Casi cuatro lustros después de su retirada se sigue hablando de Michael Jordan. Mas en estos días con el estreno adelantado a abril del documental The Last Dance que se centra en la última temporada que Jordan jugó en los Bulls consiguiendo su sexto anillo con aquella jugada mítica en la que primero le roba el balón a Karl Malone y una vez recuperado en el siguiente ataque se la lía de forma sublime a su defensor. Soy de los que piensa que ese es el mejor resumen de la carrera de este portento: determinación absoluta en los dos lados de la cancha.
El documental está muy bien planteado. Con continuos saltos en el tiempo para poner en perspectiva donde estaba Jordan a finales de los ochenta y a donde llegó una década después. En los inicios de Michael Jordan se ve a un jugador portentoso físicamente, pero endeble en la lectura del juego. Esos primeros tiempo era como aquel episodio de El principe de Bel Air en la que el entrenador le decía a sus pupilos pasársela a Will. Pero por muy bueno que seas, y Jordan lo era, casi seguro el mejor, eso no te da para ganar un anillo. Para eso necesitas escuderos, tipos que sepan hacer su trabajo, que incluso se sepan apartar para que brille el de siempre. Todos esos recovecos están muy bien trazados en el documental.
De modo que aunque la figura de Jordan es el eje del documental, con sus luces y sus sombras he disfrutado especialmente aquellos capítulos en que sabemos más de tipos tan emblemáticos como Dennis Rodman, Scottie Pippen o Steve Kerr. Todos aparecen en el documental y hablan de su compañero. La verdad es que ninguno expresa mucha cercanía o simpatía por el 23 de los Bulls lo cual lejos de suponer una traba le da todavía más morbo al tema. El artefacto está diseñado a la medida de Jordan y aunque no se esquivan asuntos turbios lo cierto es que se podía haber indagado más en ellos, meter bien el escalpelo, carroñear más pero claro amigos la figura de Jordan es intocable y más en un producto diseñado a su medida.
Por supuesto es muy interesante también la aportación de Phil Jackson ese zen de manual que pasea su simpático rostro y que en un momento dado deja clara su importancia en el legado de Jordan dándole una receta muy sencilla: el balón hay que pasarlo, moreno, ja ja ja. Cosa que seguro no tendría que haberle explicado a Larry Bird porque amigos yo no digo que Bird sea el mejor jugador de la historia lo que aseguro es que no ha habido nadie más inteligente que haya pisado una cancha de baloncesto. Ahí os quedáis con Present Tense uno de mis temas favoritos de Pearl Jam para darle lustro a la escena final del documental.