Una de las últimas sensaciones en ese gran cajón desastre que es la novela negra ha sido Un gramo de odio debut en la narrativa del francés Frantz Delplanque. Este buen hombre que tiene un curro así a priori atractivo (es responsable de cultura en el Ayuntamiento de Montpellier) se ha currado una novela divertida, ideal para el verano y que se lee en un periquete. El libro viene avalado por buena parte de la crítica y por algunos colegas como Amelie Nothomb, excéntrica escritora belga que es algo así como la gurú de la nueva novela escrita en francés.
Yo he llegado a él por la recomendación de una compañera de trabajo. Y he acertado de pleno. La premisa del libro me atrajo nada más leer la contraportada. El protagonista del embolado es Jon Ayaramandi un asesino profesional que se quiere retirar en un pequeño pueblo del país vasco francés y al que unos cuantos acontecimientos le harán volver a tener que matar. No es un argumento original pero ni falta que hace. El acierto de Delplanque está en cómo lo cuenta.
El autor gran amante de la música rock y cuyos autores favoritos son entre otros Nick Hornby, Tarantino o Quim Monzó se las apaña para crear una novela interesante cargada de humor y fina ironía y que está repleta de pequeños detalles interesantes que se regodean en los pequeños placeres de la vida. Además está muy alejada de los cánones típicos del género. Lo cual no tiene porqué ser bueno pero aquí lo es.
Incluso parece escrita de forma natural, sin tener la intención de derribar los convencionalismos del género pero finalmente haciéndolo y divirtiéndose en el camino. Yo me lo he pasado muy bien leyéndola. Como pone en la contraportada: Ideal para degustar con un vinilo de The Who como banda sonora y una copa de vino sobre la mesa de noche. Juro que no la elegí por eso pero fue porque no leí el comentario.
Ahí va un párrafo con el que definitivamente me siento identificado: Siempre he sido capaz de reconstruir mentalmente cualquier pieza musical. Cada una de las notas de la melodía. En alta fidelidad. Soy como una gramola. Desgraciadamente, no puedo demostrarle a nadie ese prodigio, deben confiar en mi palabra.