Una de las bandas que más escuchaba a principios de los noventa eran Pink Floyd. Les descubrí a finales de la década anterior gracias a mi tío Julio. Cuando iba al pueblo en verano y me montaba en su coche lo que sonaba el 90% de las veces era The Wall. Además, mi tío les había visto en Estadio Vicente Calderón en el 88 y hablaba maravillas de aquel show. No se cansaba de poner la dichosa cinta y al final acabó atrapándome. Después mi primo Oscar me grabó A Momentary Lapse of Reason, que tenía en vinilo y el directo del año posterior, Delicate Sound of Thunder que también tenía en ese formato y el veneno floydiano se acabo extendiendo. Profundicé más en su carrera y flipé con Dark Side of The Moon y Wish you were here. Eso sí, reconozco que jamás conecté con toda esa primera y esplendorosa etapa que según los puristas es lo más. Me sobra casi todo lo que he escuchado con Syd Barrett y prefiero mil veces que David Gilmour lleve la voz principal a que lo haga Roger Waters. Sacrilegio total para los sibaritas floydianos. Pero como no van a leer esto, allá películas.
El 25 julio de 1994 de chiripa tuve la fortuna de ir a verles en directo con mi tío Julio y Nuria. No era un concierto previsto en mi agenda. No estaba al alcance de mi maltrecha economía. Fui de rebote. Mi primo Oscar tenía la entrada pero compromisos laborales le impidieron ir y me dio la entrada. Yo en aquella época estaba a años luz del laboro. ¡Que buenos tiempos! A cambio le compré algún disco pero salí ganando de calle. Menudo truhán.
He tenido la fortuna de asistir a centenares de conciertos pero en mi vida he escuchado un sonido tan perfecto como el de aquella noche. Precisamente de eso les acusan en ocasiones a Pink Floyd, de ser demasiado perfeccionistas, muy fríos, de que todo suena en su sitio... No sé... Yo aquella noche aluciné. Comenzaron con Shine On your Crazy diamond y perdí la chaveta por completo y sin drogas, algún porrillo, de acuerdo. Fue la combinación de música excepcional, un conjunto de luces como jamás he vuelto a presenciar y la excelente compañía de Julio y Nuria lo que me elevó a las alturas. Recuerdo con nitidez como a mitad de concierto o tal vez más, salió del medio del campo de fútbol una bola iluminada mientras sonaba no me acuerdo qué canción que me dejó flotando un buen rato. Mi tío que me observaba y se regocijaba mientras con la mirada me decía, lo ves, ya te lo decía yo que ibas a flipar....
He tenido la fortuna de asistir a centenares de conciertos pero en mi vida he escuchado un sonido tan perfecto como el de aquella noche. Precisamente de eso les acusan en ocasiones a Pink Floyd, de ser demasiado perfeccionistas, muy fríos, de que todo suena en su sitio... No sé... Yo aquella noche aluciné. Comenzaron con Shine On your Crazy diamond y perdí la chaveta por completo y sin drogas, algún porrillo, de acuerdo. Fue la combinación de música excepcional, un conjunto de luces como jamás he vuelto a presenciar y la excelente compañía de Julio y Nuria lo que me elevó a las alturas. Recuerdo con nitidez como a mitad de concierto o tal vez más, salió del medio del campo de fútbol una bola iluminada mientras sonaba no me acuerdo qué canción que me dejó flotando un buen rato. Mi tío que me observaba y se regocijaba mientras con la mirada me decía, lo ves, ya te lo decía yo que ibas a flipar....
En fin que todo esto viene a que hoy me he puesto Pulse un dvd que compré mientras curraba en aquellos chuscos almacenes cuyo nombre no mencionaré que recoge la gira de presentación de The Division Bell un apreciable disco que aunque no llega al nivel de sus grandes obras de los setenta yo no calificaría como basura como lo hizo el puñetero de Roger Waters. De hecho recuerdo que en el concierto de Donosti sonaron unos cuantos temas de ese álbum como High Hopes, Take it back o What do you want from me que al igual que On the turning away o Learning To fly o a mi me sonaron a gloria y no desentonaron entre tanto clásico.
En el dvd de Pulse, por cierto exquisito, se recogen unos cuantos temas de la era post-Waters más todos esos clásicos imprescindibles, canciones que no me cansó de escuchar nunca como Shine on your crazy diamond, Speak to me, Money, Time, The Great Gig in the sky o Wish you Were here. La calidad de sonido e imagen de este artefacto es lo que uno espera de una banda con fama de cuidar todo hasta el último detalle. Y ver aquello en directo fue todo un privilegio y una experiencia que no olvidaré jamás.
En el dvd de Pulse, por cierto exquisito, se recogen unos cuantos temas de la era post-Waters más todos esos clásicos imprescindibles, canciones que no me cansó de escuchar nunca como Shine on your crazy diamond, Speak to me, Money, Time, The Great Gig in the sky o Wish you Were here. La calidad de sonido e imagen de este artefacto es lo que uno espera de una banda con fama de cuidar todo hasta el último detalle. Y ver aquello en directo fue todo un privilegio y una experiencia que no olvidaré jamás.