Decía un colega ayer tras finalizar el concierto de The Delta Saints en el Antzoki que estos tíos iban a llegar
lejos, que lo tenían todo para triunfar. Y estoy de acuerdo. Lo que ocurre es
que hoy en día, a diferencia de las décadas gloriosas del rock´n roll,
conseguir éxito es que la próxima vez que nos visiten en lugar de 100 personas
haya por lo menos 300, que el Antzoki esté a reventar como con Mark Lanegan por ejemplo. Creo que eso
es a lo máximo que pueden aspirar no por valía sino porque no hay para más. Y
es que en los últimos quince años no hay muchas bandas que hayan trascendido un
nivel medio para llenar pabellones y mucho menos estadios. En fin, da igual. Y
en cierta forma egoístamente mola ver conciertos en sitios pequeños. Lo que
ayer ofrecieron The Delta Saints fue
un vitamínico show de hora y media que me supo a gloria pero se me quedo corto.
The Delta Saints
vienen de Nashville, Tennesse y de ellos tan solo tengo un Ep, A bird called Angola.En septiembre
editan un disco del que presentaron varios temas que sonaron tan bien como el mencionado ep. Se curraron dos versiones con desparpajo del Hard to handle de Otis Redding y Come Together
de los Beatles. Disfrutaron sobre las tablas e hicieron pasárselo bien a los que allí estábamos.
Parten del blues y no se quedan en los esquemas de siempre y por momentos
siembran el caos. Se dejan llevar y consiguen atraparte. El cantante demostró andar sobrado de voz y
estar muy bien acompañado. Pena que el concierto duró poco. Estos sujetos son
insultantemente jóvenes y uno siempre espera que bandas así vayan un poco más allá
de la hora y media de rigor. Que conviertan el concierto en una batalla más
larga. Que tengamos que pedir que paren. Aunque tal vez como no puedo asistir a
todos los conciertos que quisiera cuando voy quiero el infinito y más allá.