La pasada semana al salir del trabajo venía en el metro enfrascado en la lectura de Who I Am, las memorias de Pete Townshend. Mientras lo leía observaba que el chico que tenía enfrente miraba sin apenas disimulo mi libro hasta que al final me preguntó si era recomendable. Me decía este sujeto que dudó entre comprar éste o la autobiografía de Miles Davis decidiéndose finalmente por esta última. Le comenté que el de Pete está muy bien pero que claro, yo soy muy fan de los Who, aunque eso no es garantía de que te tenga que gustar el libro, es más, incluso puede que no te gusté una banda en cuestión y la biografía correspondiente te parezca sublime como es mi caso con Los trapos sucios de Motley Crue. La banda angelina me la trae al pairo pero su biografía es de lo mejor que he leído en los últimos años. El de Townshend no es tan espectacular pero es muy recomendable. Y en mi caso tiene un componente especial por ser los Who una de mis bandas favoritas.
Desde que supe que Pete Townshend iba a editar sus memorias deseé que se publicarán en castellano y así ha sido. La editorial Malpaso ha realizado un trabajo extraordinario. Es una edición muy cuidada y la traducción me ha encantado. Pete se muestra, al igual que en el documental Amazing Journey: The Story of The Who, brutalmente sincero y no escatima detalles sobre ningún tema por escabroso que sea.
Intuía que el libro me iba a gustar además de por la propia historia de la banda por la siempre excitante posibilidad de que sea contada por la voz principal del grupo, el alma de la banda, el creador del 99% de su catalogo. Además me esperaba un buen narrador porque todo lo que había leído escrito por Pete en los textos de las reediciones de sus discos y en su propio blog así me lo indicaban. Y lo he corroborado. Pete es un excelente contador de historias.
Aquí las hay de todo tipo. Las más hilarantes divertidas y diferentes están protagonizadas por el inefable Keith Moon. Imposible quedarse con una. Este tío en sus momentos álgidos era como un Caartoon imposible de controlar. Pete habla de él con cariño al igual que del resto de sus compañeros sin obviar las rencillas y los malos rollos que los hubo, a mansalva además.
Por lo demás me he encontrado al Pete que esperaba. Ese encantador bastardo con un ego tamaño Cañon del Colorado. Por momentos he esperado leer algo tipo y el séptimo día descanse. Pero al autobombo en la onda fui el primero que utilizó tal amplificador o me adelanté a la era de Internet le acompaña en igual medida el reconocimiento de cuando se comportaba como un capullo integral con la gente que quería. No tiene ningún reparo en reconocerlo. El tipo no se corta un pelo y se sabe reír de sí mismo a menudo, casi diría que en cada página.
Reproduzco dos de los pasajes con los que más me he reído. Pero avezado lector investigué que descubrirá mucho mejores. Al fin y al cabo yo estoy bajo mínimos y me río con el chiste fácil, ahí va una muestra: En el escenario no me chistaba nadie, ni Roger Daltrey. Fuera del escenario, la verdad sea dicha, soy un ratoncillo, aunque ciclotímico.
Pero se lleva la palma este otro. Pete viajaba a Nueva York con entre otros Elton John y el vuelo tuvo numerosas dificultades, de esos momentos en que el personal se pone muy nervioso e incluso visualiza la muerte. Pete escribe: Entonces me dio por compadecer a la pobre mujer histérica que se había puesto a gritar. Ese era yo, querido-confesó Elton John.
Intuía que el libro me iba a gustar además de por la propia historia de la banda por la siempre excitante posibilidad de que sea contada por la voz principal del grupo, el alma de la banda, el creador del 99% de su catalogo. Además me esperaba un buen narrador porque todo lo que había leído escrito por Pete en los textos de las reediciones de sus discos y en su propio blog así me lo indicaban. Y lo he corroborado. Pete es un excelente contador de historias.
Aquí las hay de todo tipo. Las más hilarantes divertidas y diferentes están protagonizadas por el inefable Keith Moon. Imposible quedarse con una. Este tío en sus momentos álgidos era como un Caartoon imposible de controlar. Pete habla de él con cariño al igual que del resto de sus compañeros sin obviar las rencillas y los malos rollos que los hubo, a mansalva además.
Por lo demás me he encontrado al Pete que esperaba. Ese encantador bastardo con un ego tamaño Cañon del Colorado. Por momentos he esperado leer algo tipo y el séptimo día descanse. Pero al autobombo en la onda fui el primero que utilizó tal amplificador o me adelanté a la era de Internet le acompaña en igual medida el reconocimiento de cuando se comportaba como un capullo integral con la gente que quería. No tiene ningún reparo en reconocerlo. El tipo no se corta un pelo y se sabe reír de sí mismo a menudo, casi diría que en cada página.
Reproduzco dos de los pasajes con los que más me he reído. Pero avezado lector investigué que descubrirá mucho mejores. Al fin y al cabo yo estoy bajo mínimos y me río con el chiste fácil, ahí va una muestra: En el escenario no me chistaba nadie, ni Roger Daltrey. Fuera del escenario, la verdad sea dicha, soy un ratoncillo, aunque ciclotímico.
Pero se lleva la palma este otro. Pete viajaba a Nueva York con entre otros Elton John y el vuelo tuvo numerosas dificultades, de esos momentos en que el personal se pone muy nervioso e incluso visualiza la muerte. Pete escribe: Entonces me dio por compadecer a la pobre mujer histérica que se había puesto a gritar. Ese era yo, querido-confesó Elton John.