dejan hacer. Rara vez me he encontrado con personas que me hablasen de muertos, negocios cerrados o ertes a tutiplén. Alguno ha habido pero prevalece lo primero, eso de que hay de lo mío tan propio de esta sociedad. Los seres humanos nos acostumbramos a las circunstancias por adversas que sean. Supervivencia, supongo. Rara vez empatizamos con los demás. Bueno si, en FB, ahí todo el mundo es megarevolucionario, tiene respuestas para todo y remedios milagrosos. Se cuestiona todo y si te desmarcas un poco eres una oveja más del rebaño.
Por mi parte tengo pocas certezas sobre todo esto. Me pienso mucho las cuestiones y no tengo respuestas fáciles a nada de lo que está sucediendo. Envidio a las personas que lo tienen todo tan claro, tanto de un lado como de otro. Esas personas que te dicen que eres un pringado, que si sigues las recomendaciones estás cayendo en la trampa y te están controlando. Claro, no cabe duda de que ha hecho falta una pandemia para que nos controlen ja ja menos a ellos que ni ahora ni antes porque son más listos que tú. Suelo solventar estas conversaciones dando la razón a todo quisqui aunque sea del signo contrario. Me cansa tanta sabiduría. La chusma lidiamos con nuestras limitaciones, que son muchas y variadas. Beeeeeeeeeeeeeee!!!